Recuerdos de Pancho León
En el polémico reportaje publicado en ProPublica sobre un presunto financiamiento del Cártel de Sinaloa a la campaña presidencial de Andrés Manuel López Obrador en 2006, el dos veces ganador del Pulitzer, Tim Golden, relata que un día de 2008 un abogado de nombre Roberto López Nájera apareció en la embajada de Estados Unidos en México y pidió hablar “con alguien de la DEA”.
López Nájera se presentó como asesor legal del entonces poderoso narcotraficante Edgar Valdez Villarreal, La Barbie, una figura relevante del Cártel de Sinaloa.
López Nájera, cuenta Golden, entregó a los agentes un relato tan convincente que decidieron convertirlo en testigo protegido y le dieron un nombre clave: “Jennifer”.
“Jennifer” sería el origen de la versión sobre el financiamiento del crimen organizado a la campaña de López Obrador. Relató que en 2006 La Barbie se reunió en un hotel de Puerto Vallarta con dos hombres de negocios “que estaban allí con el conocimiento y la autorización de López Obrador”. Uno de ellos el empresario duranguense Francisco León García, conocido como Pancho León.
En esos días, Pancho León había lanzado su candidatura al Senado por el PRD. “Jennifer” le dijo a los agentes que a cambio de dinero para la campaña, Pancho León había prometido “que un futuro gobierno de López Obrador seleccionaría funcionarios de la ley que serían de ayuda para los traficantes”.
A los traficantes —escribe Golden— se les dijo que AMLO “no nombraría a un procurador general que ellos percibieran como hostil a sus intereses”. La Barbie aceptó el trato y entró en contacto, según los funcionarios de la DEA, con dos personajes cercanos a López Obrador: Nicolás Mollinedo y Mauricio Soto Caballero.
La versión ha sido negada por Mollinedo y por el propio López Obrador. Tim Golden dice que Soto Caballero no le contestó el teléfono cuando quiso interrogarlo sobre el tema.
Pancho León desapareció en una carretera poco después de que AMLO perdiera la elección. Según “Jennifer”, era amigo cercano de otro de los jefes del Cártel de Sinaloa, Sergio Villarreal, El Grande.
En el tiempo en que transcurría esta historia, El Grande era precisamente el jefe de plaza del Cártel de Sinaloa en la comarca lagunera y sostenía una guerra a muerte por el control del territorio con los líderes de los Zetas, Heriberto Lazcano y Miguel Ángel Treviño.
En medio de esa guerra, Pancho León lanzó su candidatura al Senado. Su slogan de campaña era “Yo AMLO a Pancho León”.
Empresario marmolero heredero de una inmensa fortuna, dueño de hoteles en Acapulco, Puerto Vallarta y Cancún, fue invitado por Manuel Camacho Solís a sumarse al PRD en tiempos en que este partido no pintaba en La Laguna.
León era bailador, alegre, dicharachero, y hacía un derroche de recursos que permitió que al cierre de campaña de AMLO en la Comarca Lagunera llegaran 1,200 autobuses, más de 5 mil sillas y la Arrolladora Banda Limón. La derrama de recursos llegó a tal punto que sus rivales políticos pidieron que se investigara el origen del dinero. Le apodaron “El rey del acarreo”.
Desde entonces corrían rumores —la prensa de la época los documentó— de que su amistad con El Grande, lugartentiente de La Barbie, era una de las causas de tal ostentación.
En febrero de 2007, cuando se dirigía a una reunión en compañía de un primo y un escolta, su rastro se perdió. “Parece que se vaporizó”, declaró su asesor, Armando Navarro. La desaparición levantó un escándalo en la Comarca Lagunera. En una extrañísima declaración, el presidente estatal del PRD, José Arreola, se apresuró a apuntar que Pancho León no era militante del partido y reclamó: “¿Por qué no lo relacionan con el PT o Convergencia? (los partidos que formaban, con el PRD de AMLO, la llamada Alianza por el Bien de Todos).
Dos jefes de sicarios de Los Zetas, Juan Vera, El Colmillo, y un “comandante” conocido como Pinki, habían soltado en esos días el infierno en La Laguna. Masacres, tiroteos en la vía pública, secuestros, extorsiones, reclutamiento forzoso de jóvenes y adolescentes, calcinamiento de cuerpos, cuotas a bares, cantinas y giros negros.
El crimen organizado tomó el control de las cárceles y de las policías. Un alcalde declaró: “No se podía decir que la policía estaba infiltrada por el crimen organizado. La policía era el crimen organizado”. Las cosas llegaron al extremo de que 900 policías municipales fueron despedidos por vínculos con el narcotráfico.
Más de cuatro mil personas fueron asesinadas en unos años. Cerca de 500 desaparecieron en ese tiempo.
Entre ellas estaba Pancho León, cuyo caso nunca fue resuelto y cuyo nombre, hoy se sabe, figura desde 2010 en los archivos de la DEA vinculado a una supuesta inyección de recursos del crimen organizado a la primera campaña del actual presidente de México.
Hay cosas que podrían cuadrar, como dicen los abogados, en tiempo, forma y lugar, con el reportaje de Golden.