Eché de menos en el debate la definición de las candidatas sobre el país en que estamos y el país que ellas tratarán de construir.
Creo que las demasiadas preguntas y los demasiados temas y subtemas recortaron de más el filete y también la mirada y el tamaño de las propuestas.
Eché de menos en Xóchitl Gálvez su discurso por la Vida, la Verdad y la Libertad que, a mi parecer, es el que mejor ha explicado qué país ve frente a ella y qué país quiere cambiar:
Un país donde prevalezca la vida sobre la violencia criminal y la quiebra de la salud, donde prevalezca la verdad sobre las mentiras del gobierno, y la libertad sobre las tentaciones autocráticas del Presidente y su candidata presidencial.
Eché también de menos en Claudia Sheinbaum su discurso sobre el país que ve y sobre su compromiso de cambiarle la arquitectura constitucional, siguiendo las leyes redactadas por el actual presidente:
Un país presidencialista sin contrapesos, sin representación proporcional en las cámaras, con mayoría estable en el Congreso, con una Suprema Corte electa por esa misma mayoría y una ampliación de la prisión preventiva oficiosa.
Quizá el debate hubiera adquirido desde ahí una densidad adecuada, un marco de referencia claro para que los oyentes pudieran entender lo que está en juego en las elecciones de junio.
Me parece que quien debió poner las cosas en esa dimensión es Xóchitl Gálvez, porque desde ahí podía hacer mejor lo que hizo a medias: atacar a la puntera y ponerla en aprietos.
No lo hizo y la puntera salió relativamente indemne, aunque con el costo implícito de mostrarse evasiva, no contestar puntos claves y mentir sin inmutarse.
La puntera obtuvo lo que buscaba: no verse mal ni pasar muchos apuros. Xóchitl perdió una oportunidad.
La presencia de MC en el debate tiene la justificación democrática de que es un partido legal de minoría. Pero distrajo a la audiencia de lo fundamental y le robó tiempo a las candidatas que son.
En resumen, un debate sobre reglamentado y a la vez disperso, desdibujado. Un desperdicio.