Los expertos consultados para este reportaje son conscientes de lo que pesa el símbolo corporativista del gran sindicato petrolero para una opción política, pero se muestran confiados en un “nuevo contexto” emanado de las reformas laborales de este sexenio, que han abierto las puertas a la democracia sindical. Como ocurre en cualquier país occidental, explican, los sindicatos pueden exigir a los candidatos compromisos en favor de los trabajadores y prestarles su apoyo a cambio. Qué tanto sea cautivo ese voto depende, de nuevo, de la democracia y autonomía que hayan ido conquistando los trabajadores.
Romero Deschamps renunció al cargo en 2019 acosado por las presiones del nuevo Ejecutivo de Andrés Manuel López Obrador y la Fiscalía, lo que se interpretó como un símbolo de que algo se estaba moviendo. Acuciado por Estados Unidos y el Tratado de Libre Comercio, la reforma laboral mexicana estableció, entre otras garantías, un nuevo sistema de voto libre y secreto para los trabajadores sindicados que tuvo algunos momentos esperanzadores, sobre todo en el sector automotriz. La expectación era máxima cuando se celebraron las elecciones sindicales en la paraestatal Pemex, pero el resultado dejó frío a quien esperaba cambios sustanciales. Ricardo Aldana, tesorero y del círculo cercano al antiguo líder, se alzó con el 70% de los votos y cerca de 200 quejas de irregularidades reportadas ante la Secretaría del Trabajo. El asunto seguía oliendo al viejo sistema cocinado durante décadas priistas.
La novedad es que hoy no hay un partido único y el PRI integra una alianza con las derechas del PAN para conquistar las urnas. ¿A quién van a apoyar los grandes sindicatos? La práctica de las democracias más sólidas indica que pueden hacerlo por quien quieran. “Que desde Pemex se envíe una señal de voto corporativo sería algo negativo, sugiere tiempos que ya se quisieron dejar atrás, pero eso no quiere decir que los sindicatos no tengan opciones políticas como en cualquier parte del mundo”, empieza Graciela Bensusán, experta en sindicalismo de la Universidad Autónoma Metropolitana en el campus de Xochimilco. “Es consustancial el intercambio político y sindical, el diálogo para conseguir mejoras para los trabajadores”, afirma, “ya no estamos en aquellas épocas en las que había un vínculo orgánico, un compromiso recogido en los estatutos. Aldana puede sugerir un voto por Sheinbaum, algo que quizá veremos por parte de otros sindicatos y quizá por otros partidos. Lo que hay que analizar es qué efecto tenga entre los trabajadores aludidos, si será respetado este reclamo del líder”, explica.
Si así fuera, la candidata morenista se garantizaría más de medio millón de votos, pero, como informó el diario Reforma, cuando Aldana pidió el apoyo para Sheinbaum en una reunión reciente con la dirección sindical y los líderes seccionales a puerta cerrada, recibió algunos abucheos. Eso también es significativo de cierto aperturismo entre los trabajadores, que ya no se someten a la disciplina férrea que antes imponía la dirigencia. Pero todo está por verse. Los empleados de Pemex y sus familias gozan de unas condiciones en el terreno laboral y de servicios sanitarios y pensiones muy distintas de otros sectores, que se han ido ganando en ese intercambio político y sindical, un contrato colectivo privilegiado.
El asunto es qué alternativas políticas pueden considerar los millones de empleados en México. “Este sexenio ha sido muy destacado en las políticas laborales, quizá las más progresistas de todas”, opina Bensusán, y menciona los salarios mínimos por encima de la inflación, así como las pensiones, que quieren reformarse para alcanzar el 100% de lo cobrado en la vida activa, sin olvidar la reforma laboral y el aperturismo sindical. “Votar libremente no quiere decir que haya mejores opciones para hacerlo. Ahora hay debate político, pero ¿alternativas?”, señala la autora de más de 20 libros sobre sindicalismo en México.
