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TOMA Y DACA

Entrevista/ Alberto Capella / 'No soy un superhombre'

Alberto Capella comisionado de Seguridad Pública de Morelos

 

De activista contra la inseguridad, Alberto Capella pasó a jefe de la Policía. Empezó en Tijuana y hoy es la cabeza del combate a la delincuencia en Morelos. La suya es una visión distinta, pues se trata de una víctima que se convirtió en autoridad. Niega que haya crisis en su estado y lo que ve es una lucha de intereses.

 

Cuando eras activista en Tijuana, un comando atentó contra ti. ¿Por qué seguir en esto, ahora como jefe de la Policía de Morelos?

No es por valentía, es por temor.

 

 

¿A qué?

Tenía dos alternativas: retirarme con la cola entre las patas después de haber hecho tantas movilizaciones sociales, irme al otro lado de la frontera, ver quién me tendía la mano y tratar de cuidar a mi familia. La otra: seguir adelante y entrarle. A las 72 horas del atentado, ya había aceptado tomar la Secretaría de Seguridad Pública de Tijuana.

 

 

Pero iban a ejecutarte...

Sí es algo traumático que llegues a tu casa y te caigan 30 sicarios disparando 500 balazos. Es un milagro haber sobrevivido. Y eso genera un compromiso, porque en el momento que estás viviendo eso, que estás oyendo que te gritan: "te vas a morir, Beto, te vas a morir", pues lloras, rezas, pides y prometes. Por eso, cada vez que tenemos la posibilidad de liberar a una víctima, me acuerdo de que a mí me pasó lo mismo, pero que en mi caso nunca llegó la policía.

 

 

¿Qué se siente estar cerca de la muerte?

Yo estaba seguro de que... Mira, unas tres semanas antes del atentado, habían asesinado de manera muy similar a un comandante de apellido Zazueta. Lo sacaron de su casa, lo torturaron, le cortaron las extremidades, le arrancaron los testículos cuando todavía estaba vivo, metieron en bolsas negras su cadáver descuartizado y fueron a dejarlo a la comandancia de la Policía de Tijuana.

 

 

¿Te aterraba que te hicieran lo mismo?

El ladrido del perro de mi vecina y un frío que nunca había sentido en esa casa fue lo que me despertó. Cuando oigo las llantas de las camionetas, lo primero que me viene a la cabeza es la imagen de ese comandante. Ahí entendí que, fuera como fuera, yo no podía permitir que me sacaran de mi casa, ni vivo ni muerto.

 

 

¿Cómo te salvaste si estabas solo?

Quien me puso con la maña fue uno de mis escoltas, efectivamente. Los sicarios llegaron sigilosamente, porque lo que querían era sacarme de la casa. Yo alcanzo a escucharlos, me levanto y afuera de mi recámara había un rifle R15 y un fusil G3, precisamente de mi equipo de seguridad.

 

 

¿Y sabías usarlos?

Me habían enseñado unos meses antes, pero con los nervios no podía ni quitarle el seguro al R15. Lo que no sabía era cómo subir el tiro y recé porque lo trajera arriba. Cuando oigo que hace "clic", obviamente aquellos no venían a tomar café, y tiro tres plomazos hacia la ventana de mi recámara.

 

 

¿Cuántos sicarios eran?

Era un pinche ejército: nueve vehículos, con tres o cuatro sujetos cada uno. Según los peritajes, fueron 12 armas de diferentes calibres las que participaron en el tiroteo. Me levanto, empiezo a temblar, y del susto empecé a llorar y a pedir: "Dios mío, así no, no me lleves así". Y tracatracatraca, que comienza el tiroteo.

 

 

¿No pudieron entrar a la casa?

No, estaban en la parte de afuera, les falló una bombilla (explosivo) que tenían para reventar el cancel de la puerta. Tuvieron que traer escaleras industriales para brincarse. Entonces, bajé por la escalera, escuché que iban a entrar por la puerta, y volví a tirar tres plomazos. Nunca lo planeé así, pero ellos pensaron que había dos personas en la casa, una que tiraba abajo y otra que tiraba arriba. No sabían que era el mismo pendejo subiendo y bajando. Hice nueve detonaciones, tres tiros por ráfaga, y ellos tiraron 500 balazos.

 

 

De ahí te pusieron el Rambo Tijuanense...

Evidentemente, es una exageración. Además, era muy incómodo que algunas personas tomaran a chiste el que fueran a matarme.

 

 

¿Por qué está en crisis Morelos?

Morelos no está en crisis. Lo que hay son movilizaciones sociales sustentadas por intereses de grupos, tres particularmente.

 

 

¿Entonces están exagerando?

No, no puedo decir que exageran mientras haya víctimas y familiares de éstas que están sufriendo. Sí tenemos hechos lamentables, pero no una crisis de violencia. Cuando llegué había de 20 a 22 secuestros mensuales, hoy tenemos un promedio de dos o tres y el objetivo es llegar a tasa cero.

 

 

¿Y las movilizaciones para protestar por la inseguridad y contra el gobierno de Graco Ramírez?

Es un triángulo y sus vértices son los intereses de grupo. Para empezar, hay un obispo molesto por el tema de los matrimonios igualitarios, que viene de un ala conservadora de la grey católica radical. Las marchas también las promueven quienes controlan el transporte público, algo parecido a lo que sucedió aquí con Ruta 100: un transporte que no quiere modernizarse y en el que hay muchos intereses económicos millonarios que quieren que se mantenga el status de ineficacia e ineficiencia, que genera dinero.

 

 

¿Y el tercero?

Es la situación del rector (Alejandro Vera, de la Universidad Autónoma de Morelos): estamos hablando de un desvío de recursos por cerca de 700 millones de pesos. Las marchas son la cortina de humo para tapar eso. Es una perversidad.

 

 

¿Un movimiento perverso?

Estoy hablando de la perversidad de quien lo lidera.

 

 

¿Eso incluye al obispo Ramón Castro?

No, no. Hay una diferencia como el agua y el aceite. El obispo tiene sus razones, pero creo que lo chamaquearon, pues no entendió las dimensiones y las perversidades de los otros dos grupos con los que se alió.

 

 

¿Hoy qué opinión tienes de Javier Sicilia?

Me identifico con él, en función de lo que en su momento él encabezó. Sicilia era para muchas regiones del país lo que Alberto Capella fue para Baja California. La enorme diferencia es que yo salí de la crítica, del discurso social agudo y pasé a la parte de buscar soluciones, a hacer algo, no sólo quejarme.

 

 

¿Vale la pena?

Alguna vez le escuché a un empresario de Nuevo León una anécdota: un buen samaritano que empezó a caminar por la playa y se dio cuenta de que el mar había expulsado a lo largo de la playa miles de estrellas de mar. Entonces, comenzó a devolverlas, una por una, al agua. En eso pasó otra persona y le dijo: "No tienes idea de cuántas estrellas hay por todos lados, es una tontería lo que estás haciendo, ¿tú crees que vale la pena?". Y el hombre respondió: "para esta estrella, sí". En cada una de las cerca de 70 víctimas de secuestro que hemos liberado en Morelos, encuentro una estrella que me hace creer que vale la pena lo que estoy haciendo.

 

 

¿Se pide a la policía más de lo que puede dar?

En términos de lo que las instituciones y la sociedad le da a los policías, se le pide mucho más a un policía de lo que puede dar bajo esas condiciones. Los policías de México pueden dar mucho más si les damos dos cosas: respeto y estatus social.

 

 

¿Crees que todo lo haces bien?, ¿reconoces algún error de tu parte?

¡Muchos! Finalmente, soy un ser humano, no soy un superhombre ni un héroe. En particular, he cometido el error, que es muy común en el servicio público, de confiar en ciertas personas que luego terminan haciendo

Ámbito: 
Nacional