Los interesados en conocer lo que ocurre tras las bambalinas del teatro político encontrarán abundante material para saciar su curiosidad en la reciente autobiografía de Graco Ramírez Contra la regresión autoritaria: memorias desde la izquierda, una mirada retrospectiva a la evolución o la involución de las organizaciones políticas y sociales en las que el autor ha militado desde el movimiento del 68 hasta hoy. A diferencia de otros compañeros de lucha que jamás han reconocido un error, Graco sí ha intentado aprender de los suyos. Refiriéndose a las fuerzas políticas unificadas en el PRD a principios de los años 90, diagnostica un mal congénito que hoy en día el país está pagando muy caro: “Tanto los nacionalistas revolucionarios como los que veníamos de las izquierdas tenemos en común el pecado original del concepto de partido único o hegemónico. Nos equivocamos al no asumir una postura de auténticos demócratas de izquierda”.
Aunque la lucha cívica lo haya puesto varias veces en peligro de muerte, Graco no se presenta en sus memorias como un héroe cívico, ni alardea en ningún momento de su autoridad moral. Ha sido siempre un reformista, no un revolucionario, y por lo tanto se abstiene de emplear un tono épico al referir los avatares de su vida pública. La parte medular de la autobiografía narra cómo se gestó la transición del régimen de partido hegemónico a la democracia electoral, un proceso donde él participó desde la primera reforma de Reyes Heroles. Paradójicamente, Graco fue el primer político de la izquierda que percibió el arrastre popular de López Obrador, cuando era dirigente del PRI en Tabasco. Él se lo presentó a Cuauhtémoc Cárdenas y finalmente lo convenció de unirse a la coalición recién despojada de la Presidencia en las elecciones federales de 1988. Este capítulo de las memorias se podría titular “El huevo de la serpiente”, pues muestra cómo se fue gestando el despotismo que hoy amenaza con anular la separación de poderes y la independencia del árbitro electoral, para devolvernos al México de los años 70.
Las desavenencias entre ambos comenzaron cuando López Obrador era jefe de Gobierno en Ciudad de México. Desde entonces el abasto de agua a la capital ya era un problema gravísimo. Como asesor de AMLO, Graco le propuso una negociación con la Comisión de Agua del gobierno federal para realizar obras que pudieron haber beneficiado a millones de capitalinos, pero López Obrador rechazó la idea, pues lo hubiera obligado a dialogar con Fox. Su prioridad era entonces forjarse una imagen de radical intransigente que lo catapultara a la Presidencia. Pero la principal desavenencia entre los dos se produjo por la intolerancia de López Obrador ante cualquier crítica. “Sobre todo —apunta Graco— le molestaba que, frente a otras personas, le manifestara mi desacuerdo con sus decisiones y posturas”.
Tanto en Estados Unidos como aquí, la explotación del rencor social por parte de fantoches megalómanos ha puesto en jaque la convivencia civilizada entre las fuerzas políticas. La cultura del odio se ha propagado a la ciudadanía, dividiendo a la sociedad en bandos inconciliables. Contra la regresión autoritaria es una obra de combate que busca frenar esa embestida, y al mismo tiempo dirimir, ante el tribunal de la historia, la pugna entre la izquierda socialdemócrata, hoy minoritaria, y la populista, que llegó al poder gracias a un pacto de impunidad con Peña Nieto, afirma Graco, pisoteando por el camino muchos de sus ideales.
Obsesionado con pasar a la historia como un émulo de Juárez, Madero, Zapata o Lázaro Cárdenas, el actual Presidente está seguro de merecer el aplauso de la posteridad. Tanto el nombre de la coalición que lo llevó al poder como su prédica diaria en las mañaneras denotan su afán por adelantarse al juicio de la historia. Nada es más impredecible que los veredictos de Clío, pero si comparamos la gestión de Graco Ramírez como gobernador de Morelos con la de Cuauhtémoc Blanco, el candidato a la gubernatura que AMLO apadrinó en las elecciones de 2018, podemos prever que la historia no absolverá a los artífices de esta fraudulenta operación de mercadotecnia. Todos los indicadores delictivos muestran que la inseguridad de los morelenses creció exponencialmente en el actual sexenio, en particular la extorsión de transportistas, agricultores y comerciantes, que según datos del Secretariado Ejecutivo de la Secretaría de Seguridad Pública aumentó un 60 por ciento durante la administración de Blanco. Tanto el ex futbolista como los jefes policiacos que han normalizado el caos pasarán a la historia como encubridores de las mafias locales. La autobiografía de Graco Ramírez lanza un llamado a la ciudadanía para que castigue en las urnas a los responsables de esta lucrativa negligencia.