La resistencia popular española desquició a Napoleón. Lo dijo él mejor que nadie en sus brevísimas memorias de 1820.
“Eché a perder esta empresa por saltarme algunos trámites. Mi modo de destituir a la antigua dinastía podía tener algo de ofensivo para los españoles; quienes, en efecto, picados del honor, no quisieron admitir la que le sustituía.
“El pueblo en masa creyó deber encargarse de la defensa del Estado: no teniendo autoridad ni ejército a quien poder confiarla, tomó sobre sí esta responsabilidad.
“Yo la califiqué de anarquía, y volviendo contra mí todos los recursos que ella me podía prestar, me vine a encontrar luchando contra una nación entera.
“Esta nación era bien poco temible cara a cara, porque delante de mis soldados huía, pero los asesinaba por detrás. Éstos entraban en furor, y no podían menos de vengarse.
“Así, de represalia en represalia, esta guerra vino a convertirse en una continuada escena de horrores y atrocidades.
“Bien veía que este género de guerra imprimía un carácter de violencia a mi reinado; que era un funesto ejemplo para el ejército, y los pueblos; que consumía muchos hombres, y fatigaba al soldado.
“Conocía que la había empezado mal; pero una vez empezada, no era posible abandonarla. El más pequeño revés llenaba de orgullo a mis contrarios; y desistiendo de esta empresa, hubiera vuelto a tener toda Europa sobre mí”.
Veo que la curiosidad despertada en mí por la película de Ridley Scott sobre Napoleón me ha llevado por extraños caminos estos días en este espacio. No la he visto aún, pero ya me hizo viajar.
Muchos lectores se preguntarán qué tienen que ver con nosotros, mexicanos de hoy, las aventuras bélicas napoleónicas, y su invasión de España.
Diré brevemente que la invasión napoleónica de España y Portugal es la que nos volvió naciones a todos los países de Hispanoamérica, y también a Brasil.
La invasión de 1808 interrumpió la legitimidad de la monarquía y produjo la epidemia de juntas que declararon su independencia en los reinos españoles de ultramar: nosotros.
Napoleón es la causa de nuestras independencias por la vía negativa, porque creó un default sin retorno, insalvable, en la legitimidad del gobierno y su autoridad en todo el imperio español.