Un experimento en grande
El ensayo político más importante del momento comenzó el domingo en Argentina, donde el anarcocapitalista Javier Milei asumió la Presidencia de un país atrapado en la herencia devastadora del populismo empobrecedor y de las dictaduras homicidas.
Los grandes medios informativos han aumentado o están en proceso de ampliar su plantilla de periodistas en Buenos Aires, porque Argentina es el escenario del único proyecto nuevo en un país importante, con desenlace inesperado.
Ya habrá tiempo de comentar las primeras medidas del gobierno para frenar el desplome de su país. Dos gestos relevantes destacan de la toma de posesión de Milei, por la profundidad de su significado.
El primero fue el abrazo de Milei con Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, que cruzó el mundo para estar en la toma de posesión del nuevo mandatario.
No es exagerado decir que en Ucrania se desarrolla el conflicto armado de mayor trascendencia para el mundo, con el potencial de desatar una conflagración nuclear.
La guerra contra Ucrania está en un momento crítico por el enfriamiento del apoyo occidental a la resistencia que encabeza Zelenski.
Ucrania no ha tenido el apoyo de ningún país importante en América Latina, toda vez que Lula, López Obrador y Petro están con Putin, aunque no lo admitan en voz alta.
En Europa, sólo conserva el apoyo comprometido de Alemania, donde el canciller Olaf Scholz enfrenta una creciente presión política para dejar a Ucrania a su suerte, es decir en manos de Putin.
Joe Biden está contra las cuerdas porque el Congreso republicano condicionó el apoyo económico y de pertrechos militares a Ucrania, a que realice un fuerte ajuste en la frontera con México para combatir la migración y el tráfico de fentanilo.
La Argentina de Milei es el único aliado de Biden en América Latina en su apoyo a Ucrania, no obstante las simpatías personales mutuas entre el anarcocapitalista y Donald Trump.
Milei viajó a Estados Unidos inmediatamente después de ganar la elección, donde fue recibido con frialdad por la administración demócrata, ya que el gobierno estadounidense tenía todas las velas encendidas a Sergio Massa para ser presidente de Argentina.
Con habilidad, Milei consiguió –por así decirlo– que el expresidente William Clinton comiera con él, y ahí obtuvo la clave para entablar la alianza con el gobierno del país de las barras y las estrellas: Ucrania.
Clinton es un convencido de que el futuro de Occidente y del equilibrio geopolítico en el mundo dependen del desenlace de la invasión rusa a su vecino.
Hace un mes y medio estuvo en México el expresidente, invitado –por así decirlo– por un grupo de empresarios a una reunión en el Club Campestre de San Pedro Garza García, Nuevo León. Ahí Clinton fue transparente en su preocupación central: “La guerra en Ucrania hay que ganarla, porque si Kiev cae entonces Putin irá por Polonia” (LaPoliticaOnline 25 de octubre).
Javier Milei fue efusivo con Zelenski, y eso es oxígeno para la soledad de Washington que carece de aliados importantes en América Latina, su tradicional respaldo.
En la recepción a jefes de Estado, Zelenski se apartó con el rey Felipe VI de España a conversar en un rincón, a solas, durante 20 minutos.
La segunda imagen es la de Cristina Fernández de Kirchner con el dedo medio en alto a su llegada al Congreso, en lo que podría ser la foto del fin de una era en Argentina.
Una población empobrecida, el Estado en quiebra, y el personaje central de la devastación se despide de la política con un “fuck you” a todos sus opositores.
Está acabada. O le queda una vida muy corta en la política, porque al regreso de vacaciones del Poder Judicial, en marzo, le espera la lluvia de juicios por diferentes delitos, destacadamente el de corrupción.
Milei hará un ajuste de choque en la economía y privatizaciones al por mayor, porque no hay dinero.
Se lo acabaron los gobiernos kirchneristas y, cuando ya no hubo, imprimieron el equivalente a siete puntos del PIB en billetes para financiar programas sociales y comprar votos.
Después vendrá la etapa del anarcocapitalismo –como lo ha llamado–, que implica la desaparición casi total del gobierno en en un país cuyos habitantes han vivido, desde que nacen hasta que mueren, desde trabajadores hasta altos empresarios, como rémoras del gobierno, de sus caprichos y de sus corruptelas.
Veremos hasta dónde llega Milei. No es un ignorante autoritario como Trump o Bolsonaro.
Pero su partido, La Libertad Avanza, sólo tiene 40 diputados de un total de 257 curules, y apenas siete de los 72 escaños en la Cámara de Senadores. Carece de gobernadores provinciales (estatales).
La maquinaria peronista (o lo que ello quiera decir) ya tiene listos los carteles para movilizarse y tratar de tumbar a Milei antes del término de su periodo constitucional.
¿Podrá? La intención la tiene. El respaldo popular también, aunque no sabemos si habrá paciencia para resistir los efectos del shock.
Cosas veremos a partir de ahora.
Si hubiera espacio para una tercera imagen, marginal, es la de Milei en el concierto de gala en el Teatro Colón, donde pidió al director de la orquesta que iniciara con una melodía fuera de programa: Balada para un loco.