Contra el virus del fanatismo
Si el cuerpo social no elimina con votos este domingo el virus del fanatismo, México no tendrá salida de la espiral de odio y confrontación en que nos adentramos.
López Obrador inoculó el virus del fanatismo en la sociedad, que nos llevará a la polarización sin límites en caso de que la sociedad no lo elimine con votos en estas elecciones.
El fanatismo obradorista despertará otro fanatismo, en sentido contrario y con la misma intensidad.
De triunfar la continuidad perderemos, por generaciones, la posibilidad de convivir en la pluralidad con razonable armonía.
Sobran en el mundo los ejemplos de países que no han cerrado sus heridas luego de caer en la espiral del fanatismo. Las divisiones llegan hasta el seno familiar.
Eso elegiremos el domingo: la continuidad irreversible de la polarización, o el retorno a la normalidad que permite dirimir nuestras diferencias en paz.
No hay mañana. Es este domingo o no volveremos a ver a México en paz.
El virus del fanatismo ya está entre nosotros.
La candidata de la continuidad obradorista, Claudia Sheinbaum, ha negado una y otra vez la vía de los acuerdos con la oposición para compartir programas y soluciones.
Su visión es la de “ellos contra nosotros”.
Ni siquiera saluda o voltea a ver a los que piensan diferente a ella.
Cuánta razón tuvo el gran escritor judío Amos Oz en su libro Contra el fanatismo, al advertir que “para mí la palabra acuerdo significa vida. Y lo contrario de acuerdo no es idealismo ni devoción; lo contrario de acuerdo es fanatismo y muerte”.
El fanatismo niega la realidad. La realidad no es lo que existe, sino lo que dice el líder de la secta.
Tenemos un Presidente fanático de sí mismo.
Contra toda evidencia dice que tenemos las elecciones más limpias, pacíficas y democráticas de la historia de México.
López Obrador deja la Presidencia y una persona de su grupo aspira a darle continuidad a lo realizado “por el mejor presidente de la historia, Andrés Manuel López Obrador”.
Tenemos el peor desempeño de la economía desde la crisis que dejó el populismo en 1982, y Claudia Sheinbaum dijo en su cierre de campaña que en el gobierno de su líder “el crecimiento económico supera todas las predicciones”. Es uno por ciento promedio anual. AMLO vaticinó crecer al seis por ciento y luego rebajó a cuatro. Resultado: uno por ciento.
Refutar así a la realidad es fanatismo.
Dijo en el Zócalo que “vamos a profundizar la estrategia de paz y seguridad y los logros alcanzados”. La verdad es que van 188 mil asesinatos dolosos en el sexenio, que es el peor récord en más de un siglo.
Elogiar ese error terrible y comprometerse a profundizar en él es fanatismo.
Treinta millones de mexicanos perdieron el acceso a la salud en este sexenio, por una decisión equivocada del Presidente.
Decir, ante esa realidad, que lo alcanzado es gracias “al liderazgo del mejor presidente de la historia”, es fanatismo.
En la pandemia murieron 300 mil mexicanos de más, que fallecieron por los errores y creencias supersticiosas del Presidente.
Llamarlo “el mejor presidente de la historia” luego de 300 mil muertos a causa de sus suposiciones anticientíficas es fanatismo.
Decir que tenemos “el mejor presidente de la historia” cuando México, por primera vez desde la Revolución, disminuyó la matrícula escolar (un millón 200 mil niños y jóvenes menos en la escuela que a fines del sexenio anterior) es negar la realidad. Fanatismo.
Decir que sus contendientes son “los que dispararon contra los estudiantes en el 68″, cuando AMLO entró a militar al PRI después de la matanza del 68 y del halconazo de Echeverría”, es negar la realidad. Fanatismo.
Luego de militar en Convergencia Comunista 7 de enero, haber aplaudido regímenes dictatoriales que mandaron a los disidentes a gulags, traer a desfilar al Zócalo a tropas de asalto rusa que invadieron Ucrania, decir que “la libertad ha sido siempre nuestra bandera”, es una mentira que sólo puede admitirse por obra del fanatismo.
Decir, como dijo Sheinbaum en el tercer debate, que “ellos son el autoritarismo, nosotros somos la democracia; ellos son la represión, nosotros somos la libertad; ellos son los privilegios, nosotros el bienestar y los derechos; ellos son el saqueo, nosotros la defensa del patrimonio nacional; ellos son la mentira, nosotros somos la verdad; ellos son los fraudes electorales, nosotros somos las elecciones libres”, es una escalofriante expresión de fanatismo.
La polarización y el odio entre “ellos y nosotros”, fomentado desde el poder político, nos lleva a la fractura social, al enfrentamiento, a la apertura de una herida entre mexicanos que no veremos cerrarse.
Siempre estará ahí.
Estamos en el umbral de lo irreversible. De tomar el camino sin retorno.
La eliminación del virus que López Obrador inoculó en la sociedad mexicana durante 24 años sólo se puede hacer mediante el voto este domingo.