Nayib Bukele cosechó el domingo una victoria aplastante en las elecciones de El Salvador. El presidente gobernará el país centroamericano otros cinco años después de haber conseguido el 85% de los votos, según los datos que ha hecho públicos él mismo sin esperar a la difusión de los resultados oficiales del Tribunal Supremo Electoral ―los primeros datos del escrutinio, situado aún en el 31,49%, dan una amplia victoria para Bukele, que multiplica por más de 10 el número de papeletas del segundo aspirante, el FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional) ―. Un resultado inaudito que certifica la defunción de cualquier atisbo de oposición. Además, su partido, Nuevas Ideas, ha arrasado también en la Asamblea Legislativa, donde contará con 58 de los 60 diputados, siempre según los datos del presidente. Esto le permite continuar el tiempo que quiera con el régimen de excepción con el que ha desarticulado a las pandillas y ha enviado a prisión a más de 70.000 personas. Sus seguidores celebraron la victoria por las calles ondeando banderas y parando el tráfico. El cielo estrellado de San Salvador se iluminó momentáneamente por los fuegos artificiales.
No ha habido ninguna sorpresa. Bukele, de 42 años, es inmensamente popular por haber rebajado al mínimo durante su Gobierno los homicidios y las extorsiones. El Salvador ha dejado de ser, de golpe, uno de los países más peligrosos del mundo. Las maras, que aterrorizaron a la población durante décadas, han sido desarticuladas, según los expertos en seguridad. Las organizaciones humanitarias, sin embargo, han denunciado que esa política de mano dura se ha llevado a cabo vulnerando algunos de los derechos fundamentales de los ciudadanos. Los detenidos no tienen apenas contacto ni con sus familiares ni con sus abogados. En el Cecot, la prisión construida por el Gobierno para albergar a supuestos terroristas, se entra con facilidad, pero resulta casi imposible, a día de hoy, ver de nuevo la luz del día.
Nada de esto ha tenido ninguna incidencia en la campaña. Bukele achaca las críticas a un enemigo exterior al que identifica con las oenegés, el filántropo George Soros, los medios de comunicación y una corriente liberal que quiere perjudicarlo. Se refiere a menudo a ellas como “las élites”, pese a que él proviene de una familia rica. Los salvadoreños han oído algunas de estas quejas y son conscientes de que han sido detenidos algunos inocentes, pero anteponen a todo esto los evidentes logros en materia de seguridad del presidente. Ya no tienen a un pandillero en la puerta de casa que los extorsione ni temen circular por ciertos barrios. “Sí, de acuerdo, han ocurrido algunas cosas desagradables”, dicen muchos, “pero estamos mil veces mejor que antes”.
Bukele gobierna con un pequeño círculo de confianza conformado por sus hermanos Karim, Ibrahim y Yusef, todos hijos de Armando Bukele, un empresario de origen palestino polígamo, ya fallecido, que tenía un programa de televisión en el que abordaba asuntos culturales y políticos. Armando poseía una empresa de comunicación que asesoraba al FMLN, el partido de la izquierda de El Salvador, en el que Bukele comenzó su carrera. Gobernó un pueblo pequeño cuando solo tenía 31 años y después dio el salto a la capital, San Salvador. Cuando quiso aspirar a la presidencia y los órganos del partido se lo impidieron, creó un partido alrededor de su figura, una oda a sí mismo con la que venció en 2019 y lo ha vuelto a hacer ahora, en 2024. Ha asegurado que no modificará la Constitución salvadoreña para buscar una tercera elección, pero algunos creen que su ambición es tal que no se lo imaginan saliendo por las puertas de palacio.
Las felicitaciones de los mandatarios extranjeros llegaron incluso antes de que se dieran a conocer los resultados oficiales. No tenían margen de error, la victoria llevaba estampada el nombre de Bukele. Uno de los primeros en pronunciarse fue el presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, quien aseguró que el pueblo salvadoreño “ha hecho escuchar su voluntad”. “Guatemala les tienda la mano para avanzar en paz y desarrollo para nuestras naciones hermanas”. No tardó mucho China, el país que ha financiado la construcción de una biblioteca espectacular en el centro de San Salvador, en aparecer y calificar de “histórico” el triunfo. La canciller mexicana, Alicia Bárcena, felicitó a El Salvador por su “pacífica jornada electoral” y a Bukele por su victoria. Xiomara Castro, la presidenta de Honduras, señaló que el firme compromiso de Bukele con la seguridad “habló contundentemente en las urnas”.
El ganador apareció en el balcón presidencial pasadas las diez de la noche. De fondo sonaba The end of the world, de REM. “Este día El Salvador ha roto todos los récords de todas las democracias en todas las historias del mundo”, dijo con tono grandilocuente. “Desde que existe la democracia nunca un proyecto había ganado con la cantidad de votos que hemos ganado este día. Es literalmente el porcentaje más alto de toda la historia. Es la diferencia entre el primero y el segundo lugar más alta de toda la historia”, agregó.
Aseguró que va a ser la primera vez que exista “un partido único en un sistema democrático, toda la oposición junta quedó pulverizada”. A continuación hizo un resumen de cómo había sido su gobierno en estos últimos cinco años: “El Salvador ha vuelto a hacer historia. En el 2019 vencimos el bipartidismo que nos tenía sometidos y pasamos la página a la posguerra. Pero no teníamos gobernabilidad, recuerden cómo peleábamos con la Asamblea. En el 2021 ustedes nos dieron no una mayoría simple, sino la mayoría calificada en la Asamblea Legislativa, con la que pudimos sacar a la Sala de la Constitucional anterior, sacar al fiscal general anterior, aprobar lo que necesitábamos para el plan de control territorial y en marzo de 2022 aprobar el régimen de excepción”.
Horas antes, en una rueda de prensa, Nayib Bukele había defendido su gestión frente a las críticas del exterior: “Esta es la primera vez que hay democracia en el país”. Bukele se ha mostrado muy sensible con los que recogen las críticas de las organizaciones de derechos humanos o los señalamientos de que el país se desliza hacia el autoritarismo. “No hay dictadura, la gente está votando en democracia. El pueblo dice: no estoy oprimido, estoy feliz”, insistió en varias ocasiones.
Bukele defendió su gestión en materia de seguridad. “El Salvador tenía un cáncer con metástasis. El 85% del territorio estaba dominado por las pandillas. Hicimos cirugía, quimio, radioterapia y vamos a salir sanos, sin el cáncer de las pandillas. Resolvimos lo que nos estaba matando. Lo que viene ahora para El Salvador es un periodo de prosperidad”, dijo. Cuando él llegó al poder, comenzó a gobernar “el país más peligroso del mundo y ahora es el más seguro del hemisferio occidental”. Aseguró que en breve el pequeño país centroamericano tendrá datos parecidos a los de Canadá.
Se mostró muy crítico con los medios internacionales, que considera “enviados de George Soros”. Acusó a The New York Times, EL PAÍS y Univisión de no contar la realidad de la nación que gobierna. A la pregunta de este periódico de si compartía las palabras de su vicepresidente, Félix Ulloa, que días antes había dicho al Times que el Gobierno estaba desmantelando la democracia, sustituyéndola por “algo nuevo”, Bukele dijo, visiblemente molesto, que tendría que escuchar la grabación de esa entrevista para estar seguro porque desconfía del periódico neoyorkino. “Nosotros no estamos sustituyendo la democracia porque El Salvador jamás tuvo democracia. Esta es la primera vez en la historia que El Salvador tiene democracia. Y no lo digo yo, lo dice el pueblo. La definición de democracia, la real, no la inventada por las élites, es demos y kratos, el poder del pueblo. No dice la élite o la ONG o el periódico Lo País. Dice el poder del pueblo, demos y kratos. El pueblo, demos, que tiene el poder, kratos, [dice] queremos un régimen de excepción. Queremos la política de seguridad del presidente”. En el balcón presidencial, a la hora de anunciar su victoria, volvió a dedicar tres minutos de su discurso a criticar duramente a EL PAÍS.
Bukele ha defendido el haber aplicado soluciones propias, no las que se han utilizado en otros países. “Escuchamos las recetas del exterior, cuando nos desangrábamos y vinieron 50 años de sufrimiento. Ahora es nuestro tiempo de salir adelante”, dijo Bukele. Los salvadoreños han decidido de manera abrumadora que continúe en el cargo después de haber reducido al mínimo la violencia, la gran preocupación histórica del país. El Salvador queda de nuevo en sus manos.