Después de buscarla por casi cuatro años, Rodrigo Martínez Durán finalmente se encontró con la madre de sus hijos en el panteón Jardines del Recuerdo, ubicado en el municipio de Cuautla.
Atento, a unos cinco metros de distancia, el joven vio cómo los restos de su ex pareja eran extraídos en una camilla por un grupo de forenses de la Fiscalía General del Estado (FGE).
“Es algo que yo creo que es para tranquilidad, ya que llevaré el cuerpo de la mamá de mis hijos a descansar y ellos sabrán dónde está”, refirió el joven de 33 años de edad ante los reporteros que asistieron al lugar para presenciar la entrega del cuerpo.
La pérdida
El 31 de marzo de 2013, la desaparición de María Dolores Juárez Cárdenas, que por entonces tenía 28 años, cambió para siempre la vida de su pareja, su madre y sus dos pequeños hijos, quienes hicieron todo lo posible para dar con su paradero. Pero la búsqueda no dio resultados.
Procedente del municipio de Atlautla, en el Estado de México, Dolores fue encontrada sin vida sólo unas horas después en Cuautla, lo que impidió que la familia se enterara del hallazgo y pudiera reclamar los restos. Así, mientras era buscada en su lugar de origen, su cuerpo permaneció varios meses en las gavetas del Servicio Médico Forense (Semefo) de Morelos, abandonado.
Para Valentina Peralta Puga, de la Red de Eslabones por los Derechos Humanos, lo que ocurrió con el cadáver de Dolores demuestra la falta de coordinación que existe entre los estados al momento de realizar la búsqueda de algún familiar extraviado.
“El mismo día que desapareció la encontraron, y no hubo comunicación entre las instituciones colindantes a 20 minutos una de otra, para decir ‘estoy buscando a una persona con estas características’, y la otra; ‘yo encontré a una con las mismas características”,’ señala la activista.
Aunque el rastreo pudo concluir en sólo unas horas con la entrega inmediata del cuerpo, la falta de comunicación entre las autoridades de aquel entonces hizo que la familia viviera en incertidumbre por casi cuatro años; hasta que, finalmente, en noviembre de 2016 fueron notificados sobre un cadáver cuyo ADN coincidía con el suyo.
El hallazgo
Tras ser encontrado en marzo de 2013, el cuerpo de Dolores permaneció en el Semefo de la Fiscalía Regional Oriente durante casi un año, hasta que el 28 de marzo de 2014 fue inhumado en un panteón jurídicamente irregular en el poblado indígena de Tetelcingo, junto con otros 118 muertos no identificados.
Gracias a la lucha emprendida por un grupo de madres que se propusieron identificar esos cadáveres y hacer que la Fiscalía General del Estado los devolviera a sus familias, el de María Dolores fue desenterrado a fines de mayo de 2016 y trasladado al panteón Jardines del Recuerdo, donde siguió reposando hasta la mañana de ayer.
La exhumación se realizó ante la supervisión de personal de la Procuraduría General de la República (PGR), funcionarios de las comisiones nacional y estatal de los Derechos Humanos, integrantes de las comisiones ejecutivas de Atención a Víctimas a nivel nacional y estatal, y de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.
El destino
Después de recuperar el cuerpo de su expareja, Rodrigo Martínez adelantó que éste será sepultado en el Estado de México.
“Ya tenemos el lugar designado, que es allá mismo, donde radicamos”, dijo.
Con la exhumación de ayer, la FGE ha entregado un total de cuatro cuerpos a sus respectivas familias, tras aplicarse las pruebas genéticas correspondientes tanto en los restos hallados como en sus familiares vivos.
Adiós, hija
En noviembre de 2016, las autoridades contactaron a los familiares de Dolores para indicarles que habían hallado semejanzas entre su ADN y el del décimo cuerpo de Tetelcingo, con la carpeta de investigación CT-UIDD-C/1072/2013.
A partir de entonces inició el trámite para realizar la entrega de los restos. Pero su madre, quien fechas atrás había acudido a que le tomaran la muestra de ADN, ya no pudo vivir para bendecir a su hija, pues murió hace poco tiempo a causa de una enfermedad, según dio a conocer Valentina Peralta.
“¿Quién va a pagar ese tipo de omisiones, esa falta de respeto a los protocolos, de sentido común, de sentido humano, que hace que una mamá tenga que perder la vida sin volver a estar cerca del cuerpo de su hija?”, se pregunta la activista.