Creo que Jorge G. Castañeda resumió bien lo que podemos esperar de Trump cuando gane la presidencia, desenlace que sólo puede interrumpir, hoy por hoy, lo inesperado.
Lo inesperado, hay que recordarlo, es la especialidad de la historia. Ejemplo: el atentado contra Trump que buscaba eliminarlo lo volvió invencible, a cambio de una oreja herida.
Lo primero que destaco de la visión de Castañeda (El Universal, 17 de julio) es que este Trump no es el mismo de hace ocho años.
Es más fuerte y peor. No tendrá ahora, dice Castañeda, la resistencia del aparato burocrático de Washington, al que no conocía en su primera presidencia, sino a un gabinete trumpista que sabe ya dónde están los baños de la Casa Blanca.
Será un presidente con un equipo cohesionado en torno a él y experimentado respecto de los resortes del gobierno.
Frente a ese gobierno compacto de la segunda presidencia de Trump no podrá hacer mucho su oposición demócrata.
Tampoco, al parecer, sus rivales ni sus aliados externos. Cuando uno escucha que Rusia se complace en la candidatura a vicepresidente de Vance, no puede sino preguntarse quiénes serían los aliados y quiénes los rivales externos de una presidencia de Trump.
Castañeda enuncia con claridad los cuatro temas en los que esa presidencia topará con México
1. Migración, que incluye ya no sólo un Muro y la deportación de extranjeros al “tercer país seguro” (México), sino la erradicación de los mexicanos ilegales que viven en Estados Unidos.
2. Combate al crimen y al fentanilo, bajo la certidumbre, expresada por Vance, de que México es un Estado fallido y necesita ser rescatado, al menos en su frontera norte, de su falta de control de territorio.
3. La revisión del T-MEC, que incluirá todas las quejas imaginables de la parte estadunidense para hacer difícil, imposible o muy costosa la negociación.
4. El recurso de establecer unilateralmente aranceles altos, para evitar la transmisión subterránea de exportaciones chinas a Estados Unidos a través de complicidades mexicanas.
O para exigir cualquier otra cosa.
Suficientes malos augurios.
Añado a esto la misoginia de Trump, quien ya antes trató miserablemente, en una reunión bilateral, a Angela Merkel. ¿Tratará mejor a Claudia Sheinbaum?