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Visita de Tillerson a Rusia confirma: nada queda del supuesto pacto con EEUU

Tras cinco horas de tensas conversaciones con Lavrov, destaca la discrepancia en torno a Siria

Putin recibe al jefe de la diplomacia de Washington, pese a que no estaba en su agenda

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Rex Tillerson, secretario estadunidense de Estado, y el ministro ruso del Exterior, Serguei Lavrov, ayer en la rueda de prensa que ofrecieron en Moscú luego de un encuentro en el cual reafirmaron las posturas de sus respectivos países respecto de Siria y otros asuntos de la agenda bilateralFoto Ap
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Se esperaba que la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca allanara el camino a una mejor relación con Rusia, pero eso no ha ocurrido. El respaldo del presidente Vladimir Putin al régimen sirio de Bashar al Assad es uno de los grandes escollos. En la imagen, campamento de refugiados sirios en LíbanoFoto Ap

 

Moscú.

La visita del secretario estadunidense de Estado, Rex Tillerson, la primera que realiza a este país en calidad de político y no de empresario petrolero, incluso condecorado por hacer negocios aquí, sólo sirvió para constatar dos cosas: por un lado, Rusia no acepta ultimátums y sólo quiere un trato de iguales, y por el otro, nada queda ya del supuesto gran pacto que el Kremlin y la Casa Blanca iban a concertar con Donald Trump como presidente.

Tillerson llegó a Moscú con una exigencia inaceptable para los rusos –retórica primitiva y grosera la llamó un vicecanciller ruso–, la disyuntiva de estar con Estados Unidos o con Siria e Irán, lo cual se basa en un torpe enfoque maniqueo en que Washington se arroga el papel de bueno de la película y le pregunta a los demás si quieran estar de su lado o contra él.

No nos pongan en la falsa disyuntiva de estar con nosotros o contra ustedes, advirtió el canciller Serguei Lavrov al comienzo de sus conversaciones con el visitante, ante quien enfatizó que Rusia considera inadmisible que vuelva a ocurrir un ataque de misiles contra Siria como el del pasado viernes.

Durante cinco horas de tensas conversaciones, Lavrov y Tillerson reafirmaron las posiciones de cada uno en el contexto de tensión bilateral, conscientes de que no era su papel alcanzar ningún punto de acuerdo en cuestiones de fondo, aquellas donde se perfilan serias divergencias, y sabedores de que si los esfuerzos diplomáticos amarran algún entendimiento en el futuro inmediato serán los mandatarios quienes deben hacerlo del dominio público.

Es difícil saber si las conversaciones, puertas adentro, de los cancilleres permitieron restablecer los canales de comunicación permanente que se suspendieron hace tres años con la crisis de Crimea y que son necesarios para dirimir las divergencias y evitar que los incidentes desagradables deriven en un choque frontal de los dos arsenales nucleares más devastadores.

En la etapa actual de desencuentros y amenazas, la voluntad de seguir dialogando, aunque de bajo perfil, ya puede considerarse un gran logro para todos.

Lavrov y Tillerson, en su conferencia de prensa final, pusieron de relieve las discrepancias de Rusia y Estados Unidos en torno a Siria, el reciente ataque con armas químicas, el futuro de Bashar al Assad y de su comunidad étnica en el país árabe en caso de conseguir un arreglo político.

Tampoco en las demás controversias hubo avances, más allá de reconocer que defienden posiciones diametralmente contrarias, pero están dispuestos a seguir debatiendo para llegar a consensos que permitan reducir los riesgos de enfrentamiento con repercusiones y daños globales.

El presidente Vladimir Putin, en un gesto de simple cortesía para no cerrar la puerta a un futuro encuentro con el jefe del huésped, el titular de la Casa Blanca, recibió este miércoles a Tillerson en su oficina en el Kremlin y no en su residencia, como cuando quiere subrayar el carácter amistoso y distendido de la recepción a visitantes foráneos.

Se especuló que podría no haberlo hecho porque –un vocero lo filtró a la prensa– no estaba en la agenda, pero era obvio que lo haría, dado que los cancilleres de países que realmente importan a Rusia siempre dicen traer un mensaje personal para Putin que, supuestamente, sólo ellos pueden transmitir y rechazar ese ofrecimiento equivaldría a complicar las cosas, al borde de una ruptura con Washington que no desea Moscú.

Putin, por tanto, recibió a Tillerson durante una hora y 40 minutos, pero lo hizo después de dar a entender, en una inusual entrevista a un canal de televisión local que transmite para los países del espacio post soviético, que el estado actual de la relación bilateral con Washington es, hoy por hoy, peor que en tiempos de su antecesor Barack Obama.

Se puede decir que la confianza a nivel de trabajo, sobre todo en el ámbito militar, no ha mejorado, sino que más bien se ha deteriorado, afirmó Putin.

Esta frase –junto con otra de la cancillería que sostiene, en un comunicado, que “la relación bilateral está en el peor momento de la guerra fría”– resume la decepción que provoca en el Kremlin la presidencia de Donald Trump.

Distanciado ya de la euforia que la clase política rusa –los diputados de la Duma puestos en pie celebrando con vítores la buena nueva, otros brindando con champaña en la televisión pública, carteles con descuentos de 20 por ciento en las tiendas del ejército, y otros despropósitos– expresó al conocer el triunfo del candidato republicano, el Kremlin mira al futuro con menos optimismo.

Ahora los voceros rusos califican a Estados Unidos de país más impredecible del mundo y sugieren que Trump quiere (mejorar las relaciones) pero no puede (por el establishment que se opone), lo cual –en realidad– únicamente pone en evidencia que confían en que todavía es posible el milagro.

El Kremlin se juega todo a una carta: el encuentro entre Putin y Trump, aunque no sea antes de julio y no haya podido ser como la gran cumbre entre los dos países con ganas de repartirse el planeta, sino en un paréntesis de la sucesión de entrevistas de una reunión multilateral del G-20 en Hamburgo.

Al margen de que la empatía entre los mandatarios pueda resurgir con nuevos bríos mediáticos, no es claro que Trump acepte realizar cualquier gesto benévolo hacia Rusia, lo que podría ser interpretado en Estados Unidos como muestra de debilidad, si es que no lo tildan de agente ruso.

Además, en un cara a cara de los presidentes, tampoco hay certeza de que Trump ofrezca alguna concesión que interese a Putin para salvar la cara ante sus electores, a menos de un año de los comicios presidenciales en Rusia.

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Nacional
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