El kilómetro 8 y una geografía de horror
Como en otras regiones de la geografía michoacana,la gente de Pátzcuaro vive en zozobra permanente
A las once de la noche del domingo se reportó el hallazgo de tres cuerpos decapitados en el lugar conocido como El Columpio, en el kilómetro 8 de la carretera Zirahuén-Pátzcuaro, en el estado de Michoacán.
Las autoridades que llegaron a la zona divisaron a lo lejos una patrulla en llamas y, más allá, una escena de horror indescriptible.
Esa noche, la comisaria regional de la Guardia Civil en Pátzcuaro, Cristal García Hurtado, y dos de los agentes que tenía asignados como escoltas, Itzel Madero y David de Jesús Espinosa (de 32 y 33 años respectivamente), volvían de efectuar labores de vigilancia en la zona de Tzintzuntzan, en donde se había verificado la K’uinchekua, un festival de danzas y cantos rituales.
Fuentes cercanas a la investigación sostienen que la comisaria pudo ser cazada por los integrantes de un grupo criminal: en días pasados había logrado el aseguramiento de miembros del Cártel Jalisco Nueva Generación, CJNG, la organización delincuencial con mayor presencia en la región, la cual disputa el control territorial con células de Los Templarios, asociados al grupo conocido como Cárteles Unidos.
Se tiene el reporte de que tal vez cuatro camionetas cerraron el paso a la unidad de la comisaria. Los agentes de la Guardia Civil fueron sometidos, esposados y decapitados.
Más tarde se prendió fuego a la camioneta de doble cabina en la que se desplazaban.
No había en el lugar evidencias de un enfrentamiento o de una emboscada. El cuerpo decapitado de la comisaria fue localizado a unos metros de su vehículo.
Ejército, Guardia Nacional y Guardia Civil se desplegaron por la zona. Con drones se realizó un monitoreo aéreo. Las autoridades analizaron cámaras de vigilancia y arcos viales. Hasta el momento, sin embargo, no existen detenidos.
Apenas el 1 de marzo la Guardia Civil a cargo de Cristal García repelió una emboscada en la Quinta de Ibarra: sicarios habían abierto fuego contra los uniformados. Se inició una persecución que culminó con el aseguramiento de una Jeep Cherokee.
Pátzcuaro es uno de los municipios de Michoacán que se encuentran bajo el dominio de los grupos criminales. Hace un par de años, un convoy formado por un centenar de presuntos autodefensas de los llamados Pueblos Unidos tomó la cabecera municipal, a bordo de 25 camionetas, con la intención, según dijeron, “de dejar Pátzcuaro libre de delincuentes”.
Pueblos Unidos surgió en 2020 con el aparente propósito de librar a los productores de las extorsiones del crimen organizado.
Las organizaciones reconocidas de aguacateros y limoneros del estado, no reconocen, sin embargo, vínculo alguno con estos grupos. Se les ha señalado, en cambio, como uno de los brazos de Cárteles Unidos.
En las zonas montañosas de Pátzcuaro han sido desmantelados laboratorios dedicados a la fabricación de narcóticos y campos de entrenamiento de la delincuencia organizada. En la ciudad, los “levantones” ocurren a la luz del día. Con frecuencia se realizan cateos en la zona urbana, que dejan al descubierto almacenes de metanfetaminas.
La delincuencia se ha disparado en tal forma que vecinos, armados con palos y silbatos, han tenido que efectuar rondines nocturnos —de los que forman parte adultos mayores y niños—, para tratar de contener a asaltantes y vendedores de droga.
Como en otras regiones de la geografía michoacana, la gente vive ahí en zozobra permanente.
En agosto de 2022 fueron detenidos 167 miembros de Pueblos Unidos que se dirigían a Pátzcuaro. Se les decomisaron 182 armas.
La gente vive entre la espada y la pared, sin saber bien a bien de quién cuidarse.
La comisaria García y los escoltas decapitados el domingo fueron sorprendidos justo en el límite donde termina el control de Cárteles Unidos y comienza el de Los Templarios.
Con la monstruosidad cometida contra dos mujeres y un agente de la Guardia Civil, Pátzcuaro se suma a la lista negra de los municipios donde el crimen organizado ha dejado una marca de sangre: al Atlas de un país teñido de rojo, donde lo peor está siempre por ocurrir, como ocurrió el domingo en el kilómetro 8.