La negociación entre Estados Unidos y México para actualizar el marco que regula el comercio entre ambos países desde 1994 parece entrar, ahora sí, en su recta final sin la presencia del tercer pilar del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC): Canadá. El secretario (ministro) de Economía mexicano, Ildefonso Guajardo, ha subrayado este miércoles en Washington, donde la delegación que él mismo capitanea trata de limar las últimas asperezas con sus pares estadounidenses, su esperanza en que la “solución” llegue “en las próximas horas o días”.
El encuentro que los dos máximos responsables políticos de la negociación, Guajardo y Robert Lighthizer, mantendrán este miércoles se antoja clave para que cristalice o no un pacto que restaría mucha presión sobre la economía mexicana. El mejor termómetro de esa tensión, el peso, ha reaccionado a esta nueva ola de optimismo con una apreciación de algo más de un 1% frente al dólar. No obstante, ocho de cada 10 dólares de exportaciones mexicanas dependen directamente de EE UU, que es también el mayor inversor en el país latinoamericano.
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A los comentarios, marcadamente optimistas, de Guajardo, se han sumado poco después los de Jesús Seade, el técnico designado por el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, para llevar la manija de la negociación. Aunque más prudente en el calendario que el todavía titular de Economía, Seade ha incidido en declaraciones a Reuters en el “progreso” registrado en las últimas fechas y ha recalcado que las conversaciones podrían llegar a buen puerto próximamente, aunque no de forma inminente. "Podemos cerrar esto [el tramo bilateral de la negociación] no en cuestión de horas, pero sí de días", ha comentado a la salida de la reunión con el equipo estadounidense. "Todavía tenemos la semana próxima. No debemos correr, pero estamos cerca". Sin embargo, para que sea el Gobierno saliente —como desea el presidente, Enrique Peña Nieto— el que deje vista para sentencia esta parte del acuerdo, la fumata blanca tendría que llegar, a más tardar, el sábado.
El portal estadounidense Politico adelantó el martes que en la Casa Blanca tienen todo listo para que EE UU y México anuncien este jueves un principio de acuerdo político bilateral mediante un apretón de manos. Un portavoz del Gobierno estadounidense descartó este extremo y dejó caer que todavía no hay acuerdo en un número no menor de asuntos, entre ellos en las nuevas normas que regirán en la industria automotriz, piedra angular de la Administración Trump para tratar de reducir el déficit comercial con su vecino del sur. Sin embargo, fuentes cercanas a la negociación insisten a EL PAÍS en que los escollos son cada vez menores y que la posibilidad de que esta misma semana llegue el ansiado apretón de manos es "real". En todo caso, matizan fuentes de la negociación, el pacto sería solo una primera piedra en el edificio del nuevo TLC y no un tratado comercial en sí mismo.
De llegar ese acuerdo político preliminar —la negociación ha estado marcada por las idas y vueltas y varios mensajes alentadores que luego se torcieron, por lo que no se debería descartar un volantazo de última hora—, Canadá sería la gran desplazada. En pocas semanas, el país norteamericano ha pasado de ser parte esencial de la negociación y de hacer equipo con México para frenar el empuje proteccionista de Donald Trump a un discretísimo segundo plano: las conversaciones han adquirido un cariz totalmente bilateral, lo que obligaría al Ejecutivo de Justin Trudeau a aceptar las condiciones pactadas por EE UU y México si quiere integrarse en el nuevo tratado. Tanto el equipo de Peña Nieto como el de López Obrador han insistido en que el TLC seguirá siendo trilateral, pero no han tenido reparos en explorar la vía bilateral para tratar de desencallar el proceso.
"O Canadá acepta a pies juntillas lo que pacten EE UU y México o se enfrenta a un gran problema, sobre todo para su industria automotriz", apunta Ignacio Martínez, coordinador del Laboratorio de Análisis en Comercio, Economía y Negocios de la UNAM. "Canadá quizá abusó de su estrategia de negociación y sus socios la rebasaron. Ahora la presión es para ellos". De cerrarse este principio de entendimiento entre México y EE UU, los intercambios comerciales con Ottawa seguirían rigiéndose por el tratado trilateral todavía vigente —el TLC— hasta que se incorporase al nuevo esquema. "Todo lo que llega es muy contradictorio", agrega Luz María de la Mora, ex jefa de Negociaciones Comerciales Internacionales del Gobierno mexicano. "Hay muchos asuntos que no se pueden cerrar sin Canadá: es un acuerdo trilateral, pero la realidad es que llevan ya cinco semanas de forma bilateral. Y eso no es correcto por parte de Washington ni de México, que debería presionar para que la tercera parte se incorporase ya a la mesa".
El potencial anuncio de acuerdo, que hace solo unas semanas parecía harto lejano, sería un importante golpe de efecto a ambas orillas del río Bravo. Al norte, porque permitiría al magnate republicano —que atraviesa uno de sus peores momentos desde que es presidente— vender un primer gran acuerdo internacional a poco más de dos meses de las elecciones legislativas midterm, a pesar de que su promesa inicial, jaleada por sus votantes más radicales, pasaba por cancelar el tratado. Al sur, porque posibilitaría al Ejecutivo saliente, del PRI, cerrar su sexenio con una buena nueva tras su estrepitosa derrota en las urnas el pasado 1 de julio, y a López Obrador encarar su presidencia -tomará posesión el próximo 1 de noviembre- con un problema menos en el horizonte. El final del culebrón comercial que ha marcado la agenda informativa durante algo más de un año parece más cerca que nunca.