A ver, ¿quién tenía razón?
Hace 30 años ocurrieron en México dos grandes acontecimientos: la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y el alzamiento armado del EZLN en Chiapas.
El TLC del presidente Carlos Salinas pretendía abrir las fronteras para integrar comercialmente a México con la principal potencia del mundo y con Canadá.
Y el EZLN se alzó contra la globalización capitalista, contra el TLC, le declaró la guerra al Ejército mexicano y su objetivo era derrocar al gobierno e instaurar el socialismo.
El actual grupo gobernante se movilizó contra el TLC porque, decían, se entregaba la soberanía nacional a Estados Unidos y no vaciló en ponerse del lado de Marcos y la guerrilla.
Marcharon contra el Tratado e hicieron caravanas a la selva Lacandona a tomarse la foto con el popular guerrillero, en lo que se recuerda como “los zapatours”.
A 30 años de ambos sucesos, y ahora que ya gobernaron cinco años y medio los que estuvieron del lado del EZLN y sus luchas contra el libre comercio y el capitalismo en general, es momento de comparar y saber quién tenía razón.
Chiapas (cifras de Coneval) sigue siendo el estado con mayor índice de pobreza del país, situación que afecta a 76.4 por ciento de su población.
El 28.2 por ciento de los chiapanecos vive en la indigencia. Esto es, un millón 607 mil personas.
Chiapas es la entidad con menor porcentaje de población no pobre o no vulnerable, 8.1. En cambio, Coahuila tiene a 47.1 por ciento fuera de ese riesgo, Nuevo León a 45.9, Chihuahua a 44.3 y Baja California a 43.2.
Las comunidades zapatistas, es decir los municipios autónomos donde se gobierna según sus bandos, reglas y costumbres, son los más pobres entre los pobres.
Han sido tomados por bandas del narcotráfico y el comercio ilegal de seres humanos. Gran parte del resto del estado, gobernado por sus compañeros de lucha anti-TLC, es decir Morena, también.
Ese fue el libre comercio en que devino el discurso zapatista, sus exigencias y el apoyo de sus aliados que hoy gobiernan Chiapas y el país.
¿Y qué pasó con la “entrega de la soberanía” a través del TLC?
Pasó que México tiene un superávit comercial de 191 mil millones de dólares con Estados Unidos.
Pasó que el TLC ha salvado a México de la quiebra económica.
A pesar de los errores garrafales en las políticas públicas del gobierno actual, que inevitablemente pagaremos, el país recibe inversión extranjera derivada del nearshoring.
Como explicó el viernes en estas páginas Bárbara Anderson, sin el Tratado de Libre Comercio no sería posible aprovechar el nearshoring.
Tenemos los dos océanos y 3 mil 200 kilómetros de vecindad con la primera economía del planeta, con la que nos une un Tratado de Libre Comercio que se logró a pesar de la oposición de los mismos personajes que hoy nos gobiernan.
Se logró a pesar del levantamiento armado de los que postulan otro modelo, anti libre comercio, anti-Estados Unidos, pro-Che Guevara y prodictadura del proletariado.
Entre las cifras que ofrece Bárbara Anderson, destaco que el TLC produce 55 por ciento del PIB de la economía del país.
Ochenta y cinco por ciento de nuestras exportaciones va a Estados Unidos y Canadá.
El libre comercio que combatieron con gritos en las calles los actuales gobernantes, y con las armas sus aliados del EZLN, mueve un intercambio de productos por valor de mil 500 millones de dólares… diarios, con nuestro vecino del norte.
La paradoja es que hoy, cuando los aliados del EZLN y exmilitantes contra el TLC ya tuvieron la oportunidad de gobernar y terminan su periodo, lo único que pueden presumir es que no se les ha caído la economía gracias al dinamismo del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá.
La esperanza de volver a crecer está puesta en la llegada de empresas, a situar sus fábricas en México, junto a Estados Unidos, porque tenemos eso que nuestros gobernantes aborrecían: TLC, hoy T-MEC.
De paradojas hablamos. Para ellos el héroe sigue siendo Marcos y el antihéroe es Carlos Salinas.
Si hubiera algo de honestidad intelectual en nuestros gobernantes y en no pocos articulistas, a 30 años de distancia tendrían que reconocer quién tuvo la razón: Salinas.
¿O no?