La crisis de violencia ha supuesto un nuevo punto de choque entre la Iglesia católica y el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. La candidata oficialista Claudia Sheinbaum firmó con reservas el Compromiso Nacional por la Paz, promovido esta semana por la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) y otras organizaciones religiosas y civiles, e hizo evidentes los desacuerdos en el diagnóstico, el alcance y las soluciones propuestas frente al problema de inseguridad que aqueja al país. EL PAÍS se acercó a la CEM para conocer su perspectiva en el asunto y posicionarse ante algunos de los cuestionamientos que han surgido al calor de la polémica y de las elecciones del próximo 2 de junio.
La Conferencia Episcopal encomendó la respuesta al sacerdote Mario Ángel Flores, director del Observatorio Nacional de la CEM, un organismo de la Iglesia que se dedica a analizar los acontecimientos políticos, sociales y religiosos en México. Flores fue ratificado por el papa Francisco como miembro de la Comisión Teológica Internacional y fue rector de la Universidad Pontificia de México. También ha sido abiertamente crítico de algunas decisiones del Gobierno actual. Acusó, por ejemplo, a esta Administración de entregar a un “grupo de marxistas radicales” la Secretaría de Educación Pública, en medio de la controversia por los libros de texto. En otra ocasión, el Observatorio del Episcopado dijo que la propuesta de reforma electoral de López Obrador “sobrepasa lo burdo y lo absurdo” y “que abre la puerta a la operación del narco en varias regiones del país”. Esta es una versión condensada de la entrevista telefónica sobre los roces con el Gobierno actual, la intermediación del clero ante la violencia y los cuestionamientos sobre la separación entre la Iglesia y el Estado.
Pregunta. ¿Qué conclusiones saca el Episcopado mexicano del encuentro con los tres candidatos a la presidencia?
Respuesta. Ha sido una oportunidad lograda. Era un anhelo del Episcopado. Desde septiembre que tuvimos el Diálogo Nacional por la Paz y se preparó este documento, ya teníamos ese anhelo y la posibilidad de presentar todo esto a los futuros candidatos a la presidencia de la República. En aquel momento, no sabíamos cuántos serían ni quiénes, pero una vez que se concretó, comenzamos a trabajar con sus equipos para lograr este encuentro. Se necesitaba que fuera una sola convocatoria, naturalmente cada uno en su espacio, pero que fuera un mensaje poderoso.
Es algo que la Iglesia ha convocado. Hay que recordar que el Episcopado convoca, pero participa una amplia representación de la sociedad civil mexicana. No es sólo la voz de la Iglesia, sino de muchos grupos, universidades, académicos, líderes sociales, pueblos indígenas, colectivos de víctimas, madres buscadoras y empresarios.
P. ¿Les sorprendió la reacción de Sheinbaum?
R. De alguna manera, se podía esperar. Pero nos sorprendió la forma tan tajante de decir “no estoy de acuerdo con el diagnóstico”, algo que no está sujeto a opiniones. Es una realidad. Tal vez podría decir “no estoy de acuerdo con algunas de las soluciones”. Pero si de entrada no acepta una realidad que estamos viviendo… esto es sorprendente. No que no pudiera proponer otras soluciones, esto creo que está en el campo de las políticas públicas, pero cuando no se reconoce lo que está sucediendo, lógicamente no se va a poder dar una respuesta a esa realidad. Eso es lo sorprendente.
P. ¿Les decepcionó?
R. Digamos que dejó un pequeño margen que nos permite a la sociedad civil seguir teniendo la posibilidad de seguir adelante, porque ella dijo “sigamos dialogando”, aunque de una manera muy terminante cerró ese diálogo con las observaciones que hizo. Pero, vamos, la voluntad política no se cerró y eso es lo importante.
P. Parece que el gran desacuerdo fue el tema de la militarización. Sheinbaum también acusó que el documento era demasiado “pesimista”. ¿Qué le respondería?
R. La palabra “pesimista” que utilizó ella es precisamente para el diagnóstico general. Es decir, la realidad de la violencia que estamos viviendo. Basta ir a algunas poblaciones donde se vive bajo la presión del crimen organizado, con el cobro de piso, los controles de las carreteras, las amenazas... Ese es el diagnóstico que ella dice que es “muy pesimista”. Y de la militarización más bien dijo que ella no ve que haya una militarización. Bueno, si los militares están ya hasta en la sopa, no sé qué será militarizar más este país. Si no se reconoce una realidad, no podemos cambiar esa realidad.
