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Entre la remoción de escombros, Jojutla intenta retomar su vocación comercial

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Al recorrer las calles de Jojutla, Morelos, se pueden comprobar los estragos del terremotoFoto Víctor Camacho
 

Hundida en sus pensamientos, la mujer lleva horas, días, a las afueras de lo que fueran su hogar y su negocio. Aunque ningún pariente murió, su futuro luce negro, porque la devastación de su patrimonio fue total: casa, negocio y, por añadidura, el despacho donde laboraba su marido. Por eso no sale de su atormentada pregunta, ¿qué vamos a hacer?

A pesar de tanta calamidad agradece que el destino por lo menos la dejó vivir. Salvó su vida de milagro, pues, junto con su cuñada, fue rescatada de los escombros por vecinos y familiares en el centro de Jojutla. En apenas un minuto se transformó radicalmente el panorama que ahora luce desolador.

Cuando fue rescatada de entre las ruinas, Jojutla ya no era igual. Buena parte de las viviendas y comercios habían desaparecido, convirtiéndose en un montón de piedras.

Han pasado días desde el terremoto, y la mayoría de los jojutlenses continúan empeñados en descifrar qué solución le van a dar a sus necesidades inmediatas, en resolver los destrozos de sus casas y asegurar lo esencial: donde comer, dónde dormir.

Remover lo necesario para abrirse espacios mínimamente seguros para pasar la noche. Otros, comienzan a pensar en el futuro inmediato. Marcelina Castro reniega de la suerte del poblado. Jojutla es un pueblo que vive del comercio. Y mire cómo quedó. ¿Y ahora qué va a pasar? Caminar entre las calles de Jojutla permite corroborar que el temblor se ensañó con esta población.

Su tía Lidia Rojas es propietaria del pequeño hotel Uruapan, que le fue heredado de su abuela. Tiene 60 años de existencia y aunque quedó en pie está claro que las autoridades ordenarán demolerlo. Yo lo veo que puede todavía quedar, afirma sin mucha convicción ante el ineludible destino del inmueble.

La vida en Jojutla transcurre hoy a un doble ritmo: la intensa remoción de escombros, con la interminable actividad en las centenares de casas afectadas, convertidas ahora en un montón de cascajo y una tímida reactivación de la vida económica entre quienes tuvieron la ventura de que las afectaciones no destuyeran sus comercios.

Mientras brigadistas con picos y palos recorren las calles y camiones repletos de escombros circulan inagotablemente, una parte de la población quiere retomar su actividad económica para garantizar el sustento.

Aunque se ordenó el cierre del mercado, algunos marchantes han reabierto sus negocios porque los perecederos no aguantan más. Urge vender la mercancía antes de que se acumulen más pérdidas.

Con 10 años en su puesto de frutas y legumbres, Luis Alberto reabrió ayer su negocio. Aunque su casa está a medio tirar, con derrumbes parciales, ha dedicado la mañana para vender, aunque así nomás de cálculo, he vendido sólo 20 por ciento de lo normal. Esa proporción parece ser la media de ventas entre quienes han reabierto los puestos.

Rodeada de casas destrozadas, del interminable bullicio de trascabos y cuadrillas que no paran, Irma ha vuelto a sus labores de expendedora de pollos rostizados en una de las esquinas de la colonia Zapata. Las ventas están desplomadas, pues ha vendido 25 pollos, cuando en un fin de semana normal prepara más de un centenar.

Para mayor desgracia, su giro comercial no parece muy lucrativo en estos días. Toneladas de alimentos recolectados por ciudadanos solidarios de todo el país fluyen diariamente para que, al menos, comida no falte.

 
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