Dicen los vecinos del número 55 de la calle Sebastián del Piombo que hace dos semanas notaron un sabor raro en el agua y un olor como a gasolina que salía de la llave. Como sucede en estos casos, la mayoría pensó que se trataba de un hecho aislado, hasta que la señora del 302 escribió en el chat de vecinos: “Mi esposo dice que desde hace varios días el agua tiene un olor como de algún producto químico”. “Pues yo no le siento tanto olor, pero sí sale sucia”, respondió la vecina del 402 y envió una fotografía en la que se ve una cubeta con un líquido marrón.
A la conversación enseguida se sumó más gente que denunciaba lo mismo: fuerte olor, sabor amargo y picazón en la piel. A una cuadra, los vecinos de la calle Rembrandt 33 tenían el mismo problema y los de Leonardo da Vinci 219, también. La conversación no tardó en saltar a las redes sociales. Ahí descubrieron que no solo pasaba en su colonia, la colonia Nonoalco, sino que era un problema de toda la alcaldía Benito Juárez. Las autoridades han reconocido que el agua está contaminada con aceites y lubricantes y que la Nonoalco, junto con las colonias de alrededor, es la zona cero de la contaminación.
Elí Bucio, de 29 años y administrador del edifico, abre la trampilla de la cisterna en mitad del estacionamiento del edificio. 50.000 litros de agua que abastecen las dos torres del condominio, donde viven 80 personas. “Huele como a combustible”, comenta. Al acercarse, se nota un olor fuerte y una película aceitosa y blanquecina flota sobre el agua. Bucio cuenta que personal del servicio municipal de agua (Sacmex) tomó muestras de la cisterna, pero que nunca les dieron los resultados de lo que encontraron. “Lo que nos dijeron la primera vez es que podíamos consumirla y, unos días después, dijeron que solo la usáramos para lavar patios y carros”, señala.
En menos de dos semanas, las autoridades han cambiado su versión de manera drástica. En un inicio se apuntó a que la contaminación podía proceder de algunas cisternas sucias y que el aumento de las denuncias estaba relacionado con una especie de histeria colectiva. Una semana después, el jefe de Gobierno, Martí Batres, confirmó en conferencia de prensa la existencia de la contaminación y que se estaban investigando las causas y el origen.
El Gobierno de la capital ha sido enfático en descartar la presencia de gasolina en las tuberías. Desde la semana pasada, brigadas de Sacmex y Protección Civil realizan pruebas de explosividad en tanques y cisternas. Quieren evitar a toda costa la tragedia que sucedió en Guadalajara en 1992. Aquel año más de 200 personas murieron y otras miles resultaron heridas tras varias explosiones de las alcantarillas que contenían combustible.
Han pasado 11 días desde que los primeros vecinos dieron la voz de alarma y las autoridades siguen sin identificar las causas de la contaminación. “Lo peor es no saber qué hay en el agua”, dice Juana Sánchez, una vecina de 80 años que lleva viviendo en Sebastián del Piombo 55 desde 1974. Tampoco se sabe si la sustancia que hay en el agua representa un riesgo real para la población y la indignación de los vecinos crece por momentos.
Este miércoles, las autoridades clausuraron el pozo Alfonso XIII en la alcaldía Álvaro Obregón, supuesto origen de la contaminación. Sin embargo, todavía se desconoce cómo llegaron hasta ahí los químicos y cuál es la sustancia contaminante. Tanto Sacmex como el Gobierno de la capital esperan que el problema se diluya en las próximas dos semanas y el suministro vuelva a la normalidad.
“¿Quién va a pagar el recibo del agua con esta situación?”
La recomendación a los afectados es que usen agua purificada. La señora Sánchez vive sola y no puede cargar con el garrafón de 20 litros por las escaleras, así que ha optado por comprar botellas pequeñas y las utiliza para lo básico. “Lavo los trastes con el agua de la llave y después uso la de la botella para darles un último aclarado”, comenta. Desde hace tres semanas dice que nota el olor y que tiene manchas rojas en la piel y mucha comezón. “Al principio no se lo atribuía al agua, pensaba que era resequedad de la piel porque soy mayor, pero luego mis vecinas me dijeron que les pasaba lo mismo”, explica.
La mayoría de los vecinos consultados son gente de la tercera edad que dice tener miedo, pero también enojo. Cada dos meses el recibo de Sacmex seguirá llegando puntual aunque la calidad del agua sea mala. “¿Quién va a pagar el recibo del agua con esta situación?”, reprocha Bucio.
A tres kilómetros de la Nonoalco, decenas de vecinos se hacen la misma pregunta. Han decidido cortar el tráfico en Avenida Insurgentes, una de las arterias más importantes de la ciudad, y aseguran que no se moverán de ahí hasta que no haya soluciones reales por parte de las autoridades. Entre ellos está Lucina Leo, una abogada e ingeniera ambiental de 44 años, vecina de la colonia Del Valle. Leo se dice preocupada por la salud de su familia y de sus cuatro perros: Nala, Estrella, Maya y Kero. “Le pregunté a un doctor si podíamos tratar el agua para consumirla y me dijo que hasta que no se sepa qué sustancia es, tampoco se sabe con qué se puede neutralizar”, responde.
Tanto Sacmex como el Gobierno capitalino han recabado hasta el momento más de 400 denuncias de personas afectadas y se ha establecido un puesto de mando en el parque San Lorenzo de la colonia Tlacoquemécatl. Desde allí se distribuyen de manera gratuita garrafones y se da atención sanitaria. El Ejército ha activado este jueves el Plan DN-III en el mismo punto y suministrará agua a los vecinos a través de dos plantas potabilizadoras colocadas en el parque.
Personal de la Secretaría de Bienestar recomienda a los afectados que se acercan al parque cerrar la llave de paso de sus edificios, vaciar sus cisternas, limpiarlas y solicitar al Gobierno local un apoyo para llenarlas de nuevo con agua de pipas. Este periódico consultó a varias empresas el costo de la limpieza de cisternas y oscilan entre los 2.000 y los 7.000 pesos, dependiendo de la zona. “Nosotros lavamos la cisterna en febrero, ahora nos dicen que tenemos que volver a hacerlo y pagarlo con nuestro dinero”, responde Bucio. Mientras tanto, las autoridades ofrecen un garrafón cada tres días por familia y por departamento para sobrellevar la crisis.
Lucina Leo muestra el filtro que tiene junto al fregadero para el agua. El cilindro de fibra se ve de color marrón. “Tiene menos de dos meses que lo cambié y mira cómo está”, responde. La integrante del Comité Vecinal de Benito Juárez dice que están contemplando emprender acciones legales en lo individual y de manera colectiva. “Sabemos que el sistema judicial en México es muy lento, pero las posibles repercusiones en la salud también son a largo plazo y queremos que el Estado se haga cargo si tenemos cáncer en unos años”, zanja la abogada.