P. Desde la perspectiva de la Conferencia Episcopal, ¿qué ha fallado en la estrategia de seguridad del actual Gobierno?
R. Una de las primeras partes, que seguramente se expresó en el documento, es la falta de diálogo y consenso con la sociedad. El problema de la inseguridad en este momento es un problema del Estado mexicano. Y el Estado no solo es el Gobierno. Es un problema que abarca todas sus instituciones y a los mismos ciudadanos.
Pero el Gobierno ha tomado medidas unilaterales, apoyado en la popularidad que tiene. Pero la popularidad no resuelve los problemas. Se requiere diálogo, expertos, análisis, revisiones de la estrategia. Y eso es lo primero que ha fallado. Estamos terminando el sexenio sin haberse hecho una sola confrontación de resultados. Ellos siguen con su narrativa, su manera de presentar las cosas, de que todo va bien. El momento electoral en que estamos es una oportunidad de darle vuelta a la página. ¿Qué más ha fallado además de esta cerrazón? Que tenemos un creciente dominio del crimen organizado y una mayor violencia y criminalidad que se ve en tantos números, de personas ajusticiadas, de masacres que están fuera de control, las cárceles en el autogobierno y por ahí podemos seguir.
P. El Gobierno de López Obrador y la Iglesia católica ya han tenido otros roces al hablar de la violencia. ¿Esa brecha se ha hecho más grande después de la firma del Compromiso Nacional por la Paz?
R. No, yo creo que fue un momento para acercarnos con respeto, con la Iglesia siendo el portavoz de la sociedad civil. Nuestros obispos están en la mayor disponibilidad de ser colaboradores de paz, de tender puentes. Ha sido un momento importante. Me parece también que, aunque el presidente manifieste que tampoco está de acuerdo con el contenido del documento, tiene una actitud de respeto. Eso se agradece porque hace dos años, cuando se abrió este espacio, hubo un rechazo frontal. Ahora hay otra actitud y eso se reconoce. Aunque haya diferencias, hay respeto hacia las iglesias, porque también aquí están incluidas las visiones de otras iglesias, no sólo la de la Iglesia católica. Hay un poco más de apertura.
P. ¿Cómo ha impactado la violencia en este proceso electoral?
R. En el mensaje que sacó el Episcopado el pasado 3 de marzo se señala que todos esperamos y anhelamos un proceso electoral democrático, con limpieza, con claridad, con paz y asegurando la participación ciudadana, pero que hay dos riesgos en este proceso. El primero es el riesgo en muchas regiones del país del crimen organizado. Ya estamos viendo que hay muchos asesinatos ligados a candidatos. El otro problema es la interferencia indebida del Gobierno en turno. Quien está al frente del Ejecutivo y otros que están en estructuras de Gobierno no deben hacer gobernadores, no deben interferir indebidamente, fuera de la ley, para que esto se realice con libertad, sin presiones ni manipulaciones a la libertad de los ciudadanos. Son dos riesgos que son evidentes, los estamos viendo. Se pide que haya prudencia en el Gobierno y que tengamos control de la delincuencia.
P. ¿Qué les parecen las propuestas de los aspirantes a la presidencia en Seguridad?
R. Van por buen camino, pero me parece muy pronto porque estamos al inicio del proceso. Muchas cosas se van a ir mejorando y puntualizando, pero en esta confrontación que hemos tenido con ellos, presentarles una agenda y escucharlos, parece que van por la misma línea. Incluso, en la preocupación también de Claudia Sheinbaum. Hay la misma preocupación, reconocer que es importante dar una respuesta puntual al problema de la inseguridad, que detiene tantas cosas. No podemos hablar de una vida normal, libre, de desarrollo, cuando estamos con la inseguridad por todas partes. Creo que hay buen ánimo para ello y que tendrán que madurar sus propuestas en el camino.
P. Hay gente que asegura que la Iglesia no debería mediar en la crisis de violencia por la separación entre la Iglesia y el Estado. ¿Qué les respondería?
