Increíble que el destino de México esté en manos de políticos de baja estofa, muchos de ellos probables delincuentes.
Se dice que los pueblos tienen los gobiernos que merecen, pero, como me dijo alguna vez Manuel El Meme Garza, “si los pueblos tuvieran los gobiernos que merecen los gobiernos serían peores”.
El caso es que los casi 36 millones que votaron por el oficialismo y los casi 40 millones que se abstuvieron son mayoría frente a los 22.7 millones que lo hicieron por la oposición.
Aquellos 76 millones de mexicanos merecen este gobierno destructor de instituciones, pero no quienes votaron por otras opciones.
La traición del hijo Yunes (no a la patria ni a su compromiso previo de votar en contra, sino a sí mismo y su oportunista nacionalpopulismo) acarreará un funesto cambio en el sistema político mexicano.
En una sesión excrementicia del Senado, la madrugada de ayer se definió el sombrío futuro nacional de una autocracia constitucional.
Del liberalismo juarista que tanto cacarean los cuatroteros transitaremos hacia una variante tropical protofascista.
El Estado democrático de Derecho involuciona rumbo a un Estado autoritario y absolutista.
AMLO, Morena y los Yunes han traicionado las ideas liberales de la Ilustración y la teoría política de Rousseau con La República y la Democracia; de Montesquieu con la distribución de las funciones del Estado y la separación de poderes, y las de Voltaire contra el absolutismo, en defensa de la libertad, la tolerancia, la separación de poderes y a favor de instituciones encabezadas por las y los mejores que evitasen el despotismo y las prácticas egoístas del monarca.
El Judas de la Independencia fue Ignacio Elizondo; en la Reforma los generales Miramón y Mejía; en la Revolución Victoriano Huerta y en la democracia Miguel Ángel Yúnes Márquez.
Cuando termine la larga noche que nos aguarda, AMLO, Morena y el veracruzano acompañarán a su paisano Antonio López de Santa Anna en el rincón más deshonroso de la historia.
La perversidad que se ha consumado responde a un plan largamente preparado.
Desde que llegó a la Presidencia, AMLO se propuso:
a) Asegurar que su movimiento ganara las elecciones presidenciales de 2024 repartiendo dinero (apoyos sociales) y cooptando al Instituto y al Tribunal Electorales;
b) Garantizar seguir gobernando más allá de su periodo constitucional (maximato), para lo cual ungió a su incondicional sucesora y legó a su hijo Andrés un picudo cargo en Morena, y
c) Apoderarse de los Poderes Legislativo y Judicial más los órganos autónomos que detesta como contrapesos.
Su fórmula fue la corrupción intelectual de colaboradores que abdicaron de su dignidad y el reparto de puestos machuchones (inclusive a familias completas), el abuso de poder, la invención de “adversarios” y el denuesto a críticos, periodistas y medios “tradicionales”.
Ni en los peores y más tétricos momentos de los últimos 100 años de México la traición tuvo momentos más devastadores y ominosos como los de hoy...