El Presidente objetó el debate presidencial porque no estuvo centrado en sus logros. ¿Cuáles logros? No explicó.
Había en su molestia un reclamo implícito a su candidata, Claudia Sheinbaum, por no haber hablado de lo que él considera sus logros.
La candidata parece haber tomado nota de este reclamo y declaró en Tijuana, el jueves pasado, para que no quedaran dudas: “López Obrador es el mejor presidente de la historia de México. Somos la envidia mundial”.
Viniendo de la candidata oficial estas palabras son un incidente de sumisión penosa.
Para satisfacer las exigencias del presidente que se va, la Claudia Sheinbaum dura y escueta que vimos en el debate pasó, literalmente, a la adulación sin fronteras.
Se plegó al reclamo narcisista de su mentor y emitió un elogio que suena a la ironía de un crítico: “Somos la envidia mundial”.
El problema con esa declaración es que está, efectivamente, a un milímetro de la burla.
A la candidata oficialista quizá no le quede otro camino que someterse ahora, pero a la posible presidenta Claudia Sheinbaum no le quedará otro camino, en caso de ganar, que contradecir a su mentor, si quiere el respeto de los mexicanos.
Su mentor no se anda con chiquitas respecto de las pretensiones que tiene de seguir mandando después de su gobierno.
Al día siguiente del clímax adulatorio de Sheinbaum, declaró: “Si algo nos queda pendiente, lo voy a dejar por escrito”.
Ya le escribió a Sheinbaum las reformas constitucionales que son el eje de su campaña, el llamado plan C, un proyecto de presidencia autocrática.
Ahora pasó de imponerle el programa de gobierno a exigirle una subordinación humillante.
Puedo imaginar que en el acto de sumisión de hoy de Claudia Sheinbaum se esconde el pleito de mañana, la ruptura con un presidente insultantemente ávido de poder transexenal.
El Presidente no quiere sólo lealtad de su candidata sino sumisión. Y ella está dispuesta a dársela, al menos por ahora.
Pero nadie se traga una humillación de ese tamaño, si resulta ser presidenta. Nuestra historia política muestra que la sumisión del presidente entrante al saliente es imposible.
No caben dos en el puesto.