El mundo va a la guerra
Corremos rumbo a la tercera guerra mundial.
Desde la invasión rusa a Ucrania, el gasto militar en el mundo desplazó al gasto en salud y en educación.
Un loco, Vladímir Putin, nos lleva al cataclismo nuclear del que “sólo sobrevivirán las cucarachas”, como adelantó Gabriel García Márquez.
El año pasado, el gasto militar global tuvo su mayor incremento (9 por ciento) desde el fin de la II Guerra.
Los países no estadounidenses de la alianza atlántica (OTAN) gastan 32 por ciento más en defensa que en 2014, cuando Rusia invadió Crimea, de acuerdo con el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, con sede en Londres.
Una locura, pero es lo que hacen los locos y los fanáticos: locuras.
Difícilmente encontraremos otra época con tantos locos o fanáticos gobernando al mismo tiempo. Putin, Kim Jong-un, Lukashenko, Netanyahu, Erdogan, Jamenei, y tal vez por ahí venga Donald Trump, por sólo mencionar a los que son una amenaza global.
Para 2024, los miembros europeos de la OTAN destinarán 380 mil millones de dólares a gastos militares.
Es la primera vez en la posguerra que el gasto militar en la Europa aliada supera dos por ciento de su producto interno bruto (PIB).
Polonia, Grecia, Finlandia, Rumania, Hungría, Gran Bretaña y los países bálticos tienen gastos militares históricos, por arriba de dos por ciento de su PIB.
En 2023, Polonia tuvo el mayor incremento de su gasto militar que se recuerde, 3.9 por ciento de su PIB, por encima incluso de Estados Unidos.
¿Gastan porque quieren?
No. Los polacos lo hacen porque su vecino, Rusia, amenaza con invadirlos luego de acabar con Ucrania.
Rusia dedica seis por ciento de su PIB al gasto militar. Para este año, 2024, Putin aumentó en un 66 por ciento su gasto militar.
Japón, amenazado por otro loco, Kim Jong-un, rompió con su tradicional política de gasto militar mínimo y aumentó para el año fiscal 2024 13 por ciento de su gasto en defensa. Por encima de los 50 mil millones de dólares.
Con su plan quinquenal de aumento de gasto militar, los japoneses destinarán a ese fin 300 mil millones de dólares.
Así, el país que después de la II Guerra puso en su Constitución que sólo se armará en caso de estar en extremo riesgo se convertirá en la tercera nación con mayor gasto militar, después de Estados Unidos y China.
¿Enloquecieron los japoneses?
Desde luego que no. El loco es el dictador de Corea del Norte que prueba misiles atómicos para destruir a Japón.
El plan militar japonés, que rompe con los límites autoimpuestos a defensa, consiste en la compra de misiles de largo alcance. Debe hacerlo. Hay un loco que los quiere matar a todos, y tiene con qué.
Además, Japón se arma con misiles crucero Type-12 y Tomahawks de fabricación estadounidense.
Su industria militar desarrolla misiles hipersónicos, guiados, con alcance de tres mil kilómetros.
Gasta en un sistema de defensa antimisiles y barcos de guerra con radares Locked Martin SPY-7 para localizar los misiles que tienen trayectoria “de arco alto”, que son los usados por Corea del Norte, muy difíciles de detectar.
Junto con Estados Unidos, los japoneses desarrollan un sistema de intercepción de misiles hipersónicos que están en fase de fabricación en China, Rusia y Corea del Norte.
Tras la invasión rusa a Ucrania, los alemanes debieron adoptar un “cambio de paradigma” y el canciller Scholz anunció que Alemania tendrá el mayor ejército de los países europeos miembros de la OTAN.
Para este año fiscal, que empezó en marzo, Alemania va a destinar 73 mil 410 millones de dólares a gasto militar, equivalente a 2.01 por ciento de su PIB.
Las compras, por rubro, están reservadas, pero se conoce que los alemanes van a renovar su flota de helicópteros de carga pesada (comprarán 60, marca Chinook) y adquirirán un sistema de defensa aérea (el Arrow), con capacidad para interceptar misiles intercontinentales.
Rusia, según la Casa Blanca, desarrolla un arma nuclear que destruye, en el espacio, los satélites de comunicaciones.
El incremento atípico de los presupuestos militares es un preparativo de guerra mundial.
Viviremos en riesgo de supervivencia mientras los votantes sigan eligiendo a locos para que los gobiernen, o se les dé trato de naciones con plenos derechos a las gobernadas por dictaduras.