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No más injurias, pide el Obispo; "quien me critica también puede cambiar"

No más injurias, el que critica también puede cambiar: Ramón Castro Castro.
 

 

Monseñor Ramón Castro Castro, obispo de la Diócesis de Cuernavaca, hizo un llamado a la transformación y a vivir en plenitud la misericordia. La Iglesia, dijo, es misericordiosa con aquellos que le critican pues está plenamente convencida que pueden cambiar, como todos, en sus juicios y obras.

Esta vez no hubo entrevista con medios de comunicación, se mantuvo reservado, llegó deprisa a dar la misa de las 12:00 horas y al término de ésta lanzó bendiciones.

La homilía dominical versó sobre el «hijo pródigo» y en torno al proceder de muchas personas: «Al alejarnos de Dios nuestra vida se debilita, nos sentimos solos y abandonados, por ello los exhorto a regresar a casa con la mejor disposición de pedir perdón a los padres y tener una actitud de misericordia, pues con ello nos espera el amor».

Lo anterior, porque en los tiempos de Jesús quienes se acercaban a éste para escucharlo eran los publicanos y pecadores; mientras que fariseos y escribas murmuraban entre ellos lo siguiente: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos».

Castro Castro preguntó: «Si uno de vosotros tiene 100 ovejas y se le pierde una, ¿no deja las 99 en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra?»

«Cuando la encuentra, la carga sobre los hombros, muy contento y al llegar a casa reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: ¡Felicitadme!, he encontrado a la oveja que se me había perdido».

Añadió: «Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un sólo pecador que se convierta, que por 99 justos sin necesidad de convertirse. Y si una mujer tiene 10 monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra reúne a las amigas y a las vecinas para decirles: «Felicitadme, he encontrado la moneda que se me había perdido. La misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un sólo pecador que se convierta».

Al entrar al tema del «hijo pródigo», explicó que un hombre tenía dos hijos: el menor de ellos dijo a su padre «dame la parte que me toca de la fortuna». El papá les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, al juntar todo lo suyo, emigró a un país lejano y allí derrochó su fortuna perdidamente. Cuando él quiso regresar tuvo que humillarse para ser perdonado y así fue, lo que no le gustó al hijo mayor, pero el padre le explicó la razón».

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