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LA CRÓNICA DE HOY: Frente al Ángel se encuentran defensores y detractores de uniones igualitarias

Frente al Ángel se encuentran defensores y detractores de uniones igualitarias | La Crónica de Hoy

 

Del no te metas con mi cucu al no te metas con mis hijos… El Ángel de la Independencia quedó atrapado en la disputa callejera entre enemigos de bodas gays y defensores de la comunidad LGBT.

En dirección hacia el centro, ángeles con senos; en dirección hacia el Auditorio Nacional, sólo ángeles alados, candorosos.

De un lado, el Frente Nacional por la Familia pidió un encuentro con el presidente Enrique Peña Nieto para compartir su desacuerdo con la propuesta legislativa de matrimonio igualitario, a ritmo de canciones tradicionales como la Víbora de la Mar y La Cucaracha.

Del otro, el Frente Nacional Orgullo MX y demás aliados pugnaron por un Estado laico mientras resonaban las notas de Juanga o de Trevi.

La policía de la Ciudad de México montó un cerco en torno al monumento independentista y las calles en derredor, a fin de evitar mezcolanzas peligrosas, pleitos y arañazos. Así, una de las zonas emblemáticas de la capital se dividió en alas y cuernos, Biblias y Kamasutras, calzones de manta y bikinis de lentejuela, enaguas y minifaldas.

Aquí se contoneaban caderas con el cucú dinamitero y el aire olía a desenfreno, más acorde para una tarde de sábado. No había voluntarios ni botargas. Tampoco altavoces o templetes de lujo.

Ningún formulismo para urgencias urinarias, sólo desahogos clandestinos, en secreto.

Allá, los caminantes se aferraban a sus cruces y sus santos, en desfile soporífero, de bostezo para los curiosos. Pero al menos sobraban animadores, pantallas gigantes y sanitarios móviles para una zurrada angelical sobre Reforma.

Rumbo al Zócalo, el ¡eeeeeeeeeehhhhhh… jotos!

Rumbo al poniente, el ¡eeeeeeeeeehhhhhhhhh…familia!

Biología contra ideología…

Aún con la difusión previa —unos por redes sociales y otros vía comerciales en radio y televisión—ni uno ni otro grupo alcanzaron la convocatoria imaginada.

El número poco importó a los irreverentes, quienes no fueron más de 2 mil. Los del Frente por la Familia intentaron extender su presencia, con células fragmentadas y retrasos intencionales. Al final los líderes anunciaron 400 mil asistentes, en una especie de delirio extremo.

La Secretaría de Seguridad Pública local contabilizó no más de 20 mil.

AMORES Y DESAMORES. Pese al círculo policial, homosexuales y lesbianas lograron filtrarse a territorio celestial. Y la ciudad amable —lema de gobierno— se transformó en la ciudad de los empujones y codazos. Sin protocolos de contención ni sentido común, los uniformados optaron por el acoso. Así ocurrió con Santiago y un par de amigos, quienes en silencio se colocaron sobre la banqueta con alusiones a la bandera del arcoiris y una pancarta : “Somos tus hijxs”.

Un oficial de apellido Toledo encabezó el operativo:

—Los invito a que se vayan del otro lado, por nuestra seguridad —les dijo.

—Yo me siento seguro aquí —respondió Santiago.

Sin resultados, ordenó encapsular a los chicos con una docena de agentes, mientras hombres y mujeres vestidos de blanco rondaban con sus reproches:

“¡Ustedes no quieren tener niños para adoptar, sino para hacerlos sus amantes… Que no se les olviden los casos de Woody Allen o Michael Jackson, que sólo abusaban de sus hijos adoptivos… No le carguen a la Iglesia el castigo por sus aberraciones!”.

—A ver amigos policías, ¿qué harían ustedes si tuvieran un hijo gay, a poco lo aceptarían? -preguntó con sarcasmo un anciano furibundo. Los guardias enmudecieron, pero uno de los encapsulados al fin alzó la voz:

—Estamos aquí porque también somos familia. Dicen que esta marcha es de amor, pues nosotros también somos amor.

Al final, entre empellones, los intrusos fueron expulsados, mientras los amorosos festejaban con risotadas e invocaciones cristianas.

Ocurrió lo mismo a Chantal y Alejandra, quienes agitaron sus cartulinas mundanas frente a los persignados: “Juanga los está viendo, hipócritas… Sin libertad sexual no hay libertad política”.

Otro par de lesbianas protestó contra los destierros con un beso interminable, mientras doña Bárbara izaba su crucifijo e imploraba ayuda divina para los pecadores.

Janet se coló a zona peligrosa con su banderín de libertad. 

—¡Viva la familia!, le reprochaban.

—¡También viva la mía!, decía ella.

—Pero con una persona de tu mismo sexo no tendrás familia, censuraba una abuela adiposa.

—Luchamos por nuestros derechos y ustedes nos están matando.

—Niña naciste y niña vas a morir —insistía un bigotón, guadalupana en mano.

—No quiero ser niño. Sólo soy niña y me gustan las niñas.

Y en vano se pedía calma desde el micrófono: “Nadie viene a discutir ni a pelear, tranquilos, no caigan en provocaciones”.

Fueron las escaramuzas de un atardecer opuesto, dividido: de cucus y pleglarias, de sostenes y túnicas, de cortesanas y monjas. Un hombre vestido de sacerdote marchó con su bolso rosado y un travesti con su estampita de la Virgen del Olvido.

—Mi familia como la de Nazaret, —gritaban unos.

—El amor no tiene sexo, —vociferaban otros.

Y don Filemón iba de un lado a otro, con sus tacos de canasta. Se atascaban los gays. Y también los santurrones. De chicharrón, papa y frijoles. Unos con poco chile, otros con mucho. Cada cual sus gustos...

Ámbito: 
Nacional
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