2018, baraja nueva
Partidos y aspirantes comienzan a preparar la estrategia electoral para ganar la elección del 2018. La clave del triunfo en todos los casos, será la presentación de figuras distintas. Es imposible pensar en un cambio con los mismos actores de siempre.
El PAN y el PRI tienen la posibilidad de recuperar el gobierno de Morelos en el 2018, pero es fundamental que apuesten por rostros nuevos. En el estado ningún partido se ha preocupado por renovar sus estructuras y eso ha multiplicado el descrédito de la clase gobernante. Quien entienda esta circunstancia y apueste por algo diferente puede ganar la confianza ciudadana en las próximas elecciones.
Los últimos procesos electorales en nuestra entidad han mostrado que ninguno de los partidos se han abierto a una nueva generación de gobernantes. Los mismos rostros y las mismas propuestas se presentan cíclicamente bajo todas las siglas: no hay nada nuevo, siempre es lo mismo, por tanto no hay razones para pensar que la historia puede ser distinta.
El problema es que los grupos y los caciques no sueltan el control de las instituciones y acaparan el manejo de las candidaturas. La historia se repite en todas las siglas: los espacios se dividen en función de los acuerdos de poder y las posiciones se reparten a conveniencia de quienes tienen el control. Los nuevos cuadros y los verdaderos liderazgos ciudadanos siempre quedan fuera.
La tragedia que representa este tipo de pactos ha estado de manifiesto muchas veces, pero se puede observar con absoluta claridad en lo sucedido en el 2012. En la elección sexenal fue un acuerdo de grupos lo que definió las candidaturas al gobierno del estado y el ciudadano tuvo que elegir entre lo que convenía a los partidos, no al estado: Amado en el PRI, Graco en el PRD y Adrián en el PAN; un narco, un ladrón y un borracho.
La historia volverá a repetirse en Morelos si el status quo de las cosas no cambia, y no cambiará si la decisión corresponde a quienes tienen el control de las instituciones. Para el PAN, el PRI y el PRD es conveniente que el reparto de poder siga estando entre los grupos y no entre la militancia, porque es más fácil acordar con los caciques que con los líderes sociales y es mucho más lucrativo pactar en función de interese personales que de necesidades sociales.
Ese tipo de acuerdos es lo que ha depreciado la función pública y ha desacreditado la política. Los ciudadanos repudian a los partidos y a sus representantes porque en los últimos años las cosas han ido de mal a peor y las componendas de poder son cada día más cínicas y dañinas para la sociedad. Es imposible confiar en un partido cuando ha quedado de manifiesto que a esas instituciones les mueve el dinero y los intereses personales.
Ese espacio de confort es lo que ha hecho que las cosas no cambien en nuestro estado. Los partidos políticos están pervertidos y no hay forma de que las cosas cambien si los ciudadanos y los militantes siguen siendo simples observadores del juego de poder. Para que la historia sea diferente es necesario que el árbol se sacuda y el orden de los factores se modifique. Explico:
En los tres partidos políticos hay una nueva generación que quieren acceder a mejores espacios, pero no pueden pasar porque las barreras de los grupos son infranqueables. Más aún: entre la sociedad hay muchísimos liderazgos que hacen trabajo en sus colonias y entre sus comunidades, pero no tienen posibilidad de competir porque los caminos están bloqueados por los viejos políticos. ¿Qué tal si arrebatan?
En el PAN y en el PRI, por ejemplo, hay una clase política joven que puede ofrecer algo diferente a la sociedad, que representa una cara distinta a los políticos de siempre y que podrían obtener, al menos, el beneficio de la duda de muchos votantes. Me refiero a personas de carne y hueso que hoy tienen posiciones políticas de segundo nivel, pero que gozan de liderazgo social y que sobre todo, hacen contraste con las figuras que cada tres años nos presentan los partidos.
Una clase política distinta es la que puede provocar un cambio, ellas y ellos son el camino para modificar el status quo y hacer que la historia sea distinta y mejor para todos.
No me refiero sólo a un cambio generacional, sino a un ajuste completo de las cosas. El cambio puede ser a través de jóvenes, pero también de personas que no han tenido oportunidad de demostrar que pueden hacer un buen trabajo y que tienen más compromiso social que muchos de quienes hoy nos representan.
