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EL SOL DE CUAUTLA: ¡Indignación y llanto!

¡Indignación y llanto!
 

Dicen que Julio César Hernández no le debía nada a nadie. Teniente retirado de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), el hombre, de 42 años de edad, dedicó los últimos años de su vida a operar un mototaxi en la comunidad de Amayuca, en Jantetelco. Finalmente, Julio César perdió la vida conduciendo su unidad un miércoles de primavera.

Seis minutos antes de que se escucharan los balazos logró comunicarse con su esposa para despedirse de ella. En ese momento su vida ya estaba en las manos de sus secuestradores.

No le dijo adiós, pero la llamada que hizo a las 13:54 fue el último contacto que tuvo con su mujer y, para ella, eso fue definitivo.

“Me dijo: ‘amor… mototaxi… por las tortillas’. Posteriormente me volvió a marcar, pero ya no pudo hablar y ya no lo volví a escuchar”, recuerda Paula Flores, pareja de Julio.

Frente al féretro en el que reposa el cuerpo de su marido, minutos antes de partir rumbo a la capilla para la misa de cuerpo presente, Paula cree que su esposo fue asesinado por tratar de comunicarse con ella para pedir auxilio. Y ella, desde el entramado que ha elaborado para tratar de saber cómo fueron los últimos minutos de vida, cree que el secuestro ocurrió mientras conducía su taxi, cerca del puesto de una mujer que vende tortillas a mano, conocida por ambos.

Un mototaxista que los representa a todos
Jantetelco, recientemente decretado Municipio Histórico por el gobierno de Morelos, tiene un distintivo muy particular: se trata del municipio con mayor presencia de mototaxis, un servicio de transporte que ha sido ampliamente criticado por los transportistas tradicionales y que sólo en los últimos tiempos ha recibido la aprobación de las autoridades.

Antes de contratar un taxi, la gente de Jantetelco opta por pedir un mototaxi para moverse de un lado de otro, pues no sólo tienen mayor disponibilidad, sino que cobran más barato. Para los conductores, se trata de un modo digno de ganarse la vida, aunque inicialmente era considerado como un servicio ilegal ante el gobierno.

 
 

“No hay empleo y este empleo es digno; no están vendiendo cosas ilícitas ni prestando un servicio ilícito, sino que simplemente se están ganando el pan de cada día como lo hacen cientos de familias que llevan un peso a sus hijos, y así lo hacía mi hermano también”, exclamó Salomé Hernández Bonilla, hermano de Julio César, en su pronunciamiento frente a los medios de comunicación.

Sobre la plaza municipal de Amayuca, los familiares colocaron el féretro en el centro, en tanto que su madre, sus hermanos y su esposa se pararon frente a un micrófono y una bocina para dar un mensaje que ansían llegue a todo el país: ¡Justicia! Lo hicieron frente a decenas de mototaxistas que se congregaron en las calles para despedirse de su compañero, y frente a un grupo de pobladores que llegó para darles el pésame.

Con la muerte de Julio César, los dos principales grupos de mototaxis que existen en Jantetelco, inicialmente antagónicos, terminaron por unirse en un solo reclamo, mientras que Salomé Hernández les pedía olvidar sus diferencias y hermanarse de manera definitiva: “A los pobladores, que solucionen aquellos conflictos que tengan también con los mototaxis”.

Cada vez más víctimas
Para él, la muerte de su hermano evidencia la falta de resultados de la estrategia del Mando Único, implementada por el actual gobierno estatal, y que en Jantetelco, lejos de reducir los índices delictivos, han incrementado.

“Estamos cansados de tanta inseguridad: robos, desmembramientos de personas, secuestros, asesinatos certeros, los cuales está ocasionando la delincuencia, que ya rebasó a las autoridades”, lamentó en una entrevista, donde además pidió la renuncia del alcalde Juan Felipe Domínguez Robles y de su Cabildo.

 
 

Ausencia de las autoridades
En el transcurso de la mañana y la tarde de ayer, Jantetelco se convirtió en un pueblo sin autoridad. Literalmente: sin presencia policiaca para resguardar a la población, fuertemente atemorizada con este último asesinato, ni funcionarios en el Ayuntamiento, que permaneció cerrado, y ninguna oficina municipal abierta, incluyendo el Sistema Municipal para el Desarrollo Integral de la Familia (SMDIF). Los pobladores interpretaron la ausencia de los servidores públicos como una forma de darle la espalda al pueblo que los eligió.

“Ayer teníamos una reunión con él y nunca llegó. No hizo presencia, ni él ni nadie de su gente del Ayuntamiento, ni los policías ni nadie… Como se puede dar cuenta, no hay ningún policía trabajando”, señala Deisy Vargas, transportista de la comunidad.

El edificio municipal, ubicado en la cabecera de Jantetelco, da fe de lo que la gente cree: cuando más necesitan de ellos, los funcionarios públicos abandonan sus oficinas y dejan a los pobladores a expensas de la delincuencia.

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Cuerpo presente
Al abrir el féretro para colocar flores sobre su rostro, la madre y la esposa de Julio César volvieron a romper en llanto. Parada frente al micrófono, la señora Irene Bonilla apenas pudo decir unas palabras, antes de tener que renunciar a ese momento para poder seguir llorando.

“Ahorita por nosotros, mañana por ustedes, porque es mucha la delincuencia que hay, ya no sabemos qué hacer”, alcanzó a decir frente a sus vecinos.

Por las calles de Amayuca, el cuerpo de Julio César Hernández fue despedido con mariachis y cuetes, en una caravana que anduvo de su casa a la plaza, donde se despidieron de él, antes de la misa de cuerpo presente y, posteriormente, de su entierro en el panteón municipal.

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