Anoche vinieron a cenar Rulito, Lalito, Ansel y Lupita. Me gusta que vengan porque Rulito y Lalito platican muy sabroso con mis papás (ellos les dicen Raúl y Eduardo). Los cuatro se toman una cuba libre -así se llama eso que se toman-, y Ansel, Lupita y yo jugamos en mi cuarto hasta que nos llaman a la cena. En la mesa ellos hablan de muchas cosas. Los oigo y aprendo bastante. Ayer comentaron de una película que se llama El puente de Waterloo. Mi mamá y Lalito dijeron que habían llorado mucho al verla, pero Rulito y mi papá opinaron que era un culebrón. ¿Qué será eso de "un culebrón"? Pensé en esa serpiente gigante que viene en El tesoro de la juventud, capaz de matar un tigre ahogándolo entre sus anillos. ¿Cómo puede una película ser como una víbora, y más si hizo llorar a Lalito y a mi mamá? Lalito se pinta el pelo del mismo color que ella, y Rulito tiene el cabello casi blanco, igual que mi papá. En mi casa nunca rezamos antes de los alimentos, pero cuando ellos vienen todos nos tomamos de las manos y damos gracias a Dios por la comida, porque así hacen ellos siempre. Ansel se llama Anselmo, y es retebueno para los trancazos. A veces en el colegio dicen no sé qué cosas de Lalito y Rulito, y Ansel se pelea con los que dicen eso, y casi siempre les gana. Él y Lupita eran hijos de una hermana de Rulito, pero sus papás murieron en un accidente de carro, y vinieron a vivir con él y con Lalito. Ahora Lupita y Ansel dicen que ellos son sus papás. No sé por qué, pero nadie los invita a su casa aparte de nosotros, y eso que en el barrio todos nos conocemos y, como dice mi mamá, sabemos vida y milagros de la gente. Anoche, por ejemplo, aparte de hablar de la película -aquella del culebrón-, platicaron lo de los gendarmes que vinieron a llevarse a don Antulio porque le estaba pegando a su señora, y los vecinos llamaron a la policía. La esposa de don Antulio se llama doña Julia. Mi mamá platicó que doña Julia le dijo que había hablado con el padre García, el de San Juan, para que le aconsejara lo que debía hacer, pues don Antulio le pegaba casi todos los días. El padre le dijo que su marido era su cruz, y debía cargarla como cargó Jesús la suya. Entonces mi papá contó la historia de un señor que batallaba mucho para hacer pipí, y cada vez que hacía le dolía mucho, y hasta decía maldiciones, y un día su esposa le dijo que tuviera paciencia, que ofreciera sus sufrimientos a Nuestro Señor. Le pidió que recordara la pasión de Cristo; cómo lo azotaron, y lo coronaron de espinas, y lo hicieron ir por el camino del Calvario cargando aquel madero tan pesado, y se cayó tres veces, y luego lo crucificaron; taladraron con clavos sus divinas manos y sus divinos pies; le dieron a beber vinagre y le traspasaron con una lanza su divino costado. ¿Qué eran sus sufrimientos comparados con los de Jesús? "¡Sí! -le contestó su marido muy enojado-. ¡Pero él podía mear!" Todos nos reímos bastante. Lalito y mi mamá dijeron: "¡Ay, Arturo!", y todos nos reímos más porque lo dijeron al mismo tiempo. Por eso me gustan esas cenas, porque todos las disfrutamos mucho. No sé por qué los vecinos dicen que Rulito y Lalito son raros, que son distintos a nosotros, y al referirse a Ansel y Lupita los tratan de "pobrecitos". Yo los veo felices, no como a los hijos de don Antulio y doña Julia, que andan siempre llorando y con cara de asustados, igual que los niños de la señora Nena, que su papá se fue de la casa y no han vuelto a saber de él. Bueno, ya no le sigo. No sé por qué estoy contando esto, si son cosas que a nadie le interesan. Ahora que me acuerdo, hoy en la noche que mi papá regrese del trabajo le voy a preguntar qué es un culebrón... FIN.