No sabemos cuánto durará el maratón, ni a cuántos muertos llegará. Sabemos que ha cobrado miles de muertes más cada sexenio y que su final no está a la vista de los corredores, en este caso los gobiernos de México.
No hay una meta definida ni alcanzable al final de la carrera, que ha tenido descensos porcentuales pero que está en el punto más alto del número de muertos en la historia del maratón.
Durante los seis años del gobierno de Vicente Fox (2000-2006) hubo 60 mil 280 asesinatos. En el de Felipe Calderón (2006-2012), hubo 120 mil 463. En el de Enrique Peña (2012- 2018), 156 mil 066. En el de López Obrador van más de 178,000.
A los homicidios hay que añadir los desaparecidos, presumiblemente muertos en su mayor parte, desaparecidos por sus asesinos.
Según el sitio internacional Statist, entre enero de 2006 y septiembre de 2023, se contabilizaron en México 95.900 personas desaparecidas o no localizadas, de las que más de un 70% fueron hombres jóvenes, menores de 40 años.
La mitad de las desapariciones se registraron en el último lustro, durante el gobierno actual.
No sorprende, dado su normal proceder contra los datos duros, que el Presidente haya emprendido la tarea de desaparecer las cifras de desaparecidos.
Si se añaden los desaparecidos a los homicidios, el maratón de la muerte en que México lleva ya tres gobiernos consecutivos alcanza cifras estratosféricas.
La estrategia de “abrazos no balazos” ha sido la cuesta más alta y más cara del maratón que estamos corriendo.
El Presidente ha dicho: Les guste o no, mantendremos el camino. Lo mismo ha dicho su candidata Claudia Sheinbaum: seguirá el maratón.
Ambos, con el argumento de que la violencia no se combate con violencia, sino que deben atacarse sus causas y abrazar, dijo Sheinbaum, no a los criminales, sino a los jóvenes.
Bueno, son precisamente los jóvenes quienes más mueren en el maratón. ¿Cuándo van a empezar a abrazarlos en vez de a enterrarlos?
¿Cuántos muertos faltan para terminar el maratón?