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Crisis, hambre y tensiones internas: la caída del ministro de Economía de Cuba expone el colapso de la isla

Era el alto funcionario que pilotaba la economía de Cuba desde 2018 y su gestión estuvo marcada por el fracaso absoluto. Todos los planes de recuperación que anunció se estrellaron, entre ellos la llamada “Tarea ordenamiento” de 2021, que prometió a los cubanos una mejora a través del fin de la doble moneda y una revisión de los precios. El resultado fue el aumento de la inflación y la profundización de una crisis que dio pie al mayor éxodo migratorio en la historia de la isla. La destitución del viceprimer ministro y ministro de Economía y planificación, Alejandro Gil Fernández, ordenada hace diez días por el presidente Miguel Díaz-Canel expone un colapso en el que se mezclan distintos factores: la emergencia alimentaria, el desmantelamiento de sectores estratégicos como la producción de azúcar, casi inexistente, un déficit fiscal un 18.5 % más alto que el de la década anterior y tensiones en el aparato gubernamental, según analistas y la propia hermana del exministro, María Victoria Gil.

Fue precisamente ella, popular presentadora cubana, rostro del espacio televisivo De la gran escena por 29 años y hoy asentada en Tenerife, quien afirmó que su hermano era la “persona más odiada de Cuba”. Gil Fernández fue el encargado de dar las peores noticias de los últimos años. Aun así, Díaz-Canel le felicitó públicamente el 6 de febrero por su 60 cumpleaños, en medio de otros muchos mensajes de economistas, dirigentes políticos, miembros del Partido Comunista y cuadros ministeriales. “Otro abrazo para Alejandro Gil Fernández, en su cumpleaños”, escribió el gobernante en X —antes Twitter—. Era el segundo abrazo que le enviaba en tan solo unos días, ya que el día de su destitución le había trasladado otro.

En 2018 Gil Fernández, de Villa Clara como Díaz-Canel, fue promovido al puesto de ministro de Economía el mismo año en que el actual mandatario asumió la presidencia del país. Si Díaz-Canel llegó para sustituir al octogenario Raúl Castro, Gil Fernández ocupó el cargo que hasta el momento ostentaba Ricardo Cabrisas, de entonces 82 años. Ambos, de menos de sesenta años, formaban parte no solo de una trasposición de poderes sino de un cambio generacional y de imagen. Por primera vez no amasaban los más altos cargos del país quienes hicieron la Revolución de 1959.

Cuando ocupó el cargo, la economía cubana no era un territorio muy complaciente pero sí menos árido que ahora. Las reformas económicas que comenzaron con Raúl Castro en el poder, aunque no resolvieron los problemas estructurales de la economía, significaron un respiro sobre todo con el nacimiento del incipiente sector privado, el auge del cuentapropismo y cierta apertura a la inversión extranjera. En Cuba, que transitaba el proceso de la reanudación de relaciones con Estados Unidos, y donde cada semana aterrizaba una celebrity como Paris Hilton o Beyoncé, el escenario parecía prometedor. No está claro qué hubiese sucedido si Donald Trump no hubiese frenado la política de Obama hacia la isla, algunos opinan que los cubanos vivirían en mejores condiciones y a otros no les convence la idea de ver a La Habana Vieja convertida en la pasarela de Karl Lagerfeld, pero lo cierto es que todo lo que vino luego aceleró el empobrecimiento del pueblo cubano.

El economista Pavel Vidal, quien trabajó en el Banco Central de Cuba (BCC), afirma que a Gil Fernández le correspondió una primera fase en la que ya se habían detenido muchos de los impulsos de las reformas que había comenzado Raúl Castro. “Esos primeros años de Díaz-Canel fueron de un inmovilismo bastante grande, le tocó ese periodo de muy poco impulso en las reformas estructurales, no había mucho margen de acción en ese momento”.

