Unos 300 manifestantes marchan hacia el albergue donde se encuentra el grueso de la caravana de migrantes, que ha tenido que ser resguardado por la Policía local
“¡Migrantes sí, invasores no!”. “¡Fuera, fuera!” “¡Nosotros primero!”. Estas frases no son parte de un rally a favor de Donald Trump ni se corearon en Estados Unidos. Estas son las consignas de la protesta que se ha convocado este domingo en Tijuana, al noroeste de México, en contra de la caravana migrante. La manifestación ha congregado a unas 300 personas y se ha enfilado hacia el albergue Benito Juárez, que aloja a la mayoría de los 3.000 centroamericanos que han llegado desde principios de esta semana. Las autoridades locales han intervenido con escudos antimotines y un cerco policial para frenar el paso de los manifestantes que buscaban abrirse paso de forma violenta.
“¡Tijuana primero!”. “¡Tijuana se respeta!”. “¡Viva México!”. La manifestación ha aglomerado desde las nueve de la mañana a distintos sectores de la población local que se oponen a la llegada masiva de inmigrantes: desde sectores moderados hasta pequeños grupos de choque que portaban pasamontañas, camisetas con leyendas fascistas y banderas de México. La convocatoria en redes sociales tenía previsto reunir a unas 2.000 personas, pero al final solo ha acudido un puñado. “Hemos tomado la bandera de defender nuestra patria, estamos en contra de invasores ilegales”, reclama Fidel González, uno de los organizadores de la manifestación.
“¡Nos humillan! No han podido controlarlos, son unos criminales, es una vergüenza”, dice molesto Miguel Ángel García, de 47 años, mientras sostiene una pancarta en la que se leía “Basta al mal gobierno”. Su hija pequeña sostenía otra que rezaba: “Basta a la migración descontrolada”. Otros mensajes hablaban de “una invasión disfrazada de migración”, “no más caravanas” y “lacras”. “Vienen siete millones de migrantes, tenemos que salvar Tijuana”, decía César de León, otro habitante de Tijuana, pese a que solo se espera la llegada de 9.000 migrantes de las caravanas en tránsito por México en los próximos días.
“Creo que es un despliegue fantástico de patriotismo y nacionalismo”, defiende Roberto Mena, un estadounidense de 22 años que vive en Tijuana y que porta una gorra en la que se lee “Make America Great Again”. “Esta caravana está pisoteando México para llegar a Estados Unidos, yo apoyo a esta gente”, asegura Mena con una sonrisa cínica. Otros manifestantes insistían en que no eran racistas, sino que estaban preocupados por la carga que la llegada del éxodo centroamericano representa para la ciudad y para la frontera con Estados Unidos. “No estamos en contra de la migración, pero esta caravana es masiva y es violenta”, señala Guadalupe Barrera, una tijuanense de 40 años.
“Habrá más crímenes”, asegura Rafael Larios, de 63 años, pero cuando se le pregunta si ha sido agredido o perjudicado directamente, lo niega. Las exageraciones llegan al punto de “amenazas de guerra” y el argumento de que los migrantes “utilizan a niños y mujeres como escudos humanos”, al tiempo que los manifestantes cantan estrofas del himno nacional mexicano y agreden a una mujer que los increpa. "Están causando crimen y muchos problemas en México, váyanse a casa", ha escrito Trump en su cuenta de Twitter.
La manifestación se ha descontrolado cuando sus asistentes decidieron marchar hacia el Palacio municipal y después hacia el principal albergue de Tijuana. La Policía ha controlado el embiste de los manifestantes y ha optado por contener los grupos de choque. No hay detenidos por los incidentes, de acuerdo con la Secretaría de Seguridad local.
A menos de un kilómetro del punto de encuentro de la protesta antimigrante, otra pequeña manifestación ha sido convocada a favor de los centroamericanos. “Queremos expresar otra perspectiva de los tijuanenses y demostrar que no solo hay racismo y xenofobia”, afirma Eduardo Gutiérrez, de 33 años. El grupo a favor de los migrantes no superaba los 10 integrantes, pero la presencia de ambas manifestaciones da visos de una división que crece en la ciudad. “Se han polarizado mucho las opiniones y cada vez vemos más actos de discriminación”, lamenta Karen Domínguez, que defiende la identidad de Tijuana como una ciudad de migrantes. En la pancarta que sostiene se lee: “No más violencia, todos somos hermanos”.
Las tensiones en la ciudad explotaron por primera vez el miércoles pasado, cuando hubo un choque entre vecinos de Playas de Tijuana y centroamericanos que se habían instalado en esa zona de la ciudad. “¡Que se vayan, que se vayan!”, gritaban los vecinos, que agredieron a algunos de los emigrantes. Los centroamericanos se habían encaramado en el muro fronterizo y habían retado a los agentes de la patrulla fronteriza estadounidense. “Los derechos humanos son para los humanos derechos”, dijo un día después Juan Manuel Gastélum, el alcalde de Tijuana. El alcalde llamó “bola de vagos y mariguanos” a algunos de los migrantes de la caravana, aunque a finales de esta semana matizó sus declaraciones.
Las autoridades han limitado la salida de los residentes del albergue, que esperan encaramados en las vallas que lo rodean. Los inmigrantes se habían organizado esta semana en brigadas de limpieza para retribuir el apoyo de Tijuana. “Gracias México por su apoyo y cariño”, se lee en una pancarta colgada afuera del refugio, que contrasta con el ambiente hostil que se ha vivido este domingo.
El Ayuntamiento habla de varios meses antes de solventar una salida para el éxodo de centroamericano. La infraestructura del albergue principal es precaria. Los tiempos de espera en los trámites de asilo crecen conforme aumenta el cuello de botella. Las largas filas de coches en los puentes fronterizos comienzan a formarse más temprano. Los programas de empleo temporal aún no se han materializado. Y esta mañana, la xenofobia ha salido a las calles de Tijuana, a las puertas del muro estadounidense, donde se ha aparcado la última crisis migratoria de Centroamérica, México y Estados Unidos.