El día transcurrió con normalidad en el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM): los horarios de entradas y salidas no se recorrieron, los trabajadores cargaron sus herramientas de camino a los andamios y, al igual que otros días, se sentaron a comer juntos a la hora del almuerzo.
Sólo que en lugar de acostumbradas risas y bromas, lo que se escuchó en los comedores, en la obra y caminos de terracería fueron comentarios de zozobra y preocupación: 18 mil personas no saben cuánto tiempo más tendrán empleo.
“Estamos trabajando, pero con pocos ánimos”, dice un topógrafo que camina hacia los camiones de transporte de personal con su equipo.
Es un sentimiento que se compartió ayer. Brandon Hernández Valencia, de 20 años, contó que después del anuncio de la cancelación del aeropuerto no se presentaron a trabajar muchos de sus compañeros.
“Este proyecto me dio la oportunidad de seguir estudiando y terminar mi carrera en soporte y mantenimiento de equipo de cómputo. La verdad, nadie nos ha dicho nada. Estamos muy sacados de onda porque no sabemos qué va a pasar con nosotros, si nos vamos a quedar sin trabajo... Hoy faltaron muchos compañeros”, comentó.
Fernando Cabrera Maldonado, andamiero de 24 años de edad, tenía muchos planes y todos estaban asociados con su trabajo en la construcción del aeropuerto. El primero y el más importante: aprovechar que por primera vez en su vida laboral iba a tener prestaciones de ley y que éstas le permitirían acceder a un crédito para comprarse su casa.
“Esta era mi oportunidad para hacer algo. Tenía planes como hacerme de una casita para vivir con mi esposa y ya no estar rentando. Ahora creo que nos va a tocar descansar un rato porque está bien difícil encontrar trabajo. No sabemos nada de nuestra situación, no hay nada seguro”, dijo.
El presidente electo Andrés Manuel López Obrador anunció que cancelará la construcción del aeropuerto. La decisión se tomó tras la consulta nacional del pasado fin de semana, donde 30% de los votantes optaron por continuar con las obras y 70% por habilitar dos pistas en Santa Lucía y coordinar las operaciones con el Aeropuerto Internacional Benito Juárez.
Esta determinación podría dejar sin empleo a más de 18 mil trabajadores de 309 empresas que participaban en la obra.
En un recorrido que realizó EL UNIVERSAL por las instalaciones del proyecto se observó que todavía hay algunas tiendas levantadas, pequeñas construcciones techadas con lona negra donde topógrafos, ingenieros, asistentes y ayudantes se sientan a comer o a platicar un rato alrededor de muebles elaborados con sobrantes de madera.
A la orilla de los caminos de terracería que conducen a la terminal hay quienes continúan desyerbando con machetes y cuchillos; la labor se antoja inútil porque las obras sólo están autorizadas para continuar hasta el 30 de noviembre.
Será el aire frío o la lluvia inminente, pero hay desánimo en las caras de los trabajadores al cargar sus herramientas y cuentan con tristeza que de la noche a la mañana se quedaron en la incertidumbre de no contar con un empleo o con los medios para mantener a sus familias.
Estefanía Ramírez Hernández, de 22 años, es ayudante de topografía y con su salario mantiene a sus dos hijos, a una hermana más pequeña y a su madre. Trepada en andamios con su herramienta colgada al cinturón, platicó que además de divertirse aprendía mucho.
“Está muy mal porque nos van a dejar sin empleo. Si de por sí todo está bien caro, ahora imagínate: sin dinero ni trabajo, ¿qué vamos a hacer?”, cuestiona con desaliento.
Muchos son originarios del Estado de México, mientras que otros vinieron de entidades federativas como Puebla, Chiapas y Veracruz. Emigraron porque, a diferencia de sus lugares de origen, se les garantizó un empleo seguro y mejor pagado.
Sara Canseco Ayala tiene 43 años y es coordinadora de mantenimiento, a cargo de siete trabajadoras de limpieza. Como sus compañeras, es madre soltera; vive en Texcoco y depende de este empleo para mantener a su hijo, quien estudia en la secundaria.
Le pide al presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, que piense en los trabajadores que se quedarán sin empleo.
“Yo pensé que en realidad venía un cambio en este país, pero hoy me siento decepcionada porque él no se ha puesto a pensar en la afectación para las personas que estamos trabajando aquí. Yo tenía entendido que iba a negociar con la iniciativa privada, que la obra se iba a concesionar, pero que iba a seguir”.
Sobre el terreno de más de 743 mil metros cuadrados sobre el que se construiría el nuevo aeropuerto se observan las torres del edificio terminal a medio construir. Por ahí, se calculaba que llegarían a pasar entre 76 millones y 123 millones de pasajeros de manera anual.
Estefanía confiesa que no ha buscado otro trabajo porque esperaba no perder su empleo.
“Este trabajo representaba mi forma de ser y mis aspiraciones, lo que yo podía llegar a ser, lo que podía lograr. Me siento decepcionada porque todo el trabajo que hemos realizado se va a ir a la basura. Al final de cuentas, la decisión está en el Presidente… creo que al final de cuentas él sabe lo que hace y si es bueno para los mexicanos, pues qué bueno”, concluye Estefanía.