Los siete reportes de que ayer dio cuenta la secretaria federal de Seguridad confirman una explicable obviedad: las agencias policiacas estadunidenses operan en México sin que las amilane el descrédito que le merecen —en particular la DEA— al presidente López Obrador.
Ello explica que el gobierno de Biden, como reveló Rosa Icela Rodríguez, comunicara al de México que “las fuerzas del orden de EU fueron informadas en varias ocasiones” de que el hijo de El Chapo “estaba considerando rendirse ante las autoridades estadunidenses” y que fue hasta “las 10:30 horas del jueves 25 de julio de 2024 que Joaquín Guzmán López estaba considerando rendirse” al ingresar a territorio estadunidense “en un vuelo privado ese día”.
Y ¡albricias!: en aras de aligerar la carga de acusaciones y condenas que le aguardaban, El Chapo Junior llegó al aeródromo de Santa Teresa con un excepcional regalazo: el hasta entonces invicto Ismael El Mayo Zambada.
Espectacular, el caso abre interrogantes como estas:
—¿Desde hace cuánto tiempo los agentes estadunidenses consiguieron lo que los mexicanos fueron incapaces de alcanzar en casi 60 años: la hazaña de localizar a El Mayo a través de Guzmán López y asegurarse (“en varias ocasiones”) de que éste desertaría de su banda para entregarse a la justicia gringa?
—¿El Mayo fue el tema central desde el inicio de las negociaciones?
La 4T no sale del marasmo. Ignora cómo y por dónde le llegó “el volado de mano derecha” que le propinó el gobierno estadunidense con la “extracción” de El Mayo, y ni AMLO ni Rosa Icela Rodríguez atinan a dar alguna explicación básica.
En la mañanera de ayer, ni con el reporte de EU dijeron algo distinto a lo declarado el viernes.
Lo único claro son dos cosas:
a) la total ignorancia del gobierno mexicano, y
b) que para el gobierno de Biden están reprobados los centros de “control de confianza” de la dependencias encargadas de combatir el crimen, porque casi nadie supera las pruebas poligráficas ni las de “trabajo social” (supuestamente “atacando las causas” del delito mediante dádivas), ni las psicológicas (abrazos, no balazos) y menos las médicas, porque la inacción oficial para EU está infectada de fentanilo.
Los gringos no iban a confiar en el gobierno mexicano para una operación altamente delicada, histórica y sensitiva, equiparable solo con las de eliminación de prominentes terroristas.
¿Qué va a hacer la Fiscalía General de la República con su carpetita de investigación? ¿Pedirá la extradición de los agentes estadunidenses que planearon y ejecutaron tan inaudita proeza?
“El vuelo en sí no fue planeado por agencia gubernamental estadunidense alguna”, dijo la secretaria Rodríguez.
¿Pensará que somos estúpidos o ingenuos para creer que, si ni las autoridades de México y EU tuvieron que ver con el vuelo de ignominia, solitos y autocríticos los narcos, en un ataque de epifanía (como el converso Pablo de Tarso), tomaron conciencia de su maldad, confiaron en la justicia y de plano se la hicieron por su propia mano…?