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Reviven el silencio en Exconvento de Tepoztlán

Un trayecto dentro del recinto quiere reproducir la atmósfera que debieron vivir los frailes dominicos

 

Los organizadores del recorrido lumínico buscan alejarlo del concepto de “show o de videomaping”. “Esta pieza está hecha específicamente para un museo”, dice la artista mexicana Cecilia Ramos.

 
 
 

MORELOS.

La vida monacal debió estar impregnada de silencio. Un nuevo proyecto artístico que utiliza la luz y el sonido busca revivir el ambiente que se vivió en el siglo XVI en el Exconvento de Tepoztlán, hoy convertido en un museo. Diseñado por la artista Cecilia Ramos, la “instalación lumínica” ofrece un recorrido compuesto por seis momentos con los que se quiere contagiar de la atmósfera que debieron vivir los frailes dominicos que levantaron el edificio.

Hablar de la historia del sitio, de sus rasgos arquitéctonicos como los de la decoración de sus muros y de la importancia que el lugar tuvo para la población, también forma parte de los objetivos del proyecto. “Si vamos a hablar de historia, comencemos con velas. En 1555, cuando inició la construcción del recinto, la luz eléctrica estaba fuera de la realidad, de modo que aprovechando  la luz natural, los monjes edificaron el monasterio, con mano de obra del pueblo originario de Tepoztlán, y lo dedicaron a la virgen de La Natividad”, explica la autora.

El recorrido lumínico incluye seis paradas diferentes. La primera se lleva a cabo en la Sala De Profundis, ubicada en lo que fue la cocina y el comedor. Un grueso portón de madera se abre para dar paso a la oscuridad; sólo se escucha a los monjes rezar el salmo De profundis en memoria de los frailes difuntos. Tras una breve estancia, la luz permite maravillarse con un espléndida pintura que decora el salón, donde aparecen Santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden de los dominicos en 1215 y fray Domingo de la Anunciación, quien en 1938 encabezó la evangelización de Tepoztlán.

En medio de la ocuridad, con las siguientes paradas se intenta —aunque sin fortuna— conocer cómo fue la vida en el refectorio, el lugar donde los frailes consumían sus alimentos e introducir en el espectáculo que más tarde se revelará en los andadores decorados con pinturas. Un video, de poco atractivo, proyecta sobre el muro imágenes animadas de esos dibujos que debieron elaborar manos indígenas bajo la orden de los frailes. El cuarto momento es también de descanso, pero se convierte en uno de los más intensos.

La luz descubre la monumental arquitectura del edificio desde uno de sus patios interiores, que puede recorrerse enteramente, siempre en silencio y entre la penumbra. El sosiego acaba cuando el ambiente es ocupado por una pieza de arte sonoro que fue grabada con los registros de audio del propio monasterio y de una de las montañas que rodean el poblado. Al mismo tiempo, desde los corredores de la planta alta se puede observar la proyección de un centenar de grafitis o dibujos, que los restauradores localizaron en las paredes del convento y que con seguridad elaboraron manos indígenas anónimos rayando con punzones sobre los muros de cal.

El sexto y último momento reserva el espéctaculo mayor. Con iluminación tenue, el corredor de la planta baja se revela adornado con pintura mural mientras se escucha un texto en náhuatl que recopila conversaciones cotidianas anónimas: el sonido sugiere que el prodigio trazado en las paredes debió surgir de la mano de obra local. El recorrido es un proyecto del Museo Exconvento de Tepoztlán que se presentará gratuitamente cada sábado hasta el 17 de diciembre, a las 18:30 horas.

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