Las condiciones sociales están dadas para un cambio, el hartazgo de la gente es un elemento que puede detonar nuevos liderazgos y es la clave para que los partidos ganen las próximas elecciones. Si estos grupos se organizan y comienzan a trabajar, si de manera paralela a sus partidos se acercan a la sociedad, retoman sus demandas, impulsan la agenda ciudadana y ven de frente a la gente, los partidos no tendrán como cerrarles la puerta. Es cuestión de que se decidan y arrebaten el control a los caciques de siempre.
Baraja nueva, dicen los clásicos; eso es lo que los partidos necesitan para recuperar la confianza de la ciudadanía. Rostros diferentes, gente distinta que entienda lo que pasa en las calles, que le duela lo que sufre la ciudadanía y que no este conforme con lo que está pasando hoy en nuestro estado. No más Gracos, ni Amados, ni Adrianes: algo diferente a Juan Salgado, Jorge Meade, Maricela Sánchez, Guillermo del Valle, Oscar Sergio Hernández, Luis Miguel Ramírez, Jorge Messeguer p Rodrigo Gayosso. con ellos el cambio es imposible.
El PAN y el PRI son los partidos a quienes más se les abre esa posibilidad. Si desde ahí los ciudadanos comienzan a construir una propuesta diferente, impulsan una verdadera agenda social y retoman el sentir de la población, es posible que veamos algo distinto en las próximas boletas electorales, pero sobre todo, que aspiremos a algo mejor en el 2018.
Pensar que Morelos salga adelante con la misma clase política que hoy tenemos enfrente es imposible.
Apostar por los mismos es imbécil.
- posdata
Aunque se trata de una circunstancia difícil de entender (¿Cómo puede el PRI encabezar hoy las preferencias electorales en Morelos?), los priístas tienen la oportunidad de recuperar el poder político en Morelos.
Igual que el PAN, al PRI lo que le beneficia es el monumental desgaste del PRD y el enorme desprecio personal que mucha gente siente hacia el gobernador Graco Ramírez. En política todo cuenta y estos aspectos, aunque coyunturales, conceden a panistas y tricolores buenas condiciones para competir en el 2018.
Las estadísticas nunca son definitivas, sobre todo cuando falta tanto tiempo para la elección; muchas cosas pueden cambiar de aquí a que se instalen las urnas, pero francamente se ve muy difícil que en estos dos años el PRD o su gobernador se reconcilien con la sociedad.
Si panistas y priístas aprovechan la circunstancia, el 2018 va a ser para ellos. El reto que tienen ambas instituciones es que sus estructuras reales, no los grupos ni los caciques, se decidan a sacar adelante el proceso y recompongan su escenario. El camino para un triunfo en ambos partidos pasa por gente distinta a la que hoy está al frente de las instituciones.
El PRI tiene una dirigencia temerosa, apabullada por los grupos y sin agenda social. En el PAN, aunque hay un joven al frente del partido, no se le ve tamaño, inteligencia ni idea de cómo aprovechar la coyuntura; ninguno de los dos presidentes tiene agenda social ni liderazgo más allá de sus grupos.
La suma de todos es clave para que un partido salga adelante, pero hoy esa suma debe ser en torno a algo distinto, algo que no refleje lo mismo de siempre ni haga desconfiar a la gente. La construcción de un proyecto electoral ganador implica mucho (pero mucho) más de lo que hasta ahora muestran esos dos partidos.
La pregunta es simple ¿Quién en el PAN y en el PRI se echarán a cuestas el proceso? ¿O dejarán que igual que cada tres años, sea la suerte (y el dinero) lo que defina las cosas?
Un cambio con lo mismo de siempre es imposible.
- nota
Luego de varios meses y más de cien millones de pesos, la plaza de armas fue inaugurada. La ceremonia de apertura llevó el sello de la casa: se hizo a oscuras, rodeada de policías, detrás de una valla, con la presencia sólo de la clase gobernante y lejos del pueblo.
La plaza de armas, dijeron la secretaria de obras y el subsecretario de gobierno hace algunos meses, sería inaugurada en septiembre para que ahí se llevara a cabo la ceremonia del grito de independencia; cumplieron. Lo que nunca dijeron fue que esa festividad, otrora una verbena pública, esta ocasión sería de invitación restringida, detrás de vallas tipo Trump y en medio de un ostentoso operativo de seguridad. Fue el grito de independencia en un estado secuestrado.
La apuesta del gobernador Graco Ramírez y sus inteligentísimos operadores políticos para esa fecha fue simple: había que seleccionar a los invitados, limitar el acceso y minimizar los riesgos de abucheo. La situación era tensa desde la noche que se inauguró la plaza: cuando el gobernador y un selecto grupo de invitados dieron por estrenada la obra, desde afuera (tras las vallas) se escucharon los gritos de la gente “¡eeehh Puto! … eeehh Graco!”.
Ni los muros metálicos, ni los cercos de seguridad, ni los cientos de policías, ni los detectores de metales, ni las infructuosas revisiones pudieron evitar que la gente se expresara. Los gritos en contra del gobernador aparecieron la noche de la inauguración y también la noche del grito. A pesar de que a la flamante plancha sólo pudieron ingresar personas autorizadas, cuando Graco Ramírez se asomó al balcón de palacio su pesadilla se volvió realidad: la gente lo abucheó, lo ofendió y le demostró por enésima ocasión su desprecio. Puto, culero, ladrón, fuera… fueron algunos gritos que le lanzaron sus invitados especiales.
Las vallas de metal que colocó el gobernador alrededor de su costosísima obra reflejan el muro que él mismo se ha impuesto. Graco se oculta detrás de vallas de metal, de puertas y cristales blindados, de un séquito de aduladores, de empleados incompetentes, pero serviles. Es el rey desnudo.
En la víspera de su penúltimo informe de labores Graco Ramírez enfrenta el peor desgaste social y político que haya tenido gobernador alguno en Morelos. Ni Jorge Carrillo, ni Sergio Estrada ni Marco Adame tuvieron nunca que colocar barreras de protección en una ceremonia del Grito, ni tampoco cambiaron de lugar el tradicional desfile de independencia. Graco Ramírez pasará a la historia como el peor y más corrupto gobernador que ha tenido Morelos.
Ahora hasta las obras las debe inaugurar a oscuras y rodeado de seguridad.
- post it
Matías Quiroz y Francisco Moreno están jugando roles muy parecidos en dos poderes distintos. Ambos, el secretario de gobierno y el presidente del congreso se han convertido en el muro defensor del gobernador Graco Ramírez.
El papel de ambos personajes es triste, poco digno y sumamente desgastante; Matías se ha convertido en el hazmerreir público por las “joyas” (así les dice Graco) que declara, en tanto que a Moreno lo consideran el principal defensor del mandatario en el congreso, por encima de los perredistas.
En el caso del secretario de gobierno es comprensible la postura: defiende a su jefe y asume los costos de muchas decisiones que no comparte, pero debe respaldar. Del lado del diputado no es clara la razón de su postura ni creíble que se trata de una postura institucional: la defensa de Paco a Graco va mucho más allá de lo que corresponde a un legislador y nada tiene que ver con el papel de un representante popular.
Para ambos personajes el desgaste social es enorme y no hay punto desde el cual defender sus posturas, pero en el caso del diputado el daño va más allá de la figura del presidente de la cámara, involucra al congreso en su conjunto.
Personalmente no entiendo la razón por la que esta legislatura decidió asumir un papel tan poco digno y cargar con un repudio social que no les corresponde. Por altos que sean los beneficios de un acuerdo mediático, el costo político que pagan es enorme y puede acabar con la carrera de muchos de ellos.
- redes sociales
La remodelación del zócalo es una obra que refleja el gobierno de Graco Ramírez: los precios se inflaron, la inauguración tuvo que ser en secreto, el gobernador fue abucheado, la gente no puede acceder a un espacio público y el costo del nuevo negocio de Rodrigo Gayosso los pagarán los morelenses durante varios años. Es un claro ejemplo de Perder-Perder.
De algún lado, dicen, deben salir los millones de pesos que mes con mes el príncipe cambia a dólares y guarda en efectivo en sus casas de Estados Unidos.
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