Expresidentes: sin juicio, en el exilio y quitados de la pena
La imagen del expresidente Carlos Salinas de Gortari fotografiado en una fiesta de la socialité en Madrid, al lado del embajador mexicano en España, Quirino Ordaz, junto con los videos del también exmandatario Enrique Peña Nieto, comprando ropa en una boutique de la capital española, representan la confirmación más fehaciente de que, como muchas de sus promesas de campaña que resultaron vanas y falaces, la de enjuiciar a los expresidentes mexicanos vivos por presuntos delitos cometidos en sus sexenios, fue una más de las mentiras demagógicas de Andrés Manuel López Obrador.
Porque a pesar de que repitió hasta el cansancio que los llevaría a los tribunales e incluso organizó la única consulta legal de su mandato, a cargo del INE, la escasa participación de los mexicanos en ese referéndum realizado en agosto de 2021 (apenas el 7% de los empadronados) fue la señal más clara de que nunca hubo sustento ni materia en las intenciones del Presidente para imputar penalmente a sus antecesores.
Hoy, cuando le quedan menos de 100 días a este sexenio (96 a partir de hoy), los ex presidentes mexicanos siguen de lo más tranquilos y campantes, eso sí, la mayoría de ellos viviendo en un exilio cauteloso del que no regresaron durante toda la administración lopezobradorista, ni pusieron los pies en el territorio nacional. Salvo el caso de Ernesto Zedillo, que estuvo en enero de este año en la Ciudad de México, impartiendo una conferencia sobre la situación económica en el Foro Actinver (lo que en su momento le valió un reclamo público de AMLO) ni Carlos Salinas de Gortari, ni Felipe Calderón ni mucho menos Enrique Peña Nieto, visitaron el país que gobernaron durante los seis años del obradorato.
Y aunque nunca hubo ninguna acusación o investigación formal en contra de ninguno de ellos, al menos cuatro de los cinco exmandatarios mexicanos vivos, prefirieron ser cautos y prudentes para evitar incluso aparecer en público durante la mayor parte de la administración que termina. Muy distinto fue el caso de Vicente Fox, quien no sólo se dejaba ver públicamente, sino que desde las redes sociales atizaba sus críticas y comentarios en contra del presidente en turno, al grado de convertirse en porrista y propagandista de la campaña de Xóchitl Gálvez, aunque no siempre con los mejores resultados. Pero en Palacio Nacional (como el resto de los mexicanos), al guanajuatense nunca se lo tomaron en serio.
Eso sí, a través de fuentes cercanas, se supo que varios de los exmandatarios, especialmente Salinas de Gortari y Calderón, sí llegaron a estar en la mira de López Obrador que no sólo los aludía en sus discursos, sino que sin hacerlo oficial, siempre busco la posibilidad de vincularlos o involucrarlos en supuestas investigaciones de casos con los que ambos expresidente tuvieron algún tipo de relación.
Por ejemplo, en el caso de Calderón, el juicio en contra de Genaro García Luna siempre fue un tema con el que López Obrador aludía, un día sí y otro también, a un presunto “arreglo” de la administración calderonista con el narcotráfico. Sus constantes referencias al exsecretario de Seguridad federal y las menciones reiteradas de que “era el hombre de todas las confianzas” de su jefe el presidente Calderón, siempre buscaron establecer una línea de culpabilidad hacia el exmandatario que, en el discurso y la versión del tabasqueño, le robó la elección presidencial del 2006.
Quizás por eso hace unos días, cuando se anunció desde la Corte Federal de Brooklyn, Nueva York, que el juez Bryan Cogan había pospuesto la emisión de la sentencia en contra de García Luna, por los delitos de narcotráfico, de este mes de junio en el que estaba prevista hasta octubre próximo, Andrés Manuel no dejó de expresar su molestia, reprochándole a la justicia estadounidense que hayan alargado tanto el resultado del juicio, porque para su mala fortuna ya no le tocará comentar la sentencia con la que, seguramente, volvería a hablar de quien fue durante todo el sexenio su villano favorito y el culpable de todos los problemas que no pudo resolver su gobierno: Felipe Calderón Hinojosa.
