La historia de la humanidad se puede explicar cómo la lucha entre el bien y el mal, es decir, la lucha por el poder. La influencia del libro “El Príncipe” de Maquiavelo en el pensamiento político occidental no está a discusión. Lo que sí podría estar en el debate son sus postulados dirigidos a las monarquías europeas de aquella época y su vigencia en la actualidad.
En nuestro tiempo impera las democracias constitucionales y las reglas del ejercicio del poder son otras y bajo este referente me refiero a los demonios en la política: La mentira, la venganza, la traición, el deshonor y la egolatría, entre otros demonios.
El demonio de la mentira. – Mentir en política es transitar en el filo de la perversidad y la eficacia del engaño. La mentira como estrategia política es vileza. Las mentiras piadosas para mantener la tranquilidad de la sociedad o de los mercados económicos es legítima, pero la mentira compulsiva es demoniaca.
El demonio de la venganza. – Conquistar el poder para aniquilar a los adversarios políticos y usar todo el poder del Estado para infundir temor en todos aquellos que piensan diferente es villanía e infamia. En una sociedad democrática la venganza es intolerable.
El demonio de la traición. – Traicionar los juramentos y violar el orden Constitucional para mantener el poder, así como traicionar a los amigos, no tener palabra, son medios para ganar poder, pero jamás podrán obtener la gloria. La traición en política es una perversidad que autodenigra al poderoso.
El demonio del deshonor. – En el Salón de Plenos de la Cámara de Diputados la frase “La patria es primero” de Vicente Guerrero está grabada en oro, para recordarles a los diputados el sentido del Honor, sus decisiones deben estar por encima del servilismo y la abyección a los mandatos que se alejan del interés de la patria. El deshonor es una vileza.
El demonio de la egolatría. – La expresión más clara del poderoso que se quiere aferrar al poder es la egolatría, la cual es enemiga del pueblo. Someter los intereses superiores de una nación al servicio de un líder mesiánico egocéntrico es el camino hacia una dictadura infame.