¿HASTA CUÁNDO, GENERAL CIENFUEGOS?
Luis R. Aveleyra
¡Bandera de México!, legado de nuestros héroes
símbolo de la unidad de nuestros padres y de nuestros hermanos,
te prometemos ser siempre fieles a los principios de libertad y justicia
que hacen de nuestra Patria la nación independiente,
humana y generosa a la que entregamos nuestra existencia.
Juramento a la bandera mexicana
Dada a conocer por el diario nacional La Jornada, circula la noticia de que el militar Jesús López, abanderado de la escolta que entregó el pasado 15 de septiembre la insignia nacional al torpe desgobernador de Chiapas Manuel Velasco Coello, ha sido despedido por haberle arrebatado el lábaro patrio a un pusilánime ser quien demostró su falta de cultura cívica y de respeto al no saludar con mínimo decoro y marcialidad en la ceremonia más importante de las fiestas nacionales.
Verdaderamente será muy lamentable que la Secretaría de la Defensa Nacional castigue al militar que tuvo la decencia no sólo de cumplir órdenes, sino de resguardar el lábaro patrio, porque seguramente así le fue inculcado como a nosotros desde niños y después el día que como conscriptos en el Servicio Militar Nacional hicimos el Juramento de Bandera.
No tengo más merecimiento para dirigirme a usted que el ser ciudadano en este país y haber sido soldado del referido Servicio Militar Nacional, pero sinceramente causa dolor ver desangrarse al Ejército Mexicano en una lucha cruenta que no originó y que la torpeza política de los gobernantes no ha sabido reducir, ni siquiera controlar.
Da tristeza que muchos de nuestros jóvenes queden a mansalva del crimen organizado porque ninguna voz los defendió ni los supo orientar y porque se han dejado crecer las animadversiones internas.
Más desazón crea que el Ejército Mexicano ha sido utilizado y, por su lealtad inquebrantable, se abusa de su fidelidad a gobernantes que muchas veces han fallado ante el pueblo de México y al final del día se le deja solo, a la deriva, a mansalva de los organismos de derechos humanos.
Genera indignación testificar que hace meses, soldados de mi patria, uniformados, pertrechados, se convirtieron en simples guardaespadas de un futbolista metido a mediocre y pelele Presidente Municipal de Cuernavaca, quien llegó a entrenar para un partido de futbol con dos vehículos artillados, por estar peleado con el infame hombre que pretende o cree gobernar el estado de Morelos. Eso es contra la Ley, pues ni siquiera un Secretario de Estado goza de tal privilegio.
Además de su solidaridad en los casos de desastre, de hacer funciones de policía que no le corresponden, el verdadero valor de nuestro Ejército Mexicano, es que se ha constituido en el soporte de la democracia que para bien o para mal existe. Las instituciones perviven gracias al denodado esfuerzo y a la verticalidad de nuestras Fuerzas Armadas. Eso lo reconocemos todos.
Como Secretario de la Defensa Nacional, es usted sucesor de grandes hombres que en su momento encarnaron esa lealtad a las instituciones, a los gobiernos legalmente constituidos, es depositario de la tradición de reciedumbre y resguardo del orden hacia el interior de la nación. También, de lo poco que queda del honor nacional, pues los políticos de hoy se han encargado de destrozarlo a ciencia y paciencia.
Por ello, es inaudito, que usted se haya prestado a ofrecer disculpas por actos cometidos, pues hasta donde recuerdo, un soldado cumple órdenes, las ejecuta y consulta, no se manda solo ni tiene la discrecionalidad para matar a menos que se le instruya. Tal vez a usted le impusieron esa enojosa instrucción.
Sinceramente, no me imagino a Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Joaquín Amaro Domínguez, a mi general Marcelino García Barragán o a Félix Galván López disculpándose.
¿Quién habla por los militares muertos, desaparecidos, torturados?, ¿quién defiende a sus viudas a sus huérfanos, a los padres y madres que han visto perder a sus hijos?, ¿algún malviviente se ha disculpado por las bajas que ha causado al Instituto Armado?, ¿acaso los militares en activo no son seres humanos también?
Solamente usted con su inteligencia y sabiduría podrá resarcir lo que hoy está pendiente, aquello que causa escozor, concretar la unidad que pareciera estar fracturada. Es tiempo de hacer comprender el alto valor del esfuerzo de los soldados de México.
No castigue usted al soldado que arrebató el lábaro patrio a un venal gobernante, sino conserve a un pundonoroso militar que cumplió con un deber: el de defender su bandera de quien no merecía portarla.
Hace muchos años aprendí esta estrofa que hoy le recuerdo respetuosamente:
“Antes, patria, que inermes tus hijos bajo el yugo su cuello dobleguen,
tus campiñas con sangre se rieguen, sobre sangre se estampe su pie.
Y tus templos, palacios y torres se derrumben con horrido estruendo,
y sus ruinas existan diciendo: de mil héroes la patria aquí fue.
Estrofa (en desuso) del Himno Nacional Mexicano