No sé si usted se ha preguntado cómo es posible que el homo sapiens se haya erigido como la especie más poderosa sobre la faz de la tierra y podamos hoy en día vivir en grandes ciudades o en metrópolis de millones de habitantes, sin que impere la violencia, ni el desorden o la anarquía. Son varios factores los que han permitido semejante hazaña, saber hablar, escribir, contar, comunicar y cooperar, pero, sobre todo; la creación de ficciones por los grupos poderosos que gobiernan, las cuales son utilizadas para mantener la cohesión de la sociedad, como lo ha explicado Yuval Noah Harari en su famoso libro “Sapiens-De animales a dioses”.
Con este referente construyo la siguiente metáfora: En política los únicos poderes reales son el poder del Estado y el poder del pueblo. Estos dos grandes actores son la atracción principal del circo mediático y son ficciones o pegamentos para hacer funcionar a la sociedad y que podamos vivir en un territorio y en paz, hasta donde sea posible.
El dueño del circo lo es por seis años mientras se elige a otro y funge como maestro de ceremonias o jefe de pista. En el circo es el más importante ya que gestiona el rendimiento de todos los actores, presenta los diferentes números y guía al público a través de la experiencia del entretenimiento. El pueblo bueno son los espectadores, están contentos si el dueño del circo les da palomitas gratis ¡Claro! Que ya se les cobraron en el precio de la entrada y sí los mantiene entretenidos.
Los poderes que conocemos como poder judicial y legislativo, solo hacen funciones no ejercen ningún poder real. Los encantadores de serpientes son los primeros y los segundos son los payasos y bufones. Los músicos ambientadores son los dueños del capital. Los medios de comunicación y comentocrátas son los trapecistas y domadores de focas.
Como dije en línea atrás, solo hay dos poderes reales, el del Estado que recae en el dueño del circo y el del pueblo que son los espectadores. Sí el dueño no ofrece un buen espectáculo del circo, no tardara la silbatina de los espectadores y se retiraran de las graderías. Sin espectadores no hay circo y sin circo no hay espectadores. Este es el gran truco que los romanos entendieron en el siglo primero de nuestra era. “al pueblo, pan y circo”.