El ‘año de Hidalgo’ es famoso en México por la maldición materna “al que deje algo” y puede referirse desde las arcas de un pequeño municipio....
Cualquier discurso contra la corrupción no puede dejar de mencionar el ‘año de Hidalgo’, por lo que Andrés Manuel López Obrador, desde antes de asumir la Presidencia en 2018 llamaba a los funcionarios salientes que no dejaran al gobierno desmantelado. Ahora, la presidenta electa Claudia Sheinbaum advirtió que ella y el presidente revisan las finanzas para que no haya saqueos.
Pero el “año de Hidalgo” se ha vuelto más sofisticado, sobre todo por aquellos que saben cómo navegar la maraña de contratos gubernamentales, pues la mejor manera de asegurarse bienestar más allá de un sexenio es tomando decisiones difíciles de revertir antes de que la nueva administración se meta a revisar las cuentas.
Por ejemplo, en el sector energético, Pemex prepara la compra de una terminal privada de almacenamiento de combustibles en Tuxpan, Veracruz, en una operación de 320 millones de dólares. Que el proceso se haya acelerado cuando faltan menos de dos meses para el cambio de gobierno y antes de que Sheinbaum hubiera nombrado al próximo director de Pemex es algo que llama la atención. Más llama la atención que la empresa que hizo la inversión, la estadounidense Monterra Energy, no ha dicho nada.
Y aún más notorio es el hecho de que la planta que Pemex quiere comprar es la misma que autoridades energéticas clausuraron en 2021 por incumplimientos en regulación. Desde que la terminal fue clausurada, Monterra amenazó con un arbitraje que no se ha concretado, debido a la posibilidad de que el gobierno mexicano pudiera reponerles la pérdida mediante la compra de las instalaciones. Sin embargo, el deterioro de la infraestructura en el tiempo que la terminal ha estado clausurada obligaría a su comprador a una fuerte inversión.
Es decir, la urgencia con la que Pemex y Monterra parecen avanzar parece más un rescate a concretar antes de que la nueva administración entre con otras prioridades o intereses. Y es aquí donde los acuerdos o arreglos no tienen distingos partidistas ni buscan un quiebre con el pasado: Monterra es propiedad de KKR, uno de los mayores fondos de inversión del mundo, asesorada en México por Luis Téllez Kuenzler, quien fuera secretario de Energía del gobierno de Ernesto Zedillo.
La especulación sobre esa compra y la urgencia que Pemex parece tener abre por lo menos sospechas de que la próxima administración podría echar abajo la operación. Pero mientras el cierre de un gobierno puede ser amenaza para unos, es oportunidad para otros, que al brincar un sexenio pueden asegurar continuidad.
Es el caso de las empresas Ozone Ecological Equipment y Ozore Gestión de Agua, contratadas por la Comisión Nacional del Agua para construir plantas potabilizadoras en Durango.
En 2022, Ozone participó en la licitación para construir la planta del proyecto Agua Saludable, una obra para llevar agua potable a la zona de La Laguna en Coahuila y Durango. Junto con otras empresas fue descalificada por no cumplir los requisitos, pero acto seguido Conagua le dio la obra en adjudicación directa a un consorcio donde participa esta empresa, y cuyos vínculos con el presidente Andrés Manuel López Obrador fueron documentados en una investigación.
Ozone creó para tal efecto una nueva empresa, Ozore Gestión de Agua y en 2022 comenzó la obra de más de 1,600 millones de pesos. Por instrucciones de López Obrador, la planta potabilizadora debía estar terminada a principios de año, pero en junio pasado la construcción apenas iba a la mitad. Aun así, Ozone ganó en febrero de este año la licitación para construir otra planta potabilizadora, esta en la ciudad de Durango.
De esta forma, la empresa aseguró contratos más allá del sexenio a pesar de que no había cumplido uno de los más importantes que le adjudicó este Gobierno, la de Agua Saludable, cuyo sobrecosto ha resultado tan evidente que la Secretaría de Hacienda desapareció la página de Transparencia Presupuestaria donde se mostraban los datos sobre el gasto y avance de obra.
Hace mucho tiempo que el ‘año de Hidalgo’ dejó de ser sinónimo de vaciar las arcas de un municipio o las cuentas de una secretaría. Ya ni siquiera se trata de los jugosos bonos de marcha, aunque todavía en el Poder Legislativo no han perdido la práctica.
Para quienes han sabido aprovechar las oportunidades de la opacidad, el ‘año de Hidalgo’ puede convertirse en una gran oportunidad para cerrar negocios o alargar la fortuna.