Los cadáveres no mienten. Un muerto nunca será fake new. En los tiempos que corren no siempre es fácil diferenciar entre noticias verdaderas y falsas. Dicho embrollo ha existido desde tiempo atrás, pero ahora su vigencia es mayor. No se trata de la velocidad con la que en la actualidad viajan las noticias cuando se compara con lo que sucedía décadas atrás. El problema es mayúsculo: en ocasiones no es fácil diferenciar entre mentiras y verdades. Los medios de comunicación éticos intentan librar ese desaguisado. A su lado, influencers y páginas dedicadas a difundir mentiras pueden recibir más atención cuando se les compara con los medios tradicionales arropados por ética.
Durante el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador han sido asesinados o desaparecidos periodistas y comunicadores. En contra de la política, repetida ad nauseam, “nosotros contamos con otros datos” los muertos, sus cuerpos, no son otros datos, son evidencias reales de uno de los grandes fracasos del Gobierno en turno: el asesinato de periodistas y comunicadores concatenado e incluso apoyado por la ausencia de justicia.
¿Cuántos asesinos se encuentran en la cárcel? Imposible saberlo. La respuesta la tienen los agremiados a la Escuela otros datos. No compartir verdades crudas ha sido motto de este Gobierno. En el caso de comunicadores asesinados, los cadáveres no mienten.
Pronto terminará el sexenio. Los datos de Reporteros Sin Fronteras, organización internacional, no neoconservadora, no fifí, no anti Andrés Manuel López Obrador, aterran: durante el actual sexenio 37 periodistas han sido asesinados y cinco están desaparecidos; los últimos, apuesto, han sido asesinados. En 2018, al iniciar su mandato, el presidente prometió acabar con los homicidios contra periodistas. No solo ha incumplido; durante sus celebérrimas matinés suele agredirlos mediante un discurso hostil amén de exponer a sus rivales.
Si bien competir en este rubro es penoso, en este sexenio, tomando en cuenta a los desaparecidos, el total de muertos es de 42 o 43 según Artículo 19; la cifra supera a los 38 asesinatos durante la presidencia del fugado Peña Nieto (2012-2018) y es menor al de Felipe Calderón (2006-2012), también fugado, cuyo triste récord, 51 homicidios, debe ser parte de su currículo sin menospreciar su amistad con Genaro García Luna.
De acuerdo a Reporteros Sin Fronteras, “Andrés Manuel López Obrador deja, casi al finalizar su sexenio, un dramático balance, fruto de la normalización de la violencia contra los periodistas. No ha priorizado su protección y ha permitido una espiral de agresiones contra la prensa y un mayor número de ‘zonas de silencio’, erosionando el derecho a la información en el país”.
Imposible no mencionar la sesión ¿Quién es quién en las mentiras de la semana?, espacio dedicado a desacreditar a la prensa. Dicha reunión se inició hace cuatro años y se repite cada miércoles. El leitmotiv es grosero: amén de estigmatizar, califica a los profesionales como maiceados, chayoteros —López Obrador dixit—, a los medios como prensa fifí, y prensa vendida. El mensaje es claro: acallar a la prensa.
¿Es peligroso ejercer periodismo en México? No tanto, si se compara con Nicaragua o con Corea del Norte. Demasiado si se contrasta con la imagen y los principios repetidos hasta el hartazgo por los fundadores y pilares de la Escuela otros datos, ahora convertida en Universidad y religión para quienes militan en las aulas del Movimiento Regeneración Nacional. Los datos de Reporteros Sin Fronteras son contundentes: en 2022, fueron asesinados 57 periodistas en todo el mundo, 11 de ellos en México. Los cadáveres de los periodistas no mienten: no son otros datos, son muertos.