Claudia Sheinbaum ha tenido dos lapsus freudianos en sus discursos públicos.
Uno, el primero de marzo, en el arranque oficial de su campaña. Dijo:
“Sólo hay dos caminos este 2 de junio: que siga la corrupci… (aquí corrigió), que siga la transformación, o que siga la corrupción”.
El segundo lapsus fue el viernes pasado en Los Cabos, donde dijo: “Nosotros no vamos a llegar a la Presidencia, como lo hizo el presidente Andrés Manuel, por una ambición personal”.
Adjetivar estos lapsus como freudianos es acudir a un referente clásico. Según Freud, en su divertida psicopatología de la vida cotidiana, los lapsus embarazosos y los actos fallidos son sintomáticos de ideas o deseos inconscientes: expresan de manera involuntaria algo que el sujeto quiere callar o encubrir.
Muchos encuentran exagerada, incluso obsesiva, esta mirada de Freud sobre la vida diaria y sus errores.
Todavía vivo Freud, que era un suicida fumador de puros, alguien le preguntó, para jorobarlo, si los puros podían verse como símbolos fálicos. “A veces un puro sólo es un puro”, respondió Freud, con humor.
Podríamos decir también de Sheinbaum: a veces un lapsus sólo es un lapsus, y dos lapsus, dos.
El problema es que cinco años y medio de gobierno de la llamada 4T prueban sobradamente que lo que Claudia Sheimbaum dijo, como lapsus, es verdad.
La corrupción no ha cambiado con este gobierno, incluso ha empeorado, y la promesa de hacer más de lo mismo en el gobierno que viene, como promete Claudia, es, en efecto, prometer que seguirá la corrupción.
Del otro lado, si algo prueba la vida política de López Obrador, es su ambición personal de llegar al poder. Ya en el poder, lo hemos visto concentrarlo en su persona como el más ambicioso de los políticos. Ahora, en la inminencia del fin de su poder como presidente, lo vemos construir a Claudia Sheinbaum como una aquiescente sucesora.
Antes, durante y después de la Presidencia, la ambición personal de poder ha sido dominante en López Obrador.
De modo que Claudia Sheinbaum dice la verdad en sus dos lapsus:
Uno: con su gobierno seguirá la corrupción.
Dos: la ambición personal del Presidente ha sido no sólo alcanzar el poder y concentrarlo, sino también heredarlo de modo que pueda seguir ejerciéndolo.