Ahora que deja atrás un cargo que ocupará Joaquín Alonso Vázquez, hasta entonces ministro presidente del Banco Central de Cuba, Gil Fernández deja a los cubanos un peor país. “El país en el 2018, comparado con el de 2024, tenía una mejor situación”, asegura Omar Everleny Pérez Villanueva, exdirector del Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de La Habana. “Cuba recibía casi cuatro millones de turistas, el poder adquisitivo de la población era más alto, no había dificultades con el combustible, el déficit fiscal era del 8% con respecto al PIB, se entregaba la canasta básica normalmente”, dice. Ahora Gil Fernández deja un país en un contexto mucho más adverso.

Al economista cubano Mauricio de Miranda, profesor titular de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali, Colombia, le resulta difícil identificar algún logro de Gil Fernández como ministro. “Probablemente sea buena persona, no lo sé. Se le ve como alguien campechano. Pero esas características no son suficientes para ser ministro”, apunta. “A menudo algunas afirmaciones suyas demostraban una débil formación económica y un apego a los dogmas repetidos. Los errores son suficientes para explicar su destitución, aunque estoy casi seguro que él no hizo otra cosa que seguir la línea que le dieron”.

Everleny, por su parte, siempre valoró en Gil Fernández su apoyo a la apertura al sector privado con la creación de las Mipymes, pequeñas y medianas empresas que se aprobaron en 2021 con reconocimiento jurídico, tras décadas de prohibición, aunque aún son muchas las restricciones que el Gobierno impone a estos emprendimientos. “En sus discursos las defendía a ultranza”, asegura el economista. “Fue flexible y ágil en la aprobación de las Mipymes, llegándose a tener en dos años más de 10 mil aprobaciones”.

Los especialistas coinciden en que una de las peores decisiones económicas en las que Gil Fernández estuvo involucrado fue en la llamada “Tarea ordenamiento” de 2021, que pretendía sacar a Cuba del estancamiento económico, poniendo fin a la dualidad monetaria, eliminando el peso convertible o CUC, e implementando una reforma de precios, salarios y pensiones. “A él le tocó también tratar de resolver las consecuencias negativas de esa fallida reforma monetaria”, indica Vidal. “Fue un desafío importante que tuvo y creo que no lo manejó bien. Creo que es un fallo importante de todo el diseño de política económica en Cuba”. También opina que el exministro fue parte de un programa de medidas “tomadas año tras año, medidas que recaían sobre lo mismo, medidas parciales, que iban a poner determinados parches en determinadas situaciones, insistiendo en buscar eficiencia en la empresa estatal socialista, pensando que el modelo cubano es mejorable, la idea de no cambiar drásticamente, no hacer reformas profundas sino buscar el perfeccionamiento en que se ha insistido tantas veces y que no funciona”.

No obstante, los economistas no creen que, a modo de comparación, Gil Fernández haya sido estrictamente un ministro de Economía peor que los anteriores. “No podría decirte que fue peor que el ministro anterior en su ejecutoria, pero la situación que atravesó sí fue muy adversa”, dice Everleny. Del 2018 a la fecha, Cuba ha visto el efecto de la política de mano dura de la administración Trump, los rezagos de la pandemia de coronavirus y la consiguiente caída del turismo, un sector fundamental en la economía y del cual no ha vuelto a recuperarse; además de una disminución de la ayuda de petróleo proveniente de Venezuela y México, y una situación internacional adversa marcada por las guerras, que ha afectado las economías mundiales.

En un país con una alta centralización de los poderes, resulta imposible identificar un culpable de la situación económica que atraviesa. “El no es el único responsable de los resultados económicos que ha dejado”, opina Everleny. “En Cuba hay una alta centralización, lo que significa que las principales decisiones las aprueban los niveles superiores. Las estructuras de poder están diseñadas para que nadie se enrumbe por un camino diferente, y no me refiero a cambio de sistema, sino de cambios en la forma de hacerse economía, como un nuevo papel del mercado”. Sobre la voluntad de hacer algún cambio que haya podido tener Gil Fernández, el economista cree que, si los hubo, nunca lo demostró con resultados. “Me refiero a los reales cambios que se necesitan para salir del estancamiento, él defendía la posición oficial del país”.

