Una cifra sintomática: el Metro transporta sólo el 40% de los pasajeros que movía en 2013: 60% menos.
Otra: en 2021, un accidente mayor, el desplome de dos trenes en un tramo de vía elevada, produjo 27 muertos y más de cien heridos.
Una más: en 2022, la velocidad promedio del metro era de 21.6 kilómetros por hora, la tercera parte que en 2016. (El metro de Nueva York llega a ir a 80 kilómetros”.
La fatal erosión de la eficacia y la seguridad del medio de transporte público más importante del país se debe a la desinversión.
El Metro exhibe síntomas cada día más peligrosos, porque la desinversión acumulada es también mayor y el daño a reparar, en vez de reducirse, crece.
Esto sucede en tiempos de una ventaja política que no tuvieron los anteriores gobiernos de la urbe. La Jefa de Gobierno de la ciudad que entró en 2018 era del mismo partido que el Presidente de la República. Nunca había sido así desde que, en 1997, Cuauhtémoc Cárdenas ganó el gobierno capitalino.
La convergencia de gobiernos local y federal parece haberle hecho más daño al Metro que las divergencias previas.
La verdad es que, midiendo las cosas con lo sucedido en el Metro, los gobiernos de la llamada izquierda le han pagado mal a la ciudad a la que deben todo.
Por ahí del 2016, el gobierno de la ciudad, mandó a hacer un estudio de cuánto dinero necesitaba la regeneración integral del Metro.
Llegó a la cifra de 90 mil millones, sólo reponer, reparar y mantener trenes, vías y estaciones.
Llegados al poder en 2018, el Presidente y la Jefa de Gobierno no pusieron como prioridad de inversión a los 5 millones de usuarios del Metro, en gran parte sus votantes.
En vez de apartar esos 90 mil millones para el Metro, el gobierno federal gastó varias veces más en aeropuertos de segunda, refinerías tragabillones y pasajeros inexistentes del Tren Maya.
Y ahí va el Metro capitalino, dando lástima y miedo.
(Ver: Melissa Cassab y Nicolás Medina Mora: La lenta muerte del Metro, Nexos, Noviembre 2023).