Sin embargo, también es cierto que quien imagine estar libre de culpa —libre de la “naco-cultura”—, debe tener “muchos
desos” para lanzar el primer “¡pinche naco!”.
En realidad pocos se salvan —pocos nos salvamos—, si no es que nadie, de la “naco-cultura”, empezando por “el naco” que llamó “naco” al espejo, y terminando con “los nacos” que lo apalearon en redes sociales.
¡Con honestidad! ¿Quién no ha participado, promovido, estimulado o quién no ha sido parte de un evento naco, de un lance naco o de una “nacada” digna de esconder la cabeza en un hormiguero?
Van ejemplos.
1. Un domingo en Cuernavaca, en exclusiva zona. Una boda a la que asistían gobernadores, empresarios poderosos, políticos, jefes de partidos, secretarios de Estado y periodistas. Entre otros nacos, claro.
De pronto, murmullo y risotadas dejaron espacio a la inconfundible de Marco Antonio Solís; “¡Si no te hubieras ido sería tan feliz… el brillo de tus ojos…!”. Y de pie, todos o casi todos cantaron y aplaudieron “…Todo era diferente cuando estabas tuuú!”.
Siempre certero, un cartonista de prensa sintetizó: “¡Que belleza; el naco que todos llevamos dentro!”.
2. Cena en casa de poderoso empresario de medios. Periodistas e intelectuales arrebataban la palabra para lucir sus gracias ante el poder. Nadie chistó ante el hombre-empresa, pero todos hablaban mirando de reojo dos grandes colmillos de elefante africano; marfil amenazante que “adornaba” la sala donde muchos presumían talento y talante. En público nadie se atrevió, en corto todos querían ser el primero en soltar: “¡Pinche naco!”.
3. La historia lo recuerda como un candidato presidencial querendón con la gente. Cargaba y besaba niños; de beso recibía la felicitación femenina y a todos alcanzaba con ambas manos, extendiendo los brazos para que todos lo tocaran. Terminado el evento, en el camerino privado del vehículo que lo trasladaba al siguiente acto de campaña, lo despojaban de camisa y pantalón y, literal, era desinfectado. “¡Pinches nacos!”, murmuraban ujieres y ayudantes.
4. Es mexicano y es uno de los hombres más acaudalados del mundo. En su oficina camina sin sus viejos zapatos, que parecen ratas muertas en un rincón, mientras su corbata grasienta y tiesa por el uso cuelga de un perchero. Habla de poder y de millones de dólares y al invitar a comer a sus visitantes, todos pasan a la réplica de uno de los restaurantes de los tecolotes, con todo y sus frijoles rancios.
5. Acaso fue el presidente mexicano más naco de la historia. Y acaso por eso, en una gira presidencial a China, algunos de los secretarios de Estado que lo acompañaban fueron severamente reprimidos por el país anfitrión luego que, juguetones, rompieron el protocolo e invadieron la zona de seguridad de uno de los tesoros nacionales. “¡Pinches nacos!”, espetaron periodistas ante el espectáculo vergonzoso.
6. Y, a propósito, el peluche en el automóvil fue —en los años 90— sublimación de “el naco”. Y fue tal su impacto que influyó para que Televisa y uno de sus comediantes de moda crearan personajes peluche.
Pero fue tan poderosa la sublimación del naco peluche que parece haber cruzado fronteras y, literal, apareció en el otro lado del mundo. En China, los barrios de “los nuevos ricos” dejan ver automóviles de las marcas más costosas. Y hace no muchos años visitar esas calles exclusivas era como regresar al México de los peluches en los automóviles; el de los zapatos de bebe en el retrovisor, las vestiduras de peluche y los motivos Disney en los asientos.
El que esté libre de culpa, que exclame el primer “¡pinche naco!”.
Al tiempo.