Muy parecido opina Alfonso Bouzas Ortiz, coordinador del Observatorio Ciudadano de la Reforma Laboral e investigador de Estudios del Trabajo de la UNAM, quien también habla de un “nuevo contexto” político y sindical en México. Aldana, dice, “ya no habla desde el partido [único] sino desde su lugar sindical y vende su apoyo a cambio de diálogo que contemple los intereses de los trabajadores”. “Lo veo con buenos ojos, también los candidatos tienen el derecho de tocar todas las puertas en busca de votos y de perseguir su mayoría electoral”, sugiere. A su parecer, “el escenario de fondo ahora es el desmoronamiento del sindicalismo tradicional, donde las organizaciones han sido bien tratadas. Ahora negociarán su papel en la construcción de la política nacional”.
Los expertos opinan que es el electorado, sindicalizado o no, quien tiene que transitar hacia una democracia plena, como ocurre también con las elecciones sindicales, un cambio cultural, en definitiva.
La incógnita de la CNT
Hay que observar, además, si en el transcurso de la campaña electoral, los diversos sindicatos se decantan por otras opciones políticas. En los últimos comicios de Coahuila, por ejemplo, el gran líder de la Confederación de Trabajadores de México (CNT), Carlos Aceves del Olmo, apoyó al priista Manolo Jiménez Salinas, que logró la gubernatura. No en vano, el histórico dirigente de la CNT, con 83 años, es senador del PRI, aunque en su calidad de líder sindical se sienta a la mesa con el presidente del Gobierno el día del Trabajo. Combinar un puesto político con uno sindical y reunirse con el presidente de turno en lugar de acudir a las manifestaciones del 1 de mayo son algunas de las peculiaridades del sindicalismo mexicano. El propio Aldana declaró en esa fecha el año pasado: “No hay ningún problema con el Ejecutivo federal, estamos perfectos”.
La relación de los sindicatos con el priismo ha sido tan estrecha que la nueva coyuntura política puede deparar sorpresas. El PRI y el PAN caminan ahora juntos y cabe la posibilidad de que algunas centrales sindicales decidan apoyar esta alianza, mientras que otras opten por Morena. Si se atiende a la trayectoria de los grandes sindicatos, puede esperarse de ellos cualquier cosa, acostumbrados, como estaban, a poner gobernadores y apoyar al candidato que fuera a resultar ganador. Esa era la inercia de la que todavía no están libres del todo.
El abogado y experto en sindicalismo Arturo Alcalde es de los que opinan que los trabajadores no deben ponerse del lado de la derecha, “sino contrarrestar su fuerza” y cree que en este momento hay una corriente política en México que les beneficia, Morena, por lo que ve “positiva” la definición del líder de Pemex a favor de la candidata Sheinbaum. Pero es consciente del desprestigio que arrastran algunos sindicatos y alerta de que “tanto quienes acepten estos apoyos como quienes los ofrezcan deben respetar la autonomía sindical y dejar claro que no pretenden reproducir viejos esquemas, para que no sea contraproducente” en términos políticos. “Se trata de preservar la autonomía entre los partidos políticos y sindicatos, pero estos pueden coincidir con ciertos programas electorales que les son más favorables a sus intereses como trabajadores”.
Defensor de la llamada Cuarta Transformación del presidente Obrador, Alcalde cree que el actual sexenio ha roto obstáculos del pasado en este ámbito y ha avanzado “hacia la protección salarial, la justicia y la libertad de los trabajadores. Sheinbaum está en esa misma línea, en clara alianza con los intereses populares, no en las viejas alianzas falsas que eran más con los líderes que con los empleados”, afirma. “El voto libre hay que preservarlo”, dice, y no le incomoda “un posicionamiento político por parte de las organizaciones sindicales, sea Pemex o no sea Pemex”. Preguntado por la imagen que esto pueda dar, opina: “Claro que hay riesgo, es fácil que [estos apoyos] se asocien con el viejo esquema de las organizaciones sindicales vinculadas al Estado”.