La Independencia de México no la logró el cura Miguel Hidalgo, sino el militar criollo Agustín de Iturbide, en 1821.
Iturbide nada quería tener que ver con la rebelión de Hidalgo, ni con los insurgentes a quienes seguía viendo como forajidos.
La Independencia de México no la logró el cura Miguel Hidalgo, sino el militar criollo Agustín de Iturbide, en 1821.
Iturbide nada quería tener que ver con la rebelión de Hidalgo, ni con los insurgentes a quienes seguía viendo como forajidos.
Se preocupan con razón quienes creen que lo que sucedió en el Senado hace tres días fue una lección de política sotanera para los políticos oficialistas que gobiernan.
“Al que le gusten las salchichas y las leyes, que no vaya a ver cómo se hacen”, dijo Bismarck. Añado lo que sugiere el aforismo: “Quedará asqueado de ambas cosas”.
Ayer en el Senado:
Los medios usados predicen la calidad del fin perseguido. Ayer mostraron su impudicia con meridiana claridad.
Sucedió esto:
Para aprobar un proyecto de reforma llamado a “limpiar de corrupción” el Poder Judicial, el gobierno usó delictuosamente sus poderes políticos y sus poderes judiciales.
Notable que, para lograr la aprobación de su reforma judicial, llamada a “limpiar de corrupción” la justicia, el gobierno use corruptamente sus poderes judiciales y amenace con ellos a los senadores que se oponen.
El presidente que se va le hereda a la presidenta que llega un país peor que el que le heredaron a él.
Se extiende la certidumbre de que el presidente que sale quiere ejercer un Maximato, una Presidencia donde quien manda es el presidente que sale y quien obedece es la presidenta que entra.
No sé si llenaré con estas líneas el número de palabras que debe tener esta columna, pero quizá cumpla con su espacio si cada línea es un renglón.
Quien se pregunte cómo aterrizará en México la autocracia que viene, puede tomar nota de los tres momentos que nos han llevado adonde estamos:
1. Votación mayoritaria por el gobierno.
2. Abuso de la votación mayoritaria.
3. Servidumbre del árbitro y del juez electoral.
Los acontecimientos corren hacia septiembre y hacia un fin de gobierno ciclónico.
Todo converge a un cierre de presidencia confuso, complejo y de potencialidades catastróficas.
Dos asuntos, vinculados íntimamente, presentan un riesgo mayor: la caótica reforma judicial y sus posibles consecuencias económicas para México.
Siguen mis notas de ayer, recogidas en una mesa de abogados.
El asunto a discutir, según ellos, no es la sobrerrepresentación de la que habla la fracción V del 54 constitucional, sino la fracción IV, que pone un tope de 300 diputados a cualquier partido o fuerza política. Aquí sus razones: