“¡Hay un golpe de Estado! No salgan de sus casas. Se declaró toque de queda. Hay balaceras en tales colonias”.
Frases así se multiplicaron por millones esta semana en todo el país.
Llegaron por teléfono, vía las redes sociales y en las pláticas con amigos y vecinos. La zozobra invadió a los más crédulos; la indiferencia a los más descreídos. ¿Qué resortes se tocaron para que estas falacias se extendieran como reguero de pólvora?
Expertos comunicólogos consultados por la Organización Editorial Mexicana (OEM) coinciden en señalar que lo primero a considerar es la existencia de un caldo de cultivo ideal para que los rumores se propagaran.
Una carcomida cohesión social, aunada a la indignación popular provocada por el alza a las gasolinas, más un bajo nivel de credibilidad en la comunicación oficial de autoridades de los tres niveles de Gobierno, conforman las condiciones ideales para que rumores estridentes sean considerados como válidos, por inverosímiles que parezcan.
Para Manuel Alejandro Guerrero, director del Departamento de Comunicación de la Universidad Iberoamericana, que la policía cibernética descubriera más de mil 500 cuentas apócrifas atizando los rumores, revela que existe una campaña política bien orquestada para incitar a la desestabilización, que no es otra cosa que inducir miedo en la ciudadanía.
Asegura que esto no niega los saqueos reales, pero sí prueban dolo en las mentiras, y que el único interesado en atemorizar a la población tiene que estar dentro de las esferas del poder, el cual gana al desactivar la protesta social.
Leopoldo Rodríguez Aranda, director general de GESEC, consultor en gerencia pública, opina que la sociedad mexicana es muy conservadora y prioriza los sentimientos de estabilidad y seguridad de su familia, antes que cualquier atención a los problemas públicos y del espacio público.
“Así, cuando surgen rumores de ruptura del orden y la paz públicos, la población tiende a propagar el miedo y el temor al otro, a lo ajeno, a los de afuera, como si no formaran parte de eso mismo que los atemoriza y tanto critican”.
Rodríguez Aranda abunda en que el uso intensivo de las redes sociales abona un elemento inusitado poco analizado: la velocidad con que el rumor se esparce y el grado de penetración a diferentes niveles de la sociedad, aun aquella que no es usuaria regular de éstas y de la Internet.
A su vez, Octavio Islas, director del Centro de Altos Estudios en Internet y Sociedad de la Información, de la Universidad de los Hemisferios, de Quito, Ecuador, señala que ante las insuficiencias informativas de los canales oficiales o los medios informativos, los rumores irrumpen.
“Compensan los vacíos informativos. Las personas necesitamos información, la cual se traduce en seguridad. En situaciones de riesgo y temor somos particularmente sensibles a necesidades informativas”.
Para el académico, el rumor cumple funciones políticas: “Puede ser un efectivo distractor (el ‘chupacabras’, por ejemplo) al apartar la mirada de la ciudadanía del panorama efectivamente relevante y significativo en la economía y la política de una nación”.
En tal sentido, el rumor funciona. A río revuelto, ganancia de pescadores.
¿Cómo prevenir rumores?
A la pregunta de cómo no ser presa de chismes, los tres investigadores ofrecen salidas contrastantes pero coincidentes en la necesidad de que haya información oportuna y creíble.
Manuel Alejandro Guerrero afirma que es difícil revertir los rumores mientras no exista credibilidad en las fuentes oficiales y gubernamentales.
Islas, por su parte, asegura que el único antídoto para no ser presa de este tipo de oleadas noticiosas sin fundamento es contar con información oportuna y confiable de fuentes autorizadas y, sobre todo, creíbles.
Rodríguez plantea a su vez que en la prevención de rumores las autoridades públicas juegan un papel primordial, en donde el factor tiempo y el análisis estratégico son fundamentales.
“Conviene siempre adelantarse a los hechos con comunicación preventiva, antes que reactiva, y no como ocurrió con el mensaje del presidente Enrique Peña, que tuvo lugar varios días después del ‘gasolinazo’, cuando lo correcto y responsable hubiera sido que emitiera el anuncio previo al primero de enero y comunicara medidas de austeridad de la clase política que tanto pide la población, harta de los excesos y lujos que se dan”.
Cuando ocurre como ahora mismo, donde no hubo estrategia de gobierno para prever los efectos de la medida tomada, ni inteligencia para responder a la población con argumentos convincentes y no con frases huecas y absurdas, como las de Meade (secretario de Hacienda), de que la medida es para defender el futuro de las familias, no sólo es complicado detener o disminuir el efecto del rumor, sino que además a las autoridades les genera cargo de culpabilidad, desconfianza social y desprestigio total.