¿Es sólido el crecimiento de la construcción?
La industria de la construcción está viviendo un fenómeno inédito en México.
Por mucho tiempo se convirtió en una de las actividades económicas más castigadas en México. Se decía que el crecimiento del país provenía fundamentalmente de las exportaciones, mientras que otras actividades no lograban prosperar.
La información correspondiente a enero, que fue dada a conocer hace pocos días por el INEGI, señala que el crecimiento de la construcción a tasa anual fue de 17.9 por ciento, la más elevada entre todos los sectores de la industria.
Pero, hagamos un recuento de la trayectoria de esta industria a lo largo de este siglo.
En el sexenio de Vicente Fox, el crecimiento acumulado de la industria de la construcción fue de 12.4 por ciento. Esto implicó un ritmo de 2.0 por ciento al año.
En la administración de Felipe Calderón el ritmo se hizo aún más lento y el crecimiento acumulado en el sexenio fue de 7.2 por ciento, lo que representó una tasa media anual de 1.2 por ciento.
La pérdida de dinamismo de esta industria se acentuó en el periodo de Enrique Peña, cuando creció solamente en 5.1 por ciento, es decir, a una tasa media anual de 0.8 por ciento.
En los últimos cinco años, el crecimiento acumulado fue de 7.2 por ciento, lo que implica una tasa media de 1.4 por ciento.
Es decir, el resultado del sexenio en conjunto no ha sido muy diferente al de los anteriores.
Lo que marca una diferencia completa es lo que ha ocurrido en los años recientes.
En el punto más bajo del ciclo, en junio del 2020, llegamos a tener una caída de 24.9 por ciento respecto al fin del sexenio previo.
Hasta finales del 2022, la recuperación fue gradual.
Por efecto del rebote, en 2021 hubo un crecimiento de 10.4 por ciento y luego de solo 2.9 por ciento en 2022.
Pero el año pasado esta actividad ‘explotó’ y creció a un ritmo sin precedente de 15.4 por ciento para el conjunto de todo el año, y como le comentaba, para enero de este año alcanzó el 17 por ciento.
No es ningún misterio el fuerte empujón que ha tenido la construcción.
Si uno ve los primeros cinco estados con una mayor participación en el sector: Quintana Roo, Nuevo León, Jalisco, Campeche y Sonora, que en conjunto suman el 37 por ciento, percibe que hay dos razones para este empuje.
La primera son las obras públicas, especialmente el Tren Maya, sin él, Quintana Roo no figuraría como el estado número uno o Campeche el número cuatro.
La segunda razón es la llamada construcción no residencial, específicamente la construcción de parques industriales e inmuebles para ese uso, que dinamiza la actividad en Nuevo León, Jalisco y Sonora.
Sin el efecto de arrastre que ha tenido la construcción, el dinamismo del país sería menor.
Es muy conocido que la construcción es una de las actividades que impactan –positiva o negativamente– a más sectores de la economía.
Cuando se ve la pobre trayectoria del pasado, la pregunta pertinente es si este empuje que vimos a partir del 2023 va a ser duradero o si se tratará de algo efímero.
Creo que en lo que corresponde a la construcción de obras relevantes por parte del gobierno federal, el impulso estará acotado en el tiempo y será difícil incluso que en la segunda mitad de este año continúe.
Sin embargo, en lo correspondiente a la edificación de inmuebles industriales, comerciales y otras obras de infraestructura, es factible que en el futuro el impulso sea incluso mayor pues la realización de nuevas inversiones no se va a frenar.
Pero, como en otros ámbitos, su impacto será diferenciado. Hoy, las diez entidades que concentran la edificación son, en ese orden: Nuevo León, Jalisco, Sonora, Chihuahua, Ciudad de México, Baja California, Querétaro, Estado de México, Guanajuato y Coahuila.
Entre ellas se llevan casi las dos terceras partes de la edificación que hay en el país, que es mayormente no residencial.
Hay posibilidades de que la construcción continúe creciendo, pero el empuje que hubo en el sur difícilmente se va a mantener.