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ITINERARIO POLÍTICO

Niños violados por curas. ¿Quién marcha por ellos?

 
 

El maniqueísmo es uno de los recursos discursivos de los autoritarios y radicales. El maniqueo es aquel que reduce todo al contraste entre lo bueno y lo malo.

Así, por ejemplo, sacerdotes y laicos que se dicen defensores “de la familia tradicional”, utilizan como argumento de ideal educativo infantil —para oponerse a los matrimonios igualitarios y a la adopción de niños por esas parejas—, el modelo que se da en una familia nuclear, clásica, de padre y mujer.

Sin embargo, a ninguna de esas conciencias preocupan los elevados niveles de violencia doméstica en muchas de esas familias tradicionales; no les importa que, al amparo de la supuesta “normalidad” de una familia formada por un hombre y una mujer, se cometan toda clase de abusos y vejaciones contra niños, niñas y contra las propias madres.

Más aún, los sacerdotes católicos conocen, mejor que nadie, el tamaño del problema de la violencia intrafamiliar y las agresiones sufridas por hijos de padres y/o madres abusivos y abusadores, de familias tradicionales. Y, en la mayoría de los casos —si no es que en todos—, la respuesta es “encomendarse al cielo”, con la consecuente perpetuación de la violencia.

Y si dudan del tamaño de esa tragedia, hace horas, en Yucatán, una niña de solo siete años acuchilló a su padre para defender a su madre, cuando el hombre golpeaba a la mujer de una familia tradicional. Historias similares se repiten por todo el país con la complicidad de la iglesia católica, la misma que dice defender a los niños de la potencial amenaza de parejas igualitarias. 

Lo cierto es que el argumento de que los niños son víctimas de una educación y una vida disfuncional en un matrimonio igualitario —frente a un matrimonio convencional—, es una prueba del grosero maniqueísmo al que recurren las iglesias católica y evangélica y que, por supuesto, mueven los titiriteros de ultraderecha.

Pero el problema mayor —y del que nada dicen las conciencias dizque preocupadas por los niños de parejas igualitarias—, es el del abuso de miles de niños a manos de sacerdotes pederastas; problema global que incluso ha sido censurado por el papa Francisco.

¿No será mayor el peligro de un niño o una niña cerca de un sacerdote pederasta o abusador, que el peligro de aquellos niños que son educados por una pareja del mismo sexo?

No existe una estadística sobre el caso —porque en México a nadie le importa la tragedia de los niños abusados por sacerdotes—, pero sí existen muchos ejemplos y denuncias de sacerdotes abusadores de menores; niños y niñas y hasta de mujeres en situación de debilidad extrema, sea por un duelo, un divorcio o una enfermedad.

Y no se digan los casos de curas con amantes e hijos y que siguen en la farsa religiosa. Y si lo han olvidado, un caso paradigmático es el de Los Legionarios de Cristo y el farsante fundador, Marcial Maciel.

Pero no es el único. En marzo la Interpol emitió una ficha roja contra el sacerdote pederasta Eduardo Córdova Bautista, acusado del abuso sexual de por lo menos 100 menores durante 30 años en distintas partes del país.

Se le acusa de “privación ilegal de la libertad, corrupción de personas menores de 18 años de edad o de personas que no tienen capacidad para comprender el significado del hecho o de personas que no tienen la capacidad de resistirlo y violación equiparada”.

Está probado que Córdova Bautista fue protegido por la Arquidiócesis de San Luis Potosí y en junio de 2014 fue retirado del sacerdocio y señalado como pederasta por El Vaticano.

El sacerdote viajó en 2014 al Vaticano para asistir a la canonización de Juan Pablo II pero ya no regresó y hoy nadie conoce su paradero.

 ¿Por qué nadie se moviliza y marcha contra esos pederastas con sotana? ¿Por qué a nadie le importan los niños abusados por sacerdotes? La doble moral.

Al tiempo.

Ámbito: 
Nacional
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