Van a dar las 10 de la mañana y Moisés Flores se ve agotado. En ese momento alguien grita: “¡Ya no hay gasolina!”. Este taxista de 44 años aprieta los dientes y suelta bajito, “tengo que buscar más”, entonces echa a andar su carro. Apenas son las 9:40.
Es el segundo día de desabasto de gasolina y diesel en la Ciudad de México, Moisés ha recorrido cuatro gasolineras, desde la Central de Abastos, pasando por Eulalia Guzmán, la Nueva Santa María, Camarones y Mariano Escobedo. Fue de un lado a otro de la metrópoli sin éxito, se ve desesperado.
“¿Así cómo le voy a dar de comer a mi familia?, ya me gasté los 200 pesos que le iba a echar de gas al taxi”, dice. Muy temprano, apenas pudo cargar medio tanque.
El día pasa rápido. En algunas gasolineras cerradas los despachadores están sentados, otros asean el piso, lo lavan, algunos se lanzan a los autos para limpiar parabrisas. Se ven preocupados, las propinas son el fuerte de sus ingresos diarios.
En las gasolineras donde hubo servicio, las avenidas se convirtieron en estacionamientos. Las filas de más de 20 vehículos desbordaban cada bomba de abastecimiento.
Roces entre empleados y clientes. Estallaban cuando llegaban a cargar y llenar bidones, y los empleados de las gasolineras se negaban a hacerlo. “Nada más el coche y sólo 20 litros jefe, vea la fila”, le decía un despachador a Víctor Lagunas, un chofer particular que bajó de Interlomas para llenar el tanque de la camioneta de su jefa.
Hasta las 10:30 de la mañana consiguió su cometido en 50%, formado en una gasolinera que está en Marina Nacional, esquina con Laguna de San Cristóbal, el chofer particular cuenta que salió desde Interlomas a las seis de la mañana. Víctor se quedó a unos cuantos metros de alcanzar el combustible.
Los vehículos permanecían estacionados sobre la Calzada de los Misterios, a la espera de llegar a las máquinas despachadoras; la fila para abastecerse del combustible abarcaba cuatro calles.
Pedro Ramírez Flores, de 42 años, no fue a trabajar. Taxista de oficio, tuvo que “descansar” porque no encontró gasolina; sin embargo, a pesar de la escasez y el desabasto que se percibió en la Ciudad de México, debió pagar la cuenta al dueño del carro: 300 pesos por dejarlo estacionado fuera de su casa. Busca otra gasolinera y luego otra. La misma respuesta, “la gasolina se acabó”.