R. Creo que es responsabilidad de todos los ciudadanos procurar un mejor ambiente social. Todo lo que significa lo local , como los barrios o los municipios, está en manos de los ciudadanos y eso es de lo que se habla en el Compromiso por la Paz. La Iglesia es parte de esas instituciones. Muchos en este país no entienden bien lo que significa la separación entre la Iglesia y el Estado por una cultura anticlerical, que constitucionalmente fue superada en 1992 y todavía no entienden que la Iglesia también tiene una responsabilidad social. El que entre como mediadora para poner en paz un territorio, oye… se agradece. Lo pueden hacer los empresarios, los sindicatos organizados, lo pueden hacer las iglesias. Porque son entes que tienen un papel en la sociedad.
No estamos entrando en un terreno que ponga en riesgo la separación Iglesia-Estado, pero sí hay que afirmar con toda claridad que no le toca a la Iglesia la procuración de justicia. Esto le corresponde al Estado. ¿Por qué tenemos que entrar los ciudadanos, las instituciones, la Iglesia a intervenir en estos difíciles problemas? Porque el Estado no contiene la criminalidad ni está procurando la justicia. En lugar de criticar, quisiera ver que más personas y más instituciones nos hiciéramos cargo de la procuración de paz.
P. Usted ha sido muy vocal en otros temas, al calificar de “absurda” la reforma electoral o con la polémica que hubo con los libros de texto. ¿Eso no cruza la línea entre la Iglesia y el Estado?
R. El tema educativo es muy sensible para la Iglesia y, de acuerdo con sus principios, que están reconocidos por el Estado mexicano, la Iglesia tiene que hablar de sus puntos de vista sobre cómo se va orientando la educación de los niños y los jóvenes. Es también un derecho de la ciudadanía. No una imposición del Gobierno. Cuando empieza un Gobierno a manejar la ideología por encima de los derechos ciudadanos, ahí es donde entra también el derecho de la Iglesia de expresarse en una sociedad de la que es parte.
En cambio, en lo electoral, la Iglesia se suma a la expresión de los ciudadanos en defensa de la democracia y de una política por el bien común. Todos tenemos que estar de acuerdo con que será mil veces mejor vivir en una democracia con sus imperfecciones, que caer en un autoritarismo, en una dictadura, en un populismo que nos engaña.
P. Esta semana salió un reportaje en la televisión pública en la que se denuncia que la iglesia ha impartido talleres en los que supuestamente se favorece a Xóchitl Gálvez en esta elección. ¿Cómo responde la CEM?
R. Eso es absolutamente falso. Hay que decir, en primer lugar, que los medios de comunicación del Estado mexicano no son del Gobierno en turno. Es otra confusión que tiene este Gobierno. Son medios para el bien de todos, independientemente del partido en el que estemos. Esto se ha roto en este Gobierno. Están al servicio del Gobierno en turno, no al servicio del Estado ni de todas las formas de pensar, que se deben respetar.
Además, es una mentira lo que están transmitiendo. La Iglesia, desde hace mucho tiempo, promueve talleres para la democracia. Jamás tienen un tinte partidista. Que no les guste que se pongan en las parroquias o que se proponga reflexionar el voto es otra cosa. Nunca se le dice a la gente por quién tiene que votar. Eso es voluntad de cada ciudadano. La Iglesia no hace eso. Forma criterio y conciencia con los talleres por la democracia, también llamados talleres para la participación ciudadana.
P. ¿Qué llamado hace el Episcopado a los sacerdotes y miembros de la iglesia en esta elección?
R. En primer lugar, prudencia. No tener el tema político en la santa misa. Cuidar que no sea motivo de política la celebración de fe. Segundo, promover la participación ciudadana. Que logremos mover a los jóvenes, a los indiferentes, a los apáticos. Que esta elección no la gane el abstencionismo, como ha sucedido en otras ocasiones. Queremos que haya responsabilidad, conciencia, voto libre, participación. Eso es todo.
P. ¿Ve voluntad política para mantener el diálogo entre la Iglesia y el partido gobernante?
R. Sí, debe haber respeto de ambas partes. El hecho de que los candidatos hayan estado ahí con sus equipos de trabajo más cercanos es un signo muy alentador y esperanzador. Porque no está nada resuelto. Quién va a ser el presidente o la presidenta en México… eso no se resuelve con encuestas amañadas o manejadas. Se resuelve el día de las elecciones. Que hayan estado en esta convocatoria es alentador para todos.