Diputados, investidura en entredicho
Los diputados que constituyen la actual Legislatura morelense atraviesan por una situación en buena medida incómoda, por no decir de enfrentamiento y confrontación con la ciudadanía, advirtiéndose encono mayúsculo con sectores como son los trabajadores de gobierno de los tres poderes del Estado, los transportistas y la comunidad universitaria, sin dejar de mencionar a campesinos, maestros, colonos y organizaciones civiles, para nombrar algunas, los defensores de los derechos humanos. Más no solo, en estricto sentido, los llamados parlamentarios, hoy por hoy se ven envueltos en el más grande de los desprestigios entre gruesos contingentes de población tanto urbana como rural. La causa principal: su alineamiento político, convertido en ser escudos de los dardos acusatorios que han lanzado sectores ciudadanos contra el gobernador Graco Ramírez. En ese escenario denostador, comprando un pleito que no era suyo, no han guardando ni siquiera las formas, ni prestando oídos a las críticas ni a los llamados a la toma de conciencia, a la coherencia y apego a la dignidad, sino que se han optado por colocarse, en actitudes retadoras, altivas y soberbias, en posición de franca y decidida defensa y protección del mandatario estatal, distinguiéndose en tal postura diputados como Francisco Moreno, Hortensia Figueroa y Jaime Álvarez Cisneros.
Ni siquiera la anterior Legislatura, que tampoco se midió en sus afanes de servilismo e incondicionalidad ante el Ejecutivo, llegó a los niveles de degradación política y moral como la que hoy se halla en la picota de la opinión pública morelense y de la mayoría ciudadana. No se había visto como hoy, que quienes representan los intereses de la población que los eligió, sufrieran grave descrédito, rechazo y condena de parte de significativos sectores de la sociedad. Y no sería para alegarse o festejar tal ruptura de convivencia entre representantes populares y ciudadanos porque finalmente todos perdemos debilitándose aún más nuestra endeble democracia. Sin embargo, no son lo núcleos de población inconformes, quienes exigen respeto a sus derechos y desempeño honorable a quienes los representan los culpables de la declarada rebeldía ciudadana, sino aquellos que en ejercicio del poder, en el caso lo legisladores morelenses, traicionan los intereses del pueblo dictando y reformando leyes lesivas a sectores populares.
El costo social y político que pagarán los hoy diputados del Congreso local será alto y quizá ni conscientes estén de ello, pues han decidido jugársela con quien concentra generalizado rechazo y repulsa ciudadana y las facturas a pagar no se harán esperar, lamentablemente la sumisión ha sido más grande que la dignidad, y así, en ese escenario de señalamientos y acusaciones a cargo de grupos ciudadanos contra el gobernador, la mayoría de diputados, han tomado partido, defendiendo a capa y espada, hasta en forma retadora, altanera y soberbia a quien, desde el inicio de la gestión parlamentaria los ha controlado, ¿ a través de qué? la opinión ciudadana tiene la respuesta.
Al parecer los diputados no se inmutan ni preocupa el nivel de desprestigio en que se encuentra su imagen y ahí siguen con su tozudez, ceguera y sordera semejante a la actitud de su jefe político. El que sean calificados como “traidores” y su figura ninguneada y tachada de la peor forma, tampoco les interesa ni les quita el sueño. Eso sí, procuran no dar la cara a la gente, sesionan en lugares alternos, pues su sede se halla tomada por trabajadores inconformes. Se saben estos señores políticos subidos en un ladrillo, no ser interlocutores, ni mediadores, ni actores políticos que puedan ayudar a destrabar el conflicto que vive el estado. Renunciaron por si mismos a tales facultades y prefirieron ser juez y parte. Intentan la omisión, pero deben saber, estos representantes populares, que en buena medida han dejado de serlo, que ellos son, junto con un gobernador, que mal interpretó su función, responsables por omisión y comisión del estado en grave crisis que vive Morelos y su población.