Custodiada por policías municipales, la casa de la familia Gómez Rebollar todavía exhibe las cartulinas colocadas para convocar a la población a participar en el bazar instalado para recaudar fondos y pagar el rescate de Jairo Abimael, secuestrado el pasado 14 de abril en las calles de la colonia La Huizachera, en el municipio de Yautepec.
Hoy no es un día normal. De hecho, ninguno lo ha sido desde que se llevaron a Jairo. La cancha de la Ayudantía, antes pletórica de niños y jóvenes jugando, se ha convertido en un desierto de concreto. Pocas personas caminan por las calles. Permanecen en sus casas, alertas ante los hechos que activaron la alarma en la comunidad, cuando se dio a conocer la desaparición del niño de nueve años.
"A mi hijo lo iban a matar, y gracias a Dios está aquí; volvió a nacer para mí", relata entre lágrimas y sollozos Hortencia Gómez Rebollar, la madre del pequeño, quien hoy puede llamarlo y alegrarse al ver que efectivamente está a su lado, que puede tocarlo y abrazarlo.
No todos los caminos llevan a casa
La tarde del 14 de abril, después de salir de la escuela y cambiarse de ropa en su casa, Jairo fue a jugar videojuegos con sus amigos. Mientras esperaban que abriera el negocio, una camioneta se acercó. Adentro iban varios jóvenes, quienes les preguntaron si sabían cómo llegar a la Ayudantía. En un acto de confianza, dos buenos samaritanos se ofrecieron a indicarles el camino.
"Pasó el carro y preguntó por la Ayudantía", cuenta un testigo de la misma edad de Jairo. "Empezamos a caminar con ellos. Nos dijeron que subiéramos al vehículo; Jairo se subió y le preguntaron si estaba su mamá, a lo que dijo que no".
Así inició el viacrucis de la familia, que vivió la zozobra de enfrentar la desaparición de uno de sus integrantes. El temor y la angustia, se agravaron cuando los secuestradores contactarona la señora Gómez para exigir 300 mil pesos, a cambio de la liberación de su hijo.
Incapaz de poder pagar esa cantidad, la familia organizó un bazar para recaudar fondos. La gente llevó ropa, principalmente, pero también juguetes, e incluso hubo vecinos que hornearon pasteles para venderlos de inmediato.
El teléfono sonaba. Al oído de la madre de Jairo llegaban las voces de los secuestradores que la presionaban para acelerar el pago del rescate. Las palabras se quedarían ahí, en su cabeza, retumbando.
"Me decían que ellos cortaban dedos, pero que con mi hijo no lo iban a hacer porque era un niño".
En la casa de seguridad donde estuvo en cautiverio, en la localidad de La Joya, Jairo tenía la esperanza de que su familia lo buscara hasta encontrarlo. Cuenta que durante los cinco días que estuvo separado de su madre, fue privado de sus desayunos y alimentado únicamente con arroz y espagueti. "Me daban de comer puro arroz y espagueti... No desayunaba, solamente comía en la tarde y en la noche", relata, aunque reconoce que en ningún momento fue golpeado, aunque sí, al principio, lo tuvieron con las manos amarradas.
El único consuelo era otro niño
Cuando estaba sólo, Jairo pudo observar que a pocos metros de distancia, había una persona que se interesaba por su estado de salud. Era un niño que vivía en una de las casas contiguas, cuyo nombre nunca supo, porque no pudo platicar con él, si bien había momentos en los que le hablaba para pedir que lo ayudara.
Jamás respondió. ¿Quién era ese niño y qué será de él en el futuro?, es la duda que tiene Jairo y con la cual probablemente vivirá el resto de su vida. "Le pedía a Dios que me ayudara, y vi a ese niño", relata.
El retorno
A las 20:00 horas del martes 19 de abril, tras el operativo realizado por la Unidad Especial de Combate al Secuestro de la Fiscalía General, Jairo volvió sano y salvo a los brazos de su madre.
Los policías que lo liberaron le preguntaron qué se le antojaba y pidió comer tacos de carnitas. Pero no fue suficiente, por lo que sació su apetito con los mixiotes que habían hecho sus familiares, quienes al ver que el niño estaba bien pudieron volver a alimentarse, después de varios días de no hacerlo por la intensa preocupación que vivieron.
"Lo voy a tener unos días en casa, mientras logra superar el trauma", asegura su madre.
¿Perdonaría a los hombres que secuestraron a su hijo?
"No. Eso no se perdona. Ojalá los encuentren a todos y paguen lo que se merecen".
De acuerdo a la información proporcionada por la familia, sólo dos de los cinco secuestradores habrían sido detenidos durante el operativo. Otros tres lograron escapar. Que esas tres personas estén libres y que probablemente sepan dónde vive la familia, los ha llevado a decidir cambiar de domicilio, en busca de un ambiente más seguro, donde puedan reconstruir sus vidas con los ingredientes que originalmente tenían: con alegría y en paz.
"Hoy sentimos una inmensa alegría porque mi pequeño ya está con nosotros", afirma la madre. Agrega que la ropa y los objetos que no pudieron vender, serán donados a familias de escasos recursos, en una campaña de repartición en la que el propio Jairo participe, una vez esté en condiciones de hacerlo.
"Yo voy a ir... tengo que ir para ayudar", expresa el niño, quien también espera el momento de poder regresar a clases.
El futuro
¿Qué quieres ser de grande?
"Si se pudiera, quiero ser policía, como los que me ayudaron", responde Jairo.
Antes de salir de casa, la señora Hortencia Gómez agradece a quienes la apoyaron durante los últimos días.
"La pesadilla terminó. Lo rescataron y quiero agradecer a las personas que nos ayudaron: amigos, familiares y vecinos. Darles infinitamente las gracias, porque gracias a ellos mi hijo pudo ser rescatado. Gracias a su aportación, a su comprensión, al apoyo moral... Gracias, eso es lo único que podemos decir", concluye entre sollozos.