Hace tres años (marzo de 2021, en el 83 aniversario de la expropiación), el presidente López Obrador anunció acciones para limpiar Petróleos Mexicanos y rescatar la industria de hidrocarburos.
Una medida, se entendió, en defensa de la soberanía nacional y la autosuficiencia energética.
Juzgada inclusive como “antipatriótica”, la conveniente reforma energética del peñanietismo fue satanizada y se apostó por la incosteable producción de gasolinas.
AMLO enfatizó entonces que se protegería a la petrolera para mantener su participación en el mercado y asoció su determinación con la del presidente Cárdenas:
“Aun con el paso del tiempo, esa decisión serena y firme seguirá siendo un ejemplo de cómo actuar para enaltecer la dignidad nacional y perseverar en la construcción de una patria más libre, más justa, más democrática y más soberana (…). Repito lo que he venido diciendo a lo largo de muchos años: el único dueño del petróleo es el pueblo de México”.
¿Sí?
Pues el ilusorio “dueño” se entera que “su” empresa está tan mal que la Secretaría de Hacienda le condonó 86 mil 640 millones de pesos de impuestos (Derecho de Utilidad Compartida), correspondientes a los últimos cuatro meses.
En aquella conmemoración, el mandatario presumió que toda la materia prima sería procesada en México, que el crudo se destinaría a la refinación, y que terminaba la política de exportar petróleo e importar gasolinas.
Pésimo negocio para la petrolera más endeudada del mundo (108 mil millones de dólares).
Echar abajo la reforma heredada del peñanietismo se volvió una obsesión, optando por reiniciar la edificación de la coquizadora de Tula, invertir en la modernización de las refinerías existentes, comprar la mitad restante de Deer Park y la insensata construcción de una en Dos Bocas (gastando a la fecha el doble de lo presupuestado: 16 mil en vez de ocho mil millones de dólares).
Pemex enfrenta graves problemas de liquidez y en 15 años no ha reducido sus compromisos financieros.
La condonación de sus impuestos entraña una cierta “privatización” porque lo perdonado por Hacienda es propiedad de la Nación, y de ese dinero nadie más que la empresa y su sindicato se beneficiará.
Su mejor negocio sería extraer crudo de los mantos más accesibles y explotación de bajo costo, como se contemplaba con anterioridad al cambio de política energética.
Convertidos los suyos en bonos chatarra, Pemex está en virtual estado comatoso.
En diálogo con Leonardo Curzio (Radio Fórmula), el analista Macario Schettino dijo que la empresa debe concentrarse “donde realmente es negocio” y dejar de refinar.
Pemex, recordó, “tiene más jubilados que personal trabajando”, y dijo esperar “que esto ya lo hubieran entendido todos, pero en particular ni el presidente ni su equipo lo han entendido. Ya nos costó mucho dinero el aprendizaje. Ahora ya ni le entienden, ahora ya no tiene importancia. A ver el próximo equipo, la próxima presidenta, a ver qué es lo que decide, pero ahora no hay una salida…”.