Junto con Gil Fernández también fueron destituidos de sus puestos otros funcionarios, como Manuel Santiago Sobrino Martínez, ministro de la Industria Alimentaria, y Elba Rosa Pérez Montoya, ministra de Ciencia. Aunque nadie avizoraba las destituciones, a inicios de año Raúl Castro exhortó a los dirigentes que no estuviesen capacitados a abandonar sus puestos: “Quienes, por insuficiente capacidad, falta de preparación o simplemente por haberse cansado, no estén a la altura que exige el momento, deben ceder su puesto a otro compañero o compañera dispuesto a asumir la tarea”, dijo. Pero la destitución de Gil Fernández, en medio de reformas económicas, no dejó de sorprender y desató muchas especulaciones: ¿Por qué ahora y no antes? ¿Por qué ahora, en medio de la crisis económica que parece no tener fin?

Lavado de cara y discrepancias internas

Algunos se lo explican con que el Gobierno, con Díaz-Canel al frente, pretende lavarse el rostro por la insatisfacción que desencadenó en los cubanos el anuncio de un paquete de medidas anunciadas para aliviar los estragos de la economía a largo plazo, pero que significa un golpe directo al bolsillo de la población, con el aumento de más del 500% del precio de la gasolina, el incremento de la tarifa de electricidad, del cilindro de gas licuado y el agua, medidas que, aunque estaban anunciadas para comenzar desde el pasado 1 de febrero, el gobierno ha tenido que retrasar. “Yo creo que se necesitaba sacrificar un peón en la mesa de ajedrez para que la culpa del desastre económico cayera sobre el Ministerio de Economía y Planificación, sabiendo todos que un hombre no puede ser el responsable de la crisis económica que se atraviesa”. Había que nombrar a un culpable y le ha tocado a Gil Fernández, pero todos coinciden en que el gran problema en Cuba no radica ni está en las manos de una sola persona.

“Hay dos hipótesis”, dice Vidal. “Quieren poder hacer borrón y cuenta nueva después de tantos fracasos y de todo lo mal que le ha ido a la economía, todas las promesas que no se han cumplido en cuanto a recuperación, puede ser una estrategia para intentar buscar un culpable y dar una nueva imagen, con nuevos ministros y nuevas políticas y generar algún poco de esperanza, lo que no creo que ya funcione”, asegura. “Esa es una variante, lo ha hecho el Gobierno cubano en ocasiones anteriores y lo hacen todos los Gobiernos cuando las cosas no funcionan”. Vidal también cree que puede haber algún tipo de contradicción entre la Asamblea Nacional del Poder Popular, donde según él, el pasado año hubo riñas en cuanto a “los datos del presupuesto que se estaba presentando y las medidas que no tenían coherencia con lo que había anunciado el primer ministro Manuel Marrero”.

María Victoria, sin embargo, aseguró en declaraciones al youtuber Darwin Santana que su hermano tuvo importantes discrepancias con las altas esferas del Gobierno sobre las políticas económicas. “Ha estado molestando porque se ha opuesto rotundamente a toda una serie de medidas que se van a implantar en nuestro país y que cada vez son pensadas para perjudicar aún más al cubano”, dijo.

Gil Fernández no será, de ahora en adelante, la persona que diga que no hay leche para los niños, que la canasta básica “es una distorsión que tenemos que corregir”, que “la economía está en una situación compleja”, que el país no tiene créditos para comprar alimentos en el exterior, ni será la persona que tras una mala noticia pida al pueblo seguir teniendo confianza en la revolución y el socialismo. Su hermana María Victoria ha dicho que supo por su cuñada que Gil Fernández está “muy dolido” y “muy decepcionado” con la destitución. “Es de dominio público que el Gobierno cubano, a lo largo de su triste historia, ha utilizado a sus dirigentes a conveniencia y, cuando ya no les son útiles, cuando se enfrentan y dejan de ser títeres, los desaparecen y los desprecian”, escribió en Facebook la presentadora. “Mi hermano lo único que ha hecho ha sido trabajar sin descanso, intentar salvar lo insalvable”.

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