A un lado de la carretera que va de Cuautla a Oaxtepec, en Morelos, se encuentra la ruina del antiguo ingenio Oacalco, establecido en 1668 y que fue cerrado en 1989, tras una escandalosa quiebra financiera. Las construcciones de los siglos XVII y XVIII que componen el antiguo ingenio aparecen ante el visitante como un paisaje asombrosamente irreal. Al mismo tiempo, su estado avanzado de deterioro causa una profunda tristeza a quienes apreciamos el patrimonio histórico inmueble, que pertenece a la nación, no solamente a sus propietarios y poseedores.
Tras el cierre de la empresa azucarera, la propiedad estuvo custodiada por el Sindicato de Trabajadores de la Industria Azucarera durante casi siete años ya que los trabajadores, seguramente con razón, consideraban que no habían sido indemnizados correctamente por la empresa que controlaba el ingenio. Durante dicho período los custodios no dieron acceso a ninguna persona ajena al sindicato, ni siquiera a historiadores, estudiosos y académicos que deseaban fotografiar el estado de conservación de los inmuebles para futuras restauraciones. Como era previsible, durante la ocupación del ingenio la capilla y el casco de la hacienda fueron totalmente saqueados y les fue retirada toda la ornamentación que poseían.
Seguramente por su aspecto onírico, la propiedad fue vendida a unos estudios cinematográficos en 1996, quienes la han ocupado desde entonces para filmaciones de todo tipo, sin poner ningún cuidado en su mantenimiento y contribuyendo significativamente a su deterioro. Quizá la película más destacada que ha sido rodada en la hacienda Oacalco es Pecado original, dirigida en 1999 por Michael Cristofer, con las actuaciones de Angelina Jolie y Antonio Banderas, quienes caracterizan a una pareja de hacendados del siglo XIX.
Sin embargo, las 23 hectáreas de tierra fértil con las que cuenta la hacienda podrían haber sido dedicadas a fines con mayor contenido social que las filmaciones, tal como lo pedían los trabajadores cañeros desempleados tras el cierre del ingenio. Los obreros deseaban que la propiedad se transformara en una escuela de agricultura que habría formado parte del Instituto Politécnico Nacional, además de una planta envasadora de hortalizas, que les garantizara mejores empleos.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia ha intentado en varias ocasiones, sin éxito, declarar la hacienda como patrimonio nacional, pero su deterioro va en aumento ya que ha sufrido algunos incendios y no ha sido mantenida ni preservada adecuadamente.
No es motivo de orgullo el hecho de que en nuestro país existan cientos, quizá miles de edificios históricos en estado de abandono: no muy lejos de allí se encuentran las ruinas de la ex Hacienda de Coahuixtla, de la cual solamente sobreviven muros, arcos y chimeneas.
Quizá el asunto no sea tan importante para la mayoría de las personas y sea solamente una cuestión del interés de los apasionados por las ruinas. Pero indudablemente despertará la preocupación general de la sociedad cuando estemos más cerca de perder nuestro patrimonio histórico construido, del cual todos podríamos beneficiarnos y que además está bajo nuestra responsabilidad como herederos del pasado indígena y colonial de México.