En el caso de Salinas de Gortari fueron varias las ocasiones en que se rumoraba que desde la Unidad de Inteligencia Financiera, primero a cargo de Santiago Nieto y luego del actual director, Pablo Gómez, se habían abierto investigaciones sobre sus cuentas y su patrimonio, aunque nunca fueron confirmadas oficialmente. Incluso, quienes llegaron a ver y a conversar con Salinas en Madrid o en Londres, ciudades en las que comparte su residencia, aseguraban que en ocasiones el exmandatario sí se mostraba “nervioso y preocupado”, sobre todo en los primeros cuatro años del sexenio, de que se pudiera emprender alguna acción legal o investigación en su contra.
Pero nunca hubo nada formal en contra del que AMLO llamaba “el padre del neoliberalismo”, ni siquiera cuando entre 2023 y principios de este 2024, se habló de que la reapertura del Caso Colosio, 30 años después, y a partir de las denuncias de tortura que presentó Mario Aburto ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos, tenía como finalidad relacionar al licenciado Salinas de Gortari con el presunto encubrimiento de un segundo tirador que intentaba ser probado por este gobierno después de cuatro fiscales que había desechado esa hipótesis.
El temor de Salinas ante los rumores de presuntas investigaciones se vio reflejado en su decisión de solicitar, apelando a su origen sefardí y al ofrecimiento del gobierno español, la ciudadanía de la nación ibérica, la cual le fue concedida en 2021 después de que acreditó las raíces de su familia en Nuevo León con los judíos sefaraditas que fueron expulsados de España en 1492 por los Reyes Católicos. Pero en realidad, a lo largo de su sexenio, López Obrador fue cambiando su tono y la forma de referirse al que alguna vez bautizara como “el innombrable” y “el padrino de la mafia del poder”, y en septiembre de 2023, justo cuando arreciaban los rumores de que pretendían investigarlo por el Caso Colosio, el tabasqueño le mandó un mensaje al expresidente: “Que no se preocupe el licenciado Salinas porque no he recibido ni un solo informe, ni un escrito sobre esto”.
Así que ni juicio, ni investigación, ni mucho menos. Los expresidentes mexicanos, si bien vivieron con algo de tensión y preocupación el sexenio obradorista, al final, sabedores de que el poder presidencial sí tiene fecha de caducidad y de que se acerca para el tabasqueño el ocaso y la soledad por la que ellos ya pasaron, hoy se les empieza a ver más relajados. Y en público, y desde su exilio dorado, parecen repetir para que escuchen en Palacio aquel refrán mexicano que reza: “Como te ves me vi y como me ves te verás”.
NOTAS INDISCRETAS…
”Hágase la libertad de expresión, pero en los bueyes de mi compadre”, con esa frase, el presidente López Obrador, la presidenta electa Claudia Sheinbaum y la mayoría de los porristas e ideólogos del oficialismo salieron ayer a celebrar, con vivas y vítores, la liberación del periodista estadounidense Julián Assange. Incluso López Obrador se aventó la puntada de decir en las redes sociales que la negociación a la que llegó el Departamento de Justicia con el fundador de Wikileaks, de reducirle la pena a cambio de que se declarara culpable y compareciera ante la justicia de su país por los cargos de espionaje y filtración de documentos de seguridad nacional que le imputan, demostraba que “la Estatua de la Libertad no quedó como un símbolo vacío”. Y la verdad es que está muy bien que finalmente Assange pueda recuperar su libertad y que cese la persecución a la que fue sometido por ejercer su trabajo periodístico, pero lo que no está nada bien es que mientras el mandatario mexicano y toda la pléyade de la 4T celebran la libertad y el derecho a la libre expresión del periodista estadounidense, justifiquen y hasta celebren también que la UIF esté investigando las cuentas y el patrimonio del periodista mexicano Carlos Loret, de su esposa Berenice Coronado, y del actor Víctor Trujillo. ¿Acaso la libre expresión y el periodismo crítico solo es digno de celebrarse en Estados Unidos pero no en México? Eso se llama hipocresía y simulación, algo en lo que la nueva clase política de la 4T, desde la cabeza actual hasta los futuros gobernantes, parecen practicar sin el menor decoro ni recato…Dados girando. Capicúa y se